Hoy son treinta las naciones consideradas paraíso por la Unión Europea: países que tratan de manera muy distinta a sus nacionales y a los no residentes y que se resisten a responder a los requerimientos de información de las autoridades tributarias de las otras naciones. Impuestos mínimos para las grandes fortunas y opacidad completa sobre la identidad real de sus propietarios: estos son las dos características de un paraíso fiscal, lo que buscan aquellos que crean sociedades pantalla con residencia paradísiaca.
Un consorcio de medios informativos de diversos países —en España La Sexta y El Confidencial— ha revelado a lista de clientes de un bufete de abogados de Panamá que se ocupa de crearte la sociedad y gestionar tu fortuna. Mossack Fonseca. Que acaba de incumplir con su legión de clientes de medio mundo el compromiso del anonimato, la confidencialidad que todos ellos reclaman porque no desean, o no les conviene, que trascienda a la opinión pública que una parte de sus fortunas las tienen a nombre de sociedades panameñas. Abierto en canal el despacho de abogados, reventado su sistema de seguridad, documentos relativos a doscientas mil sociedades creadas en los últimos cuarenta años por figuras conocidas de muy diversos ámbitos profesionales y de nacionalidades diversas. Gente con dinero que, o bien ocultaron su fortuna en sus países de origen (en cuyo caso habrían incurrido en evasión fiscal y delito) o bien tributaron por sus rentas pero luego se las llevaron a Panamá creando una sociedad pantalla o tapadera. ¿Para qué? Para tributar menos en adelante —allí los no residentes cuentan con un trato fiscal muy ventajoso— y para no aparecer en sus países como propietarios de esas fortunas. La ventaja de la sociedad offshore, el dinero deslocalizado en un paraíso, es que al frente de la sociedad puede figurar un cualquiera, el testaferro que oculta quién es el dueño verdadero y que finge ser él quien hace inversiones en otros países o compra áticos en Marbella, por ejemplo. El paraíso dificulta la trazabilidad, el seguimiento del dinero (y el uso que se hace del dinero) hasta su verdadero propietario.
Nombres que aparecen en Los papeles de Panamá, o Panamá Catacrak. Nombres sin discriminar, y esto es lo que habrá que ir aclarando: quiénes cumplieron antes con la norma fiscal de su país y quiénes no, quiénes buscaban sólo anonimato y quiénes, anonimato para hacer un uso determinado de esas fortunas. Las primeras identidades que han trascendido son Leo Messi, que con la Hacienda española nunca se ha mostrado muy desprendido; Pedro Almodóvar, todo sobre mi panamá; Pilar de Borbón, tía del rey Felipe; Mauricio Macri, nuevo presidente de la Argentina, Vladimir Putin, el zar ruso; y el primer ministro de Islandia, David Gunn-laug-son, que tuvo con su esposa una sociedad panameña allá por 2009 y que luego ha hecho carrera política predicando una suerte de patriotismo fiscal. Al islandés le hicieron una entrevista sin adelantarle que tenían los papeles de Panamá y empezó reconociendo que es muy inusual preguntarle directamente a un político islandés si ha tenido relación con empresas offshore porque es como una acusación.
Para terminar levantándose de la silla cuando la pregunta fue directamente por su condición de propietario de una sociedad llamada Vintris. Empiezo a sentirme incómodo porque parece que me acusa de algo y nunca he ocultado nada en mi declaración de impuestos. Y se acabó la conversación con el primer ministro panameño. Digo con el primer ministro islandés.
Rajoy no se levantó de la silla. Aguantó estoico la sucesión de preguntas que le planteó Jordi Évole en Salvados. Más suelto el presidente al hablar de la guerra de Siria o de la negociación de los pactos en España que de los casos de corrupción que afectan a su partido.
Y poco concreto en sus respuestas a la batería tipo test que le hizo el periodista. Al contraataque, en fin, el presidente cuando subió a la red a decirle al periodista que sólo se fija en cuestiones negativas sacadas de contexto en lugar de ser equilibrado en su descripción de cómo está España.
Como el presidente le dijo a Évole, ha pasado tiempo desde que la entrevista fue por primera vez solicitada pero hay cosas que llevan su tiempo. En Moncloa le dieron bastantes vueltas a si esta entrevista debía realizarse. Con dos corrientes de opinión interna: la que ha prevalecido todos estos años, contraria a exponer al presidente a situaciones incómodas en medios muy críticos (fue por primera vez a La Sexta cuando la última campaña electoral) y la que ahora parece que ha ganado terreno, partidaria de que Rajoy aparezca también ante entrevistadores no complacientes porque entiende que eso acerca al presidente a un público que tiene poco trabajado y que también vota.
No consta que en La Moncloa hayan despedido a ningún asesor por la entrevista de anoche. Aunque sí que hay colaboradores del presidente que siguen opinando que hay programas a los que es mejor no ir.