OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Presidente, ¿mantiene lo del cumplimiento íntegro?"

Carlos Alsina reflexiona sobre el anuncio por parte del Gobierno de que empezará a tramitar los indultos a los condenados por el procés la semana que viene.

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Carlos Alsina

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Hagamos memoria de nuestra democracia reciente. En atención a la vicepresidenta Carmen Calvo, que con tanta razón sostiene que tenemos que saber de dónde venimos.

Veamos de dónde venimos.

El Tribunal Supremo emitió sentencia sobre el llamado juicio del procés el 14 de octubre del año pasado (pronto se cumplirá un año). Gobernaba ya Pedro Sánchez. En funciones. Había naufragado la negociación con Podemos y el presidente aspiraba a que las urnas de noviembre le dieran una mayoría más abultada. La estrategia en aquel momento era diferenciarse de Podemos y comerle terreno a Ciudadanos incidiendo en los temas más sensibles para los votantes naranjas. Uno, sobre todo. Cataluña.

El mismo día que el Supremo condenó a Oriol Junqueras, los Jordis, Forcadell por sedición, el presidente Sánchez compareció en Moncloa para decir esto.

‘Su íntegro cumplimiento’ en el Sánchez de entonces significaba sólo una cosa: que no habría indultos.

En los días siguientes a la sentencia hubo altercados en Barcelona, contenedores ardiendo, escaparates rotos, violencia. Sánchez señaló a Torra como consentidor e incluso inductor de aquellos comportamientos. ‘Que condene la violencia’, y aunque Torra se desmarcaba el presidente decía que ‘no bastaba’. En aquel momento, vísperas electorales, a Sánchez le interesaba alimentar la idea de que el independentismo amparaba los desórdenes públicos y él estaba dispuesto a meterlo en vereda.

Entrevisté a Pedro Sánchez en la Moncloa el 31 de octubre. Le pregunté si así como había apoyado una reforma legal que impide que sean indultados conde-nados por corrupción, impulsaría una reforma que impidiera que se indulte a condenados por sedición. En su respuesta, el presidente remite a lo que antes hemos escuchado: lo del cumplimiento íntegro de la sentencia.

No había debate. Los condenados no querían el indulto. Pero incluso si alguien lo pidiera por ellos, Sánchez reiteraba: cumplimiento íntegro. Después de aquella entrevista llegó el debate electoral en televisión. Al que acudió el presidente en funciones con una lista de medidas que prometía aplicar si los votantes le confiaban el gobierno de España.

Era el Sánchez que iba a por los votos de Ciudadanos. Iba a acabar con el adoctrinamiento independentista, con la manipulación de TV3 y con la convocatoria de referendos de independencia. Cárcel para quien los organizara.

No ha pasado un año de todo aquello.

Al presidente le salió mal la apuesta electoral, su mayoría no creció, tuvo que compartir el gobierno con Podemos y le debe la investidura a Esquerra Republicana. Es sabido que el mayor triunfo de Sánchez y su equipo de contorsionistas sobre hielo es que la sociedad española se ha ido acostumbrando a no darle demasiado valor a nada de lo que dice, sabedora de que lo que en octubre le parecía un peligro para España (el independentismo y Podemos), en septiembre le parezca la garantía de que España se salva; lo que en 2017 le parecía una gravísima rebelión contra la sociedad española en 2020 le parece un error de cálculo que no puede condicionar el futuro de Cataluña.

El gobierno anunció ayer con trompetería que en breve se inicia la tramitación de las peticiones de indulto para los condenados del procés. Y todo el mundo tradujo que estaba anunciado que los concederá. El anuncio lo hizo el ministro Campo como quien pasa revista a las funciones burocráticas asignadas a su departamento.

‘Esos que a usted le preocupan, porque le afectan’, se lo decía a la señora Borrás, delegada de Puigdemont en el Congreso. (Puigdemont, el expatriado que aún no ha podido ser juzgado). En rigor, el indulto afecta sólo al conde-nado para el que se pide, no a una diputada que ni siquiera ha preguntado por ello. Pero el ministro sabe lo que dice porque él mismo incluyó este anuncio entre las pruebas de que su gobierno apuesta, dijo, por el diálogo para solucionar el conflicto. Y por eso a todo el mundo le sonó a que serán concedidos.

Da igual que luego salga la vicepresidenta a decir que el gobierno está obligado a tramitar todas las peticiones de indulto (así es) porque es el propio gobierno el que quiere que se sepa que inicia la tramitación como prueba de su voluntad de diálogo. Como prueba de que se relanza esto que el departamento de luz y de color de la Moncloa bautizó como ‘Agenda del Reencuentro’. Y que incluye lo mismo un indulto, que una rebaja de la pena de sedición, que una mesa de negociación que da igual que se reúna mucho o poco porque de lo que se trata es de tenerla ahí por si hace falta lucirla. Como prueba, en fin, de que aquel Sánchez que aseguraba el cumplimiento íntegro ya no existe.

¿Dieron los votantes su apoyo a Sánchez para todas estas cosas que nunca estuvieron en su programa electoral? ¿Cómo era lo que prometió? enseñar Constitución en la escuela catalana, liberar TV3 del sectarismo indepe y castigar con cárcel los referendos ilegales.

Hay gobiernos que se plantean el indulto como la forma de reparar una injusticia y hay gobiernos que se lo plantean como un comodín para hacer política. El de Sánchez es de los segundos. De momento, a tramitar. Los indultos y la rebaja de la sedición. Y luego ya, dependiendo de cómo vaya la legislatura y qué le convenga en cada momento al presidente, tirará para adelante y sacará a todos de la cárcel o endurecerá el gesto y amagará con aplicar el 155. Tenemos un presidente de tan amplio espectro que todo le cabe.

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