Monólogo de Alsina: "¿Apoyarará la CUP la investidura de Turull? Cualquier cosa por hacerle la butifarra al juez Llarena"
Esto me pasa por hacer spoilers. Yo empeñado en reventarles a ustedes el serial destripándoles todo lo que iba a pasar en el capítulo de ayer y acaban sucediendo un montón de cosas distintas.
Acto de penitencia. Olvidé aplicarme a mí mismo el cuento que siempre les recuerdo. La salvaguarda: que en este serial, cuando menos lo parece, acaba saltando la sorpresa.
Sorpresón el de ayer. El minuto de oro. Cuando aparece en pantalla este actor de método, reconcentrado en su personaje,Roger Torrent y anuncia, oiga, que la investidura de Jordi Turull va a ser hoy mismo.
El serial, en plenitud, de nuevo.
Tantos episodios aburridos en los que no terminaba de pasar nada, y ahora mira. Cuando quieren los guionistas, aceleran. Estoy por cambiarle esta mañana la banda sonora al serial.
Mira, mira cómo ha cambiado la velocidad de la trama. Al trío independentista —Esquerra, PuigDeCat, la CUP— le han entrado ahora las prisas. Convocatoria express de un pleno express para investir un presidente express. Lo que no hicieron en tres meses, lo hicieron ayer en tres horas.
A las cinco de la tarde se van todos al Parlamento a coronar a este Turull, imputado por rebelión, bendecido por Puigdemont, detestado por la CUP, para que llegue mañana al Tribunal Supremo con banda de música y comitiva. Como nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña.
Al otro Jordi, el Sánchez, le dieron pasaporte ayer sin más explicaciones. Cambiamos un Jordi por el otro y a hacer puñetas. ¡Pero si no tiene el apoyo de la CUP! Bueno, ahora igual sí lo tiene. Cualquier cosa con tal de hacerle la butifarra al juez Llarena.
Porque esto es lo que hizo saltar por los aires el capítulo de ayer y cambiarlo por este otro, interpretado en directo, atropelladamente, precipitado.
Lo que pasó fue que el juez Llarena, cuando aún estaba cociéndose el acuerdo de los indepes para investir a Turull, convocó para el viernes a los imputados con sus defensas para comunicarles una cosita que les afecta. La cosita es un auto de procesamiento. Es decir, el remate de la investigación de estos últimos meses y la puesta en orden de los indicios, los presuntos delitos y los acusados. La puerta que abre camino a la etapa siguiente, que es la del juicio y ya veremos si la condena.
Sabiendo que mañana será procesado, podemos esperar cualquier cosa del discurso de investidura de Turull. De perdidos al río. Y de procesados, al monte. Todo será que la CUP lo saque a hombros del hemiciclo y lo lleve en volandas mañana hasta el Supremo.
Y si hoy resulta investido, ¿mañana podría dejar de ser presidente?
Poder, podría. En este serial, cualquiera sabe.
Para que dejara de serlo tendría que ocurrir que, además de procesado, el juez lo encarcelara. Procesado y en prisión significa que queda inhabilitado para el cargo. ¿Tiene argumentos el juez para enviarle a prisión de preventiva de nuevo? Pues ahora mismo no, pero en cuanto pronuncie si discurso de investidura igual sí. Depende de si es discurso de investidura o de reincidencia.
Si Turull es presidente a las diez de la noche y a las diez de la mañana deja de serlo él será el nuevo recórdman mundial de extinción precoz y el serial habrá batido todas su marcas de despropósito.
Al final, pase lo que pase hoy y pase lo que pase mañana, el horizonte final es el mismo: todo el reparto que estuvo en la primera línea del primero de octubre quedará prejubilada para la política antes de que termine el año. Incluido Turull. Y cuanto antes asuma eso el trío indepe del Parlamento mucho mejor para las instituciones catalanas y para el autogobierno.
¿No le parece a usted, Puigdemont?
En catalán, por favor, o en castellano que se dice lo mismo. Pues acuérdese de que mañana le procesan también a usted, aunque esté en Helsinki.
A ver cómo se lo toman los espectadores del serial en Laponia. En la Laponia finlandesa, que es la que tiene un diputado en Helsinki que hace propaganda de Puigdemont como si no hubiera un mañana.
Cristina Cifuentes rompió su silencio. Anoche, en La Brújula de David del Cura. Y lo hizo presentando papeles.
Fue su silencio de todo el día lo que alimentó las dudas sobre la versión inicial que su equipo le había dado a ElDiario. Y fue ella misma quien explicó ese silencio tan llamativo en el hecho de que le costó un trabajo ingente, todo el día, conseguir la documentación que por la noche aportó a los medios.
Aportó su certificado académico, el comprobante del pago de su matrícula y el acta del tribunal que evaluó su trabajo de fin de máster, un documento oficial de la Universidad Rey Juan Carlos que firman tres profesoras y que lleva fecha de dos de julio de 2012 escrita a mano.
De todos los papeles que aporta Cifuentes, el que tiene relevancia es éste, el acta del último examen. Y es, de hecho, al que más se refirió Cifuentes anoche como prueba de que todo lo publicado es una falacia. ¿Por qué? Porque el acta sostiene que hubo trabajo de fin de máster en 2012, que fue en esa fecha cuando se le puso el notable y que completó así su máster. Y, por tanto, que pudo presentar el trabajo aunque en el registro de la Universidad, en aquel momento, aparecía como no presentada a una de las asignaturas. Si te falta una asignatura, no puedes presentar el trabajo. Y la universidad aún no ha podido explicar por qué pudo presentarlo entonces. Y por qué en el registro informático ponía no presentada a una asignatura pero en el expediente que tenía el director del máster (según dijo éste ayer, sin mostrarlo) todas las asignaturas aparecían como superadas.
Según el acta del examen final, tres profesoras acreditan que la alumna leyó su trabajo de fin de máster y obtuvo un notable. Del Cura intentó anoche que Cifuentes le hablara de este trabajo suyo. Le preguntó dónde está ese trabajo para poder consultarlo.
No parece que ella conserve copia. Y tampoco que pidiera ayer a la universidad el trabajo entre los documentos que recabó. Muchas ganas de hablar de su trabajo de fin de máster es verdad que no mostró anoche. Ni de comentar su contenido ni de exponérselo a quien desee conocerlo. Insistió mucho en que han pasado seis años, pero si uno dedica su esfuerzo académico a hacer un trabajo de notable parece lógico que lo recuerde con interés y que no tenga problema en comentar su contenido.
Cifuentes, que hizo bien en hablar y en presentar los papeles que le llevó todo el día conseguir, subraya una circunstancia que, en efecto, se convierte ahora en muy relevante. Seis profesores de esa universidad —el rector, el director del master, el profesor de la asignatura y las tres profesoras del tribunal evaluador— avalan su versión de cómo sucedió todo. Seis profesores que, como ella también dice, comprometen su palabra, su crédito y su carrera.
Sólo si alguien puede probar que el acta no se rellenó, ni se firmó, en julio de 2012 —sino ayer mismo— quedarían los seis profesores, y la propia Cifuentes, tocados y hundidos. Y hay quien ya está intentando probar precisamente eso.