Monólogo de Alsina: "A Sánchez le pasa lo que a May, que sus críticos les acusan a ambos de haberse dejado ganar el pulso"
En seis días,elecciones en Andalucía. Y en el campo de Gibraltar, que forma parte, claro, de Andalucía.
Quién les iba a haber dicho, hace quince días, a los candidatos mitineros que acabarían hablando de Gibraltar para intentarle quitar votos al de enfrente.
Teresa Rodríguez,Pablo Casado, Susana Díaz (a Juan Marín se le oye poco en los mítines porque el que más habla es Albert Rivera) metiendo el Brexit en el argumentario de campaña.
En siete días estaremos aquí contándoles quien gobierna Andalucía —o quién gobierna con apoyo de quién—. Y estaremos preguntándonos cuánto se demorarán las negociaciones para investir un presidente, o presidenta, sabiendo que hay otras elecciones en mayo (como poco municipales y europeas, no se descartan ya generales) en las que todos los partidos compiten contra todos. Cómo retratarse apuntalando al PSOE en Andalucía teniendo que pelear el voto en el resto de España.
La sorpresa de la semana pasada fue que el Brexit se convirtiera en asunto de política doméstica española. Desde el momento en que el ministerio de Exteriores admitió que no estaba al tanto de que el texto del acuerdo incluía una redacción ambigua que permitía interpretar que, en el futuro, Gibraltar sería, a todos los efectos, Reino Unido. Es decir, que la Unión Europea podría alcanzar acuerdos con el Reino Unido que afectaran a Gibraltar sin que España tuviera voz propia en esas negociaciones.
Ya sabe usted lo que pasó porque se lo fuimos contando aquí. El gobierno español dijo que el texto, en esos términos, no le valía y anunció que votaría en contra. El gobierno británico dijo que el texto ya estaba pactado con la comisión europea y que no podía modificarse. Sánchez metió toda la presión que pudo a Juncker y sus aliados europeos y el desenlace ha sido la más pura expresión de cómo se resuelven los problemas en la Unión Europea. A medias. El señor Juncker nos transmite todo su afecto…
…pero no lo bastante como para haber cambiado el texto del Brexit.El famoso artículo 184 no se ha tocado (tal como quería May) pero se ha añadido un nuevo documento en el que la Unión Europea le garantiza a España que, una vez consumado el divorcio, los acuerdos que puedan alcanzarse en el futuro con el Reino Unido no tienen por qué afectar a Gibraltar si España no quiere. Se lo firma Juncker y se lo firma también el embajador del Reino Unido. A esto es a lo que Sánchez llama la triple garantía. Que, en realidad, es la misma expresada por tres actores distintos: la comisión, el presidente del consejo y el gobierno británico.
Escuchando a Sánchez, casi vamos a tener que agradecerle a Barnier, el negociador europeo, que ninguneara a España en la negociación con la señora May. Porque resulta que hemos salido ganando.
‘Nunca antes’, dijo repetidamente el presidente. ‘Nunca antes’ y una conquista ‘sin precedentes’. La visión contraria es la que aportan Picardo, el gibraltareño, y la señora May. Frente al ‘nunca antes’ ellos dos sostienen que nada ha cambiado. La soberanía del Peñón sigue siendo británica y no hay obligación de revisar nada a ese respecto ni con la Unión Europea ni con España.
A Sánchez le pasa aquí lo que a May le está pasando en el Reino Unido. Que sus críticos les acusan a ambos de haber cedido, de haberse dejado ganar el pulso.
Aquí le dicen a Sánchez que se ha dejado meter un gol porque la carta que dice cómo ha de interpretarse el Acuerdo del Brexit no tienen valor jurídico. Lo tiene el Acuerdo. Y allí, en el Reino Unido, le dicen a May que pone en riesgo el estatus del Peñón porque España se asegura capacidad de veto para las negociaciones futuras con la Unión Europea.
Ayer le preguntaron, en Bruselas, a la presidenta de Lituania qué había pasado para que España acabara apoyando el texto del Brexit.
Si me permiten hacer una broma, usamos tretas. Prometemos prometer que haremos algo. ¿Sólo es una promesa? No, cumpliremos las promesas antes o temprano.
¿Y ahora qué pasa con el Brexit?
Pues que estamos un día más cerca del 30 de marzo, que es cuando se tiene que consumar el desenganche británico. Por vez primera (esto sí que ni había pasado nunca antes) un país miembro de la Unión coge la puerta porque prefiere recuperar su soberanía plena a seguir participando del proyecto conjunto. Pero los términos del divorcio sólo están aprobados, por ahora, por los jefes de gobierno europeos. Faltan capítulos. El texto lo tiene que ratificar el Parlamento Europeo (ahí no habrá problemas) y lo tiene que ratificar el Parlamento británico. Y ahí las cosas siguen estando cuesta arriba. No cuenta, hoy, la señora May con mayoría para sacarlo adelante. Y si el Parlamento británico no lo aprueba, todo lo negociado y firmado ayer se convierte en papel mojado. Porque habría quedado desautorizado el gobierno actual y porque se abriría el escenario más temido: la salida del Reino Unido sin condiciones acordadas por ambas partes.
Incertidumbre plena: cómo se hace el divorcio sin compromisos y sin reglas. Gibraltar incluido.