Monólogo de Alsina: "Pedro Sánchez ha elegido darle tiempo a Maduro antes de mover ficha"
El viernes les decía a esta hora que la pregunta que había que hacerle al gobierno era bien clara: ¿quién es hoy, a su juicio, el presidente verdadero de Venezuela?
En caso de que Sánchez necesitara despachar con el presidente, a qué teléfono llama, al de Maduro o al de Guaidó.
La pregunta se la hizo Daniel Basteiro al ministro Borrell en la rueda del prensa de Moncloa.
No tuvo Borrell su día más lucido. No había tenido una semana fácil con este asunto. Hombre, si el periodista pregunta qué posición tiene España carece de sentido responderle que necesita hacer un máster en derecho internacional para responderla. Se entiende que es Borrell quien ya tiene el máster hecho. Y quien, en consecuencia, ha de responderla. Pero es que, además, si a quien se reconoce es al Estado venezolano y no al gobierno, ya me dirá usted qué hacemos todos desde el jueves preguntándonos a quién reconoce España o deja de reconocer.
El viernes nos preguntábamos también a qué esperaba el presidente del gobierno para comparecer ante la opinión pública a hablar él, que para eso éste es un asunto altamente sensible para España y para eso es el presidente. El sábado a eso de las diez anunció Moncloa que comparecería Sánchez al mediodía para hacer una declaración oficial sobre Venezuela. Un cuarto de hora antes de las doce, los periodistas que cubren la información de presidencia recibieron el avance de lo que iba a decir Sánchez y así lo publicaron minutos antes de que éste hablara: "España reconoce a Guaidó como presidente". Ésa iba a ser la noticia. Sin la menor ambigüedad y sin más plazos. "España reconoce a Guaidó". Pero empezó la declaración de Sánchez y el reconocimiento no aparecía por ningún lado. De hecho, no apareció.
Una de dos: o en la Moncloa hay portavoces que no saben distinguir un reconocimiento oficial de esto que hizo Sánchez, o algo ocurrió para que lo que iba a ser ya se haya aplazado ocho días. El reconocimiento a Guaidó quedó supeditado a lo que haga Maduro, que es tanto como dejar en manos de Maduro lo que acabe haciendo España y es tanto como reconocerle a Maduro que el encargado, hoy, de convocar las elecciones es él. Y no Guaidó. Ya puede insistir el gobierno en que esto no significa que se le esté reconociendo a Maduro una legitimidad que no tiene que, en la práctica, eso es lo que se ha hecho. Hasta el sábado la posición era: el mandato de Maduro ya expiró porque ni las elecciones del año pasado ni la toma de posesión han sido constitucionales. Desde el sábado la postura es: bueno, vale, pero admitimos que el que manda es él y hay que pedirle a él que abra la mano. Bueno, ‘pedirle’ no, exigirle. Por eso los medios lo hemos llamado ultimátum. Y por eso Maduro se revuelve al grito de quién es España, quién es Europa, para darle a él un ultimátum.
Claro, visto desde los ojos, y la bota militar, del tirano, si le están reconociendo que el que manda es él, cómo se les ocurre pensar que va a tragar mansamente con una injerencia y una imposición tan enorme. Ésta es la situación a 28 de enero: en contra de lo que predican Felipe González, Aznar, los americanos Macri, Duque, Piñera, Bolsonaro, Trump, Trudeau, el presidente Sánchez ha elegido darle tiempo a Maduro antes de mover ficha. Puede que Sánchez esté en lo cierto y los demás se equivoquen, pero los días van a ir pasando y el domingo tendrá que explicar nuestro gobierno por qué Guaidó adquiere ese día la legitimidad presidencial que hoy todavía no se le reconoce y qué supone que la adquiera. O esa, qué pasa cuando Maduro no convoque elecciones.
Entretanto, ya sabrá usted que Sánchez ha dicho que el PP y Ciudadanos se aprovechan del dolor de los venezolanos y carecen de escrúpulos (de Felipe González, que tiene la misma posición que el PP y Ciudadanos, no ha dicho nada) y ya sabrá que ha proclamado que ser de izquierdas no tiene nada que ver con respaldar a un tipo de Maduro: esta declaración que habrá que ver si repite Sánchez cuando llegue a México y tenga a su vera al izquierdista presidente de ese país, López Obrador.
Que lo sepa López Obrador, que lo sepa. Y ya sabrá usted, en fin, que Maduro ha vuelto a exhibirse como el pésimo cómico que es. El sábado le debió parecer muy gracioso contar que el ministro estadounidense de Exteriores había abandonado la reunión del consejo de la ONU en la que Rusia y China habían socorrido al chavismo cubriéndole con su escudo anti sanciones.
Segunda semana de conflicto. Sin taxis en Madrid y con acampada de taxistas en la plaza de Colón. Ayer ocuparon la Castellana, hoy habrá caravanas lentas por las carreteras nacionales. Dicen que no quieren perjudicar al ciudadano, menos mal.