OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Algo falla cuando los estudiantes demuestran ser más maduros que sus profesores"

Gritaba "¡Dispárame a la cabeza!" Lo repetía: "¡Dispárame a la cabeza!"

ondacero.es

Madrid |

Veinticinco años tiene el tipo. Sin antecedentes. Nacido y crecido en Canadá.

Éste es el individuo que, conduciendo una furgoneta, irrumpió anoche en la acera de una de las avenidas de Toronto, en Canadá, y se llevó por delante a cuantas personas pudo.

Ha matado a diez, ha dejado malheridas a otras quince.

Un kilómetro y medio de recorrido criminal. La policía consiguió cortarle el paso. Él se bajó de la furgoneta y encaró a los agentes gritándoles que tenía un arma en el bolsillo y que le dispararan a la cabeza. No lo hicieron. Acabó entregándose con las manos en alto y cumple ya diez horas en comisaría y siendo interrogado.

¿Es un terrorista? El jefe de policía no lo descarta.

24 de abril. Un nuevo día por delante y un nuevo día de silencio cartujo del ministro.

El de Hacienda, claro, Montoro.

Me gusta cuando callas porque estás como reincidente.

¿Cómo era lo que dijo Rafael Hernando este fin de semana? Que habíamos cogido a Montoro por las hojas.

Al rábano se le coge por las hojas. A un ministro se le coge por lo que dice y por lo que calla. Lo que dijo, por ejemplo, fue "yo no sé con qué dinero se pagaron esas urnas de los chinos, pero sé que no con dinero público". Hace ocho días lo dijo. Y también: "No va a haber referéndum porque no hay presupuesto. Ni un euro del Fondo de Liquidez Autonómica se ha destinado al primero de octubre". Mira, esto no lo dijo hace ocho días, lo dijo hace ocho meses. Antes incluso de que Puigdemont pusiera las urnas de los chinos.

Se ha malinterpretado tanto al ministro que sigue sin considerar necesario el ministro aclarar que sí hubo malversación, o como poco, indicios. Los demás hablan por él. Un día Hernando, cogiendo rábanos, otro día Soraya Saénz de Santamaría: que si ha habido malversación, será porque le han colado al ministro facturas falsas.

Montoro es infalible en su labor fiscalizadora, que quede claro. Si ha habido malversación, será porque ha habido también falsificación de facturas. Tome nota Llarena por si se anima a ampliar el catálogo de presuntos delitos. El gobierno ha pasado de no ver uno a sugerir varios.

Ser profesor es seguramente lo más importante que se puede ser.

Ser profesor de críos de la ESO, de adolescentes que cursan el bachillerato, es trabajar cada día con un "material", entre comillas, frágil, delicado, el más valioso. Es ser consciente de que lo que uno tiene, la autoridad. Y es preguntarse —imagino—, mirándose al espejo, cómo utiliza uno esa autoridad. Para qué. Buscando qué efecto en los menores a los que está enseñando.

Habrán escuchado ya la historia de estos nueve profesores del instituto de Sant Andreu de la Barca, provincia de Barcelona.

Se los presento, verán:

• Está Jordi, que es profesor de matemáticas.

• Ruth, profesora de catalán.

• Gemma, que da inglés.

• Ana Belén, de Naturales.

• Lucía, que se ocupa de los más pequeños.

• Helena, que da clase a los de bachillerato.

Todos, quién sabe, aspiran a ser Merlí, el profesor de la serie de televisión. O a lo mejor a lo que aspiran es a ser Toni Comín, el polítólogo que dirigió la sanidad pública.

Miren lo que escribe el fiscal en su relato de acusación. Es dos de octubre, el día siguiente al referéndum suspendido, la pasividad de los mossos de esquadra y la intervención policial en algunos colegios.

Jordi, el de matemáticas, dice en el aula a sus alumnos de cuarto de la ESO: "No me encuentro en disposición de dar clases normales por lo que sucedió ayer, la policía y la guardia civil me han tratado a palos, son unos animales y unas bestias".

Ruth, la profesora de catalán, toma el relevo de Jordi una hora después en la misma aula. E insiste: "Los guardias civiles sólo sirven para dar palos".

Gemma, la que da inglés, enseña a sus alumnos de primero de la ESO (doce años) una foto de las cargas policiales. Pregunta: "¿Quiénes sois hijos de guardias civiles?"

Ana Belén, profesora de Naturales, les dice a los de tercero de la ESO: "El que esté a favor de la violencia, que se quede. El que no, que baje al patio". Se quedan en el aula la mitad de los alumnos. Pero entonces aparece el jefe de estudios y dice que al patio todos.

La profesora Lucía, que también da Naturales, le dice a un crío de primero de la ESO delante de todos: "Estarás contento con lo que hizo ayer tu padre". Y da instrucciones: cuando escuchéis música por megafonía hay que bajar todos al patio a protestar contra la guardia civil.

Helena, la de primero de bachillerato, dice en su aula: "Estoy tan indignada con estos guardias salvajes que no puedo daros hoy clase". Le replica una alumna de quince años: "Aquí venimos a estudiar, no a hablar de política". Responde la educadora: "Pues es lo que hay, si no te gusta ahí tienes la puerta".

En clase de la profesora Ruth estaba Carmen, hija de guardia civil, que le dijo a la maestra que su padre no le había pegado a nadie. Y se echó a llorar. En clase del profesor Jordi estaba Victoria. Hija de guardia civil. Que llamó a su madre para que fuera a recogerla. A ella y a Daniel, su hermano. En clase de Gemma estaba María Jesús, hija de guardia civil, que le dijo a la maestra que la policía estaba haciendo su trabajo y que nada habría sucedido si nadie se hubiera resistido al desalojo. En clase de la profesora Lucía estaba Pol. Fue a él a quien le preguntó si estaba contento con lo que había hecho su padre.

A estos nueve profesores imputa la fiscalía un delito contra la integridad moral, la lesión de la dignidad de los alumnos a los que discriminaron con sus comentarios y sus actuaciones. El fiscal no ha dado veracidad a la versión de los docentes y de la supervisora de la administración catalana, la directora de Enseñanza del Bajo Llobregat, Nuria Valldoriola, que en enero declaró que todos sus profesores son modélicos y que no fueron ellos, sino los alumnos, los que opinaron sobre los guardias civiles.

Los alumnos pidieron debate y los profesores, a los que no pone un pero la responsable de la administración, se limitaron a dejar que los chavales se expresaran. Cerrando filas. Ni una disculpa a las familias. Los docentes son infalibles y nadie ose sugerir siquiera que haya profesores deficientes, maestros del sectarismo y del debate sesgado en el aula.

Ser profesor es seguramente lo más importante que se puede ser.

Algo falla cuando los estudiantes demuestran ser más maduros que quienes les enseñan.

La acusación de la fiscalía ya está formulada. El juez que instruye tomará decisiones y el tribunal que juzgue establecerá si hubo comportamiento indigno, y vejatorio, de los nueve profesores.