· En el día del Pilar, pero sin ofrenda floral.
· En el día de la fiesta nacional, pero sin desfile en la Castellana de Madrid.
· En el día de la Guardia Civil, pero sin actos que conmemoren su centésimo septuagésimo sexto cumpleaños.
Quién nos habría dicho allá por el mes de marzo, cuando aún nos parecía imposible que se prohibiera el público en los partidos de fútbol o que se suspendieran las Fallas, que llegaríamos a octubre con las fiestas del Pilar canceladas y anunciándose ya que no habrá San Silvestre vallecana el 31 de diciembre y que en muchas ciudades tampoco habrá cabalgatas.
Y quién nos iba a decir que veríamos a Nadal ganando Roland Garros (ésta es otra tradición anual) pero no en verano sino en otoño. Besando la Copa de los Mosqueteros con mascarilla.
La ventaja del tenis individual es que ahí la distancia de seguridad está garantizada. No hace falta ponerse mascarilla para jugar y no hay riesgo de contagio por aerosoles.
Día tras día, desde el mes de marzo, hemos ido interiorizando situaciones, y comportamientos, que hace siete meses nos resultaban increíbles. Entonces estábamos saliendo del invierno y confiados en que la llegada del calor sacara de nuestras vidas el virus éste. Ahora estamos iniciando apenas el otoño y si algo hemos asumido es que el virus sigue extendiéndose ---a razón de trescientos mil nuevos contagiados al mes--- y que la falta de herramientas plenamente eficaces para frenarlo (todo lo que tenemos son medidas que ayudan a moderar su incidencia) nos condena a este goteo diario de restricciones al movimiento, a los actos sociales y a las reuniones familiares.
Hoy no habrá recepción en el Palacio Real: se queda la prensa sin corrillos en los que sonsacar a los ministros y los dirigentes de la oposición qué es lo peor que llevan los unos de los otros. El único acto institucional hoy será el homenaje a los caídos en la plaza de la Armería y un desfile en miniatura en el que se recordará que la Legión cumple cien años. Estará el presidente del gobierno y su cohorte de vicepresidentes. Incluido el segundo, Iglesias, que se siente obligado a recordar a diario lo muy republicano que siempre ha sido. El ministro de Consumo, Garzón, tendrá ocasión de reprocharle personalmente al rey las maniobras que, según dijo él, está haciendo contra el gobierno legítimo de España. O no, porque el Garzón tuitero es más bravo que el Garzón en carne mortal, que es una versión aguada.
El lema que se ha elegido para esta liturgia de hoy es 'El esfuerzo que nos une'. No se rían porque está escogido, seguro, con la mejor voluntad. Pero es verdad que, con el coronavirus como acelerador de la discordia entre gobernantes, nos está quedando un país precioso de trifulcas regionales y agravios comparativos más simulados que reales.
El viernes el consejo de ministros decretó el estado de alarma en Madrid para garantizar que la ciudad permaneciera cerrada estos tres días. Incluido hoy, lunes festivo tan atractivo para hacerse una escapada. Precisamente para que nadie escape se optó por la vía expeditiva, una vez que el gobierno madrileño expuso que dictar una orden, por muy autonómica y ajustada a la legalidad que fuera, no obligaría inmediatamente a nadie. El ministro Illa abandonó su cultivado estilo fraternal para soltarle un sopapo al gobierno madrileño que el PP para usarlo contra el ministro. Esto de que los gobiernos con alma confinan ciudades en aras del bien común.
El PP se fue a buscar el ránking de comunidades autónomas por incidencia acumulada de coronavirus y le salió que la primera de la tabla es Navarra. Sigue siendo Navarra, que lleva por encima de los 600 casos por cien mil habitantes desde final de septiembre y con repunte a lo largo de toda la semana pasada. Éste es el grito de guerra que el viernes escogieron los populares: 'por qué Navarra no y Madrid, sí'. Después de haberse pasado dos semanas explicando que Madrid es diferente a todas las demás comunidades, que es España dentro de España y que no se pueden comparar situaciones, el gobierno madrileño quiere que se comparen porque entiende que Navarra ---gobernada por el PSOE--- es la prueba de la discriminación persecutoria que sufren los madrileños. Sánchez y la madrileñofobia.
Almeida también ha ido abandonando, como Illa, el espíritu conciliador que le hizo popular en toda España en primavera. Hoy hace de escudero de Ayuso en la revuelta madrileña contra el gobierno central. (Paréntesis: la revuelta de una parte de los madrileños; hay otra parte que está a favor del cierre de Madrid. En lo que probablemente hay mayoría absoluta es en estar hasta los bemoles de la bronca que se gastan los dos gobiernos, el central y el autonómico, desde hace siete meses. El palabro aquel que se inventó Montilla, desafección, está adquiriendo un significado nuevo en la relación de los madrileños con sus élites dirigentes. Cierro paréntesis).
Hoy sabemos cómo empieza la semana Navarra, pero no sabemos cómo la va a terminar. Los números ya eran malos el primero de octubre y son bastante peores llegado el día 12. La presidenta socialista, Chivite, anunció ayer que reduce más el número de personas que pueden reunirse, rebaja los aforos máximos y adelanta la hora de cierre de locales. Y como nos está quedando un país precioso de rencillas locales, tampoco se privó ayer la señora Chivite de dar réplica a los dirigentes populares.
Aunque a la presidenta le parezcan ya muy restrictivas sus medidas, está por ver que no tenga que restringir también los desplazamientos (que es algo que hasta ahora, salvo en algunos municipios pequeños, no ha hecho). La incognita, de hecho, con la que comienza la semana es si Pamplona, o alguna de las otras ciudades principales de Navarra, superará los tres indicadores que, según el plan del gobierno central, obligan a confinarlas.
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