En España, el PP se identifica con el Partido Republicano con el mismo criterio con que el PSOE se identifica con el Partido Demócrata, tirando de brocha gorda y esquivando un montón de matices que distinguen bastante a unos partidos de los otros. Romney, como sabrá, dijo anoche en el debate de resurrección que le ganó a Obama, que él no quiere llevar su país “por el camino de España”. Dices: ¡otro! Un Sarkozy a la americana. Pues sí, pero el PP esta vez ha reaccionado de manera distinta. Cuando lo decía el francés -con tanta reiteración en sus mítines que acabó pareciendo ensañamiento-, los populares le justificaban porque sus dardos no iban dirigidos contra Rajoy sino contra Zapatero. Ya, pero en los mítines decía “España”, no “ZP”. Cierto, pero la diferencia entre entonces y ahora no es ésa.
La diferencia es que entonces Rajoy acababa de llegar a la Moncloa y ahora lleva ya una temporadita larga. Es decir, que hablar ahora de “el camino de España” no se relaciona con la política que hizo Zapatero sino con la que está haciendo Rajoy. Y por mucho que luego haya salido algún colaborador de Romney a matizar que su crítica es a la herencia recibida, no a la gestión del presidente de ahora, esa impresión ya ha quedado ahí, la de que España no va por buen camino (en opinión de este candidato, se entiende). Al PP, esto, es natural, le molesta.
Por eso salió esta mañana Cospedal a decir: “¡eh, Romney, que España no está ardiendo por los cuatro costados!” ¿Era eso lo que el republicano había dicho sobre nuestro país, que está ardiendo por los cuatro costados? Éste un asunto interesante: la diferencia entre lo que alguien dice y la interpretación que se hace de lo que ha dicho. La vehemencia con la que han replicado a Romney los portavoces del PP, del gobierno y también algunos comentaristas, revela que su frase se ha recibido como un ataque a España. Aunque, en su versión original, fue un ataque a una política económica que él no comparte y cuyos efectos entiende que están quedando en evidencia en España.
El aspirante republicano está marcando distancias con Obama: frente a la política económica que abandera el presidente, él propone hacer lo contrario; en lugar de gasto público para incentivar la actividad, recorte de gasto y bajada de impuestos. España aparece como ejemplo (y ésta es la parte más discutible) de la primera de esas políticas: la administración gasta tanto, necesita tantos recursos que la sociedad se ve sobrecargada de tasas para poder sostenerlo. El dato que ha utilizado es el del gasto público en España en relación con el PIB: del 42 %.
Aquí es donde Romney nos hace trampas, porque si ése era su único objetivo, repudiar un gasto público elevado, tenía otros países europeos en los que fijarse, con porcentajes más altos, Francia y Finlandia, con un 54%, el Reino Unido, en el 47%. Debería haber dicho “yo no quiero ir por el camino de Finlandia”, pero claro, Finlandia es un país que va muy bien, el ejemplo le saldría rana. Por eso recurrió a España, porque lo que buscaba no era un país cuyo porcentaje de gasto sobre PIB fuera equivalente o superior al de Estados Unidos, sino un país que evocara recesión, decrecimiento y paro. Y para eso España es un recurso fácil, admitámoslo, no sólo porque lleva saliendo todos los días en la prensa internacional desde hace dos años, sino porque es verdad que nuestra situación económica es muy mala.
Ciertamente no todo en España es miseria y pobres rebuscando en los contenedores -pretender que España es eso, o sólo eso, es no enterarse de nada-, pero hay dos datos que son inobjetables: nuestra economía está en recesión -seguirá estándolo el próximo año- y la cuarta parte de nuestra población activa está en el paro. O dicho en otros términos: cada vez andamos más justos de dinero para pagar cosas que son más caras e impuestos más abundantes y más altos. Mal rollo, desde luego, esto de que la palabra España se haya convertido en sinónimo de fracaso. ¡Es injusto!, decimos desde España, qué sabrá el tal Romney de nosotros.
Hombre, Romney sabe lo que ve en los recortes de prensa que le pasa su equipo de campaña: el Journal, el New York Times, el Finantial. Leyendo lo que los principales diarios vienen diciendo de nuestro país en los dos últimos años no es raro que uno llegue a esa conclusión; y seamos sinceros, leyendo los periódicos españoles, tampoco. ¿Será, entonces, tan injusto como nos parece a nosotros o será que desde fuera, con perspectiva, se ven las cosas con más claridad que desde aquí dentro? Lo curioso es que tanto Romney como el New York Times sugieren que “España” significa empobrecimiento. Pero el diario, que tiene a Krugman como referente doctrinal, lo menciona como prueba de que la terapia que se está aplicando en Europa (la austeridad de Merkel) es equivocada. Mientras que Romney lo menciona en sentido contrario, para él es la prueba de que una mayor intervención del Estado en todos los ámbitos, con subidas de impuestos para sostener un gasto público elevado, conduce al fracaso. Lo que para uno es consecuencia del ajuste, para otro es consecuencia del gasto.
En su crónica sobre el debate de anoche dice hoy el New York Times que pareció más una mesa redonda con un profesor universitario y un consultor de negocios. El primero sería Obama y el segundo, Romney. Y, en el fondo, tanto el debate como las elecciones de noviembre son eso: dos doctrinas económicas enfrentadas y por una de las cuales habrá de decantarse la ciudadanía norteamericana. Quedan dos debates más y queda campaña. Pero como en noviembre gane Romney, el principal derrotado, junto a Obama, será Paul Krugman.
Porque los norteamericanos habrán preferido un Estado con menos presencia, menor potencia de fuego y menos impuestos. Caso de que opten por la permanencia de Obama, estarán apostando por lo contrario: la confianza en que la inversión pública, aun a costa de una mayor presión fiscal, terminará redundando en mayor actividad económica, más empleo y unas cuentas públicas más saneadas. Dices: allí, por lo menos, pueden elegir. Aquí la política económica de Rajoy, como antes la de Zapatero, viene decidida de fuera. No tenemos banco central propio ni moneda que sólo sea nuestra, formamos parte de un club de países cuyos gobiernos han decidido que la austeridad es el camino, y encima necesitamos que nos presten cantidades tan elevadas que, en la práctica, estamos en sus manos. Por eso la política económica de aquí, tiene un poco de Romney y un poco de Obama.
Se persigue la reducción del gasto público, como le gusta a Mitt, pero como los intereses de la deuda también son gasto, éste o permanece o aumenta. Y para atajar el déficit que genera ese gasto superior a los ingresos, el gobierno ha elegido subir y subir impuestos, como haría Obama. En realidad la frase más demoledora que este Romney redivivo le soltó anoche a Obama no fue la de España, que tenía trampa, sino ésta otra que Rajoy debería tener presente porque él también se arriesga a acabar escuchándola: “Ha sido usted presidente cuatro años y la clase media ha salido crujida”.Obama intentará neutralizar esa conclusión en el próximo debate, el 16 de octubre. Si a Rajoy le dolió que Romney se metiera con España, a Zapatero le habrá dolido que Obama no sacara la cara por nosotros.
Para compensarlo, saquemos nosotros la botella de Magno y regalémonos un chorrito en el café, un carajillo, ¡vuelve el carajillo Magno a nuestras tardes de radio! Hoy para felicitar a Miguel Cabrera, el primer hispano -venezolano para más señas- que gana la triple corona de béisbol de la Liga Americana, es decir, el triplete: mejor promedio bateador, mayor número de home runs (que los latinos llaman jonrones) y de carreras impulsadas. Hacía 45 años que nadie lo lograba.