Monólogo de Alsina: "No pensó Sánchez que el precedente por desautorizar a Robles iba a reaparecer después con el cadáver de un periodista como detonante"
Le he leído a Marcos García Rey en El Confidencial que existe un refrán árabe que dice, con perdón, que: "La vida es como una zanahoria. Un día la tienes en la boca, y otro día la tienes en el ano". Sí, sutil no es. No es Averroes. Ni Paulo Coelho.
Significa el refrán, supongo, que un día estás en la cresta de la ola, eres el rey del mambo, venga a comerte zanahorias, y al día siguiente te has pasado de listo y estás a los pies de los caballos.
Eso es lo que ha pasado a Mohamed Bin Salman, treinta y tres años, el ambicioso y poderoso príncipe saudí que acumula los cargos de ministro de Defensa, asistente del primer ministro, jefe de la Casa del Rey y, sobre todo, heredero del trono del reino dictatorial en el que la libertad no existe y los crímenes de Estado no se investigan. El príncipe era el rey del mambo desde que fue proclamado sucesor el año pasado y ha arruinado su fulgurante carrera enviando, presuntamente, a unos cuantos de sus hombres de confianza (represores) a apretarle las tuercas a un periodista expatriado que manejaba demasiada información, y demasiado incómoda, sobre sus actividades públicas y, sobre todo, privadas. Por negligencia o por exceso de celo el comando acabó matando y descuartizando al periodista, los vínculos con el príncipe son visibles y al rey saudí le están persuadiendo desde dentro y desde fuera del país para que sacrifique al chico, lo mande a negro, y pueda, así, pasar página del caso Khashoggi. Ése es el consejo que ha llegado de Washington (amputación del miembro tóxico para preservar la dinastía, el régimen y las extraordinarias relaciones del régimen con sus aliados) y ése es el consejo que estaba implícito en el discurso de Erdogan ayer: lleno de apelaciones al rey Salmán para que entregue a los matarifes a la justicia turca y sin decir una palabra del presunto cerebro del asesinato, el príncipe de la zanahoria.
En España ya contamos el lunes que el asunto le complicaba la vida al presidente Sán-chez en la medida en que fue él, crítico con los regímenes dictatoriales y abanderado de la justicia universal, quien dejó establecido hace cinco semanas que loas intereses comerciales estaban por delante de las consideraciones morales. Es decir, que mientras el régimen saudí tuviera en su mano anular el pedido de las corbetas a Navantia no habría decisión alguna de nuestro gobierno que pudiera hacerle pensar que revisábamos las relaciones comerciales. Nunca pensó Sánchez, obviamente, que aquel precedente que creó al desautorizar a la ministra Robles y exponer con tanta crudeza el pragmatismo presidencial (prohibido incomodar a los saudíes) se le iba a reaparecer un mes después con el cadáver descuartizado de un periodista como detonante.
Pero así se escribe la historia, con la punta afilada de una zanahoria.
Esta mañana expone Sánchez en el Congreso qué decisión ha tomado. Si permanecer de perfil, como hasta ahora, esperando a que escampe. O hacer suyo el criterio de su compadre presupuestario, Iglesias, romper con los saudíes y encargarle a Navantia las corbetas pero para nuestra propia Armada. Que ésta es la solución morada para hacer compatible la peineta a los Saudí y el mantenimiento de los seis mil empleos de Cádiz: que sea España quien se compre las corbetas a sí misma. Aplicando esta receta mágica a las relaciones comerciales que mantenemos con el resto de países sospechosos habituales va a tener que rehacer los Presupuestos la señora Montero para añadir gasto público por todas partes. La cantidad de cosas que va a tener que comprarse a sí mismo el Estado.
Nunca pierde ocasión Joan Tardá de explicarnos las diferencias entre los malvados españoles y los beatíficos catalanes, a sabiendas de que los catalanes son españoles, de que en el gobierno español hay ministros catalanes y de que algunas de las empresas que más venden a Arabia Saudí también son catalanas (esto no sé si lo sabe, pero le invito a que repase la información de aduanas).
En el Congreso hicieron piña ayer Podemos y Esquerra Republicana frente al PSOE, el PP y Ciudadanos por el asunto éste de la venta de armas. Las parejas de baile ayer cambiaron. Bueno, cambió el PSOE a sus socios habituales por la compañía de las derechas, o de la derecha y la extrema derecha, como diría Dolores Delgado.
Se mantuvieron, en cambio, las parejas (y tríos) habituales para otro de los asuntos que debatió el Congreso: la reforma del código penal para que no sea sancionable con cárcel la injuria al rey, el enaltecimiento del terrorismo o la ofensa a los sentimientos religiosos. Castigables podrían seguir siendo, pero con multas o labores sociales, no con prisión. En esta reforma sí coincide el PSOE con sus socios de la moción de censura, todos ellos muy críticos, en los últimos meses, con las condenas de prisión para raperos o tuiteros que ensalzaban a ETA o denigraban al rey. En su mano está, en efecto, modificar aquello que criticaban. Lo cual, por cierto, es una forma de admitir (al fin) que la responsabilidad última de cómo se castigan los actos y comportamientos es de quien hace las leyes. Los jueces y tribunales interpretan y es verdad que a veces interpretan de manera contradictoria, pero es quien hace y cambia las leyes quien tiene en su mano acotar los términos de las sanciones. Y esto que ahora está haciendo el Congreso —otra reforma del Código Penal— es lo que la propia fiscalía general del Estado le venía sugiriendo.
De la derogación de la pena de prisión permanente revisable, por cierto, nada de nada. Con lo beligerante que fue el PSOE en la oposición a la perpetua camuflada, como la consideraban los portavoces socialistas de entonces, a este no queremos acordarnos porque el sentir popular no es adverso.
Hasta aquí los debates relevantes en el Congreso, ayer. Porque luego tenemos a Esquerra Republicana, la que predica que Cataluña proclamó su independencia y camina hacia su Constitución y todo eso preocupada porque se celebran en España desfiles militares. Defendió ayer una propuesta para que no haya. Y se sumó Podemos, con el argumento notable de que hoy por hoy los desfiles sólo sirven….adivine usted para qué.
Eso es, para que se vean por la tele. Las audiencias televisivas, que parece que a Podemos, a estas alturas le molesten. El diputado Cantorné se puso ayer solemne para plantear una pregunta a sus compañeros de la comisión de Defensa.
Y en su afán por abrir, créanlo, de verdad un debate acudió con la respuesta a la pre-gunta que él mismo había hecho. Podemos propone que la fiesta nacional de España sea el 23 de abril conmemorando a Cervantes, a la corona de Aragón y a San Jorge.
Esto de ver a Podemos queriendo encomendar a un santo la fiesta nacional (santo, militar y romano, que todo eso era el caballero legendario del dragón y la princesa) es una novedad política de primer orden.
Un debate casi tan hondo como éste otro que se gestó, sin querer (créanme) en este programa.
Porque el lunes entrevistamos a Garcia Egea, secretario general del PP, e hizo una broma.
Y porque ayer, al preguntarle yo a Susana Díaz por qué no me quería responder a una pregunta sobre Esquerra ella quiso retomar la broma.
Pero sacada de contexto la broma, claro, no se entiende. Díaz está diciendo que ella no hace como García Egea, salir del paso respondiendo que él es murciano. Pero García Egea lo escucha (se lo contó Losantos cuando lo entrevistaba en EsRadio) y se pone serio.
Qué es y qué no es ser murciano. O cómo pretender hacer de la nada un escándalo.