Antes de inventarse lo de la cogobernanza, el equipo de tuneado y camuflaje de la Moncloa se inventó aquello de la nueva normalidad. ¿Se acuerda usted de la nueva normalidad? La perra que cogió el presidente con la nueva normalidad. El escenario que siguió a las desescalada.
Según el semáforo del riesgo que elaboró el ministro Illa, la nueva normalidad requiere de una incidencia acumulada de menos de veinticinco casos por cien mil. Veinticinco. Por encima de veinticinco todos los escenarios son de riesgo. Hoy tenemos una incidencia de 865 casos (y eso que está bajando). Y como ayer dijo el portavoz del ministerio, Simón, que la tendencia sea aceptable no significa que no sigamos en emergencia sanitaria.
Ni en doscientos. Porque doscientos es riesgo alto. Que es como llevamos, en realidad, desde que terminó el verano. El Ministerio no se cansa de decir que doblegaremos la tercera ola como doblegamos la segunda, pero si doblegar significa 150 casos (máximo) por cien mil, nunca llegamos a doblegarla del todo. En el mejor momento de los últimos cinco meses, cuando la incidencia estuvo más baja (primeros días de diciembre) estábamos en doscientos.
Visto así, no hemos tenido una situación aceptable desde agosto.
Ahora, la historia de octubre se repite. ¿Qué historia? Pues la de Díaz Ayuso a contracorriente. Y tan feliz de interpretar de nuevo su papel disonante. Doña Anti Cierres.
Mientras los demás anuncian más restricciones para atajar contagios y frenar la llegada de pacientes a los hospitales al límite, Díaz Ayuso afloja las restricciones en la hostelería. Mientras los demás insisten al gobierno en adelantar el toque de queda a las ocho de la tarde, o a las seis, Díaz Ayuso anuncia que en breve lo retrasará a la medianoche, que es lo más tarde que le permite el decreto del estado de alarma. No, no es una cuestión de siglas o de ideología. Entre los presidentes que endurecen medidas y reclaman al gobierno que les de herramientas aún más severas están los Feijóo, los Mañueco, los Moreno o los Lópes Miras. O por decirlo más rápido, todos los del PP que no son Díaz Ayuso.
Se repite también la historia que en octubre ya protagonizaron los presidentes de las dos Castillas con Díaz Ayuso. La historia del recelo constante de los vecinos.
Los otros que van presumiendo de restringir menos tienen nombre: se llaman Isabel (Díaz Ayuso). La innombrable. O la innombrada. También estaba pensando en ella García Page cuando puso en circulación ayer el concepto éste (novedoso) de la fuga sanitaria.
'Fuga, literalmente' dice. Hombre, literalmente no será. No está prohibido abandonar Madrid. Si acaso lo que no deberían poder los madrileños es entrar a Castilla La Mancha sin una causa justificada, puesto que son los municipios de Castilla La Mancha los que tienen en vigor el confinamiento perimetral. Que a la vista de lo que dice su presidente, está en vigor pero nadie hace cumplir. Lo de la fuga es una manera de sugerir que estos cien mil madrileños huyen de la gestión que realiza la señora Ayuso. Bien es verdad que Castilla La Mancha tiene hoy peores datos de incidencia y de ocupación hospitalaria que Madrid. Podría parecer que Page lo está achacando a los cien mil hijos de Madrid, pero explíctamente, ¿verdad?, no llegó a decirlo.
Todos contra Ayuso (ella, encantada; y su jefe de gabinete, el señor Rodríguez, ni te cuento). La innombrable. O la innombrada.
Tampoco la llamó por su nombre la ministra Darias cuando ayer ponía deberes a los gobiernos autonómicos.
Ampliar las medidas para bajar los datos con mayor rapidez. A ver, que a la le llevan tomando la palabra los gobiernos autonómicos desde hace tres semanas: si el objetivo es bajar la incidencia más deprisa, ¿por qué no ha permitido el gobierno el adelanto del toque de queda (se preguntan), o la reclusión domiciliaria en municipios con mil quinientos casos por cien mil? Si predicas una cosa habrás de ser consecuente luego en las decisiones que tomas. Pero... no es el caso.
A los reclusos que cumplen condena por sedición no hay decisión judicial que les guste. Ahora están indignadísimos con el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por haber sentenciado que el gobierno catalán se pasó de frenada al suspender la convocatoria electoral del día 14. Quiénes se creen los jueces que son para andar fijando ellos la fecha de unas elecciones.
En realidad la fecha la fijó el señor Torrent, presidente del Parlamento catalán, cuando levantó acta de que ningún grupo presentaba candidato a la investidura y que, por tanto, empezaba a correr el plazo para la convocatoria automática de las elecciones. Lo que han hecho los jueces no es convocarlas, sino dar por válida esa convocatoria y negar validez a la suspensión que decretó el señor Aragonés. Y el Tribunal no se ha metido en este asunto porque le apeteciera enredar: le han metido en este asunto quienes recurrieron el decreto gubernativo, empezando por un abogado que se llama Asensio y al que el Tribunal ha venido a dar la razón. Ni Aragonés tiene competencias para suspender una convocatoria electoral en vigor ni la epidemia es causa suficiente para aplazar las urnas. ¿Por qué? Porque hoy los catalanes van a ir a trabajar, y a estudiar, y a hacer compras con las mismas medidas de precaución y el mismo riesgo que cuando vayan a votar.Si se puede hacer cola en la puerta de una tienda, por qué no va a poderse hacer en un colegio electoral.
No niega el Tribunal que una situación como ésta puede incidir en la participación, pero como inciden otras circunstancias sin que eso reste legitimidad al resultado que salga de las urnas. De manera que no, no estaba bien fundamentado el decreto del interino Aragonés. Y de manera que sí, a quien más le interesa que las elecciones sean cuanto antes, por aquello de que no se desinfle el efecto Illa, es al PSC. Sin que quepa concluir de eso que el Tribunal Superior es del PSC. Para llegar a esa conclusión tienes que ser Junqueras, o los Jordis, o Laura Borrás o un señor de la CUP. Y estar dispuesto a hacer campaña con cualquier cosa.