Monólogo de Alsina: "El comité federal del PSOE de octubre resulta que tenía segunda vuelta; la revancha"
Pedro ha vuelto. Pedro ha vuelto al trono del PSOE después de matar no al padre sino a la madre. A la madre, al padre y a todos los padrinos que en otro tiempo tuvo y cuya enemistad se fue ganando —enemistad recíproca—. A Pedro lo ha devuelto al trono de Ferraz la mitad de la militancia socialista, entusiasmada con él —o con su relato épico de David contra Goliat, el David rojo contra el Goliat derechizado, el relato novelesco que sólo guarda un parecido remoto (ligerísimamente inspirado) en los hechos reales que sucedieron en otoño.
El comité federal de octubre —el de la sangre derramada que empapó las moquetas de Ferraz y dejó el pedrismo desguazado— resulta que tenía segunda vuelta. La revancha. El desquite. Y el retorno.
La mitad de los militantes socialistas han hecho suyo el relato del sufrido secretario general que antepuso su coherencia en el repudio a Rajoy al pasteleo para seguir en el cargo, el heroico líder anti mariano que pagó con su sangre la negativa a hacer posible la investidura del otro.
En realidad, aquel comité federal no acabó bañado en sangre porque hubiera que abstenerse, sí es sí, en la investidura mariana. Acabó como acabó porque Pedro arriesgó y perdió: quiso garantizarse seguir de secretario general convocando unas primarias y un congreso y perdió el pulso. Entonces lo perdió. Siete meses después lo ha ganado.
La victoria, inapelable, frente a Patxi, su traidor, y sobre todo frente a Susana la ex futura esperanza blanca, es la moción de censura de los militantes (la mayoría) a los popes —Felipe, Zapatero, Guerra, Rubalcaba—, a los barones —Page, Lambán, Vara, Fernández, Caballero—, y al periódico que creyó tener la llave para persuadir a los votantes en un sentido o en otro: El País de Cebrián, otro pope que perdió el predicamento que tuvo.
Cuántos análisis averidados. Cuántos pronósticos fallidos.
Del árbol caído se decía que no es posible que se ponga en pie de nuevo. Pues éste sí.
De Susana se decía que era imposible que perdiera. Pues ha perdido.
Tantos años amagando con cruzar Despeñaperros sin terminar de hacerlo, y cuando se decidió a cruzarlo se le puesto tan cuesta arriba que le ha dado la pájara y ni siquiera ha coronado el puerto.
Ni por su nombre le llamó anoche a Pedro. Ni cariño le dijo.
Cómo haces para ponerte a disposición de un secretario general a quien hace una semana trataste de perdedor. El perdedor de las elecciones vuelve a ser el líder de tu partido. Un tipo del que no se puede uno fiar —lo dijo Susana y lo dijeron los barones—. Un tipo que sólo piensa en si mismo, que cambia de postura un día sí y otro también y que se tambalea cuando le preguntan qué es una nación. Un bluff, dijo Bono.
Cómo celebras a tu secretario general, después de haberle hecho un traje como ése, y sobre todo, cómo sales a pedir el voto para él cuando lleguen las elecciones generales. Cuánto representan los afiliados que han dado la victoria a los cinco millones de votantes que hoy tiene el PSOE. Si la decisión de los afiliados dará votos o los espantará. Si el izquierdismo sobrevenido de Sánchez y la bendición de su militancia mermará el voto de Podemos sin sacrificar el voto de centro izquierda que le dio las mayorías al PSOE. Si este Pedro resucitado convencerá más o menos que el Pedro que ya había hace siete meses.
"Unidad, unidad", gritaban los pedriscas anoche cinco minutos después de haber abucheado a Susana Díaz.
La unidad es un cuento en un partido que hoy sigue estando tan roto como estaba ayer. La gran familia peleada del Partido Socialista. Cómo se sangrienta será la escabechina.
Y cuántos de los barones seguirán siéndolo de aquí a dos años. Cuántos de ellos sufrirán la contundencia del acero valyrio ahora que Pedro vuelve al trono de hierro.
Ésa es la parte de la historia que interesará mucho, seguro, a los militantes y, si acaso, a los votantes del PSOE.
La otra parte es la que importa al resto de los ciudadanos. Qué quiere ser el PSOE. Dónde pretende estar y proponiendo qué modelo de país.
Lázaro el resucitado se ha salido con la suya y vuelve a estar en el trono que ya ocupó dos años y medio. Sólo que este Pedro, siendo el mismo que aquel (en formación, en ambición, en hondura —o falta de hondura— ideológica) es un Pedro mutante y mutado que ya no le debe el sillón a nadie más que a sí mismo. Como habría dicho Fraga, ni tutelas ni tutías. Tiene la autoridad de haber ganado entre los militantes del partido. Sin que la autoridad garantice el acierto y sin que haber ganado las elecciones internas garantice ganar las otras. Las generales. Aquellas en que cuentan, sobre todo, los votantes que no están afiliados.
Sólo el tiempo desvelará si la militancia del PSOE, queriendo darse un chute de ilusión, se ha suicidado.
Los líderes del independentismo catalán barren para casa. Junqueras celebró que en el PSOE dejen votar y acepten el resultado; Puigdemont felicitó a Pedro por su liderazgo meritorio, dijo.
Ha sido Cataluña el territorio donde Sánchez ha goledado con mayor contundencia a Susana. EL PSC era neutral pero no tanto. Iceta siempre fue muy de jalear a Pedro y Pedro siempre fue muy de definir la nación en términos lo bastante etéreos para que cada cual interprete lo que le convenga.
Hoy Puigdemont aprovechará que la alcaldesa Carmena le abre las puertas del Palacio de Cibeles para presentarse en Madrid como la víctima del inmovilismo mariano. La cantinela de costumbre: que él quiere pactar un referéndum legal con Rajoy pero éste no se deja. Y que, ante esa circunstancia, qué va a hacer él sino convocar uno por su cuenta.
A día de hoy, Puigdemont mantiene que habrá referéndum sin duda alguna ---referéndum o referéndum es su elaborado lema, a lo no es no o sí es sí, se llevan los eslóganes sintéticos— pero a la vez va preparando el camino para no hacerlo. En su lugar procedería declarar la independencia catalana por sus bemoles y poner urnas que él llamaría elecciones constituyentes aunque fueran autonómicas.