OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Para lo que ha sido el procés que siga habiendo 600.000 personas maravilladas es reseñable"

La revolución de las sonrisas. Escenas del oasis de convivencia, tolerancia y buen talante de la República Catalana.

Carlos Alsina

Madrid |

• Varios cientos de alborotadores queriendo asaltar el edificio del Parlamento anoche. Vallas tumbadas, piedras y latas lanzadas contra los Mossos d'Esquadra, insultos a los policías, gritos de puta España. Queman una bandera.

• Los periodistas de medios nacionales, acosados, increpados, por tipos que se tapan la cara, que intentan tapar las cámaras. Lanzan botellas de plástico, lanzan latas y uno de ellos le da a la reportera de TVE con una piedra.

• Y más encapuchados, y más acoso, y más amenazas. Dos periodistas de Antena3, también increpados. Saboteron su trabajo.

• Los violentos gritando traidores a la puerta del Parlamento, se entiende que pensando en los diputados independentistas de los que esperan (o esperaban) que consumen ya la independencia prometida. La CUP acusando al gobierno autonómico de ejercer la represión contra la voluntad popular. Pronuncian las dos palabras malditas: cargas policiales.

No consta que haya nadie detenido por los desórdenes públicos de anoche. Tampoco que la portavoz del gobierno Torra se escandalizara tanto por estos desórdenes nocturnos como se había escandalizado por la mañana al escuchar el himno de España sonando desde la habitación de un hotel en plena ofenda floral a Rafael Casanova. Seguramente porque a la noche no estaba muy al tanto de lo que sucedía en el Parlament porque estaba pendiente del acto lírico-doliente que organizaron en la plaza de Sant Jaume para leer textos de los reclusos preventivos con música de fondo.

Apelando a la emoción como palanca para mantener viva la supuesta resistencia. Antes había proclamado, desafiante, Marcel Mauri, de Omnium Cultural, dirigiéndose a Pedro Sánchez: "te quedan dos meses para liberar a los presos. Te ha dicho la ONU que hay que soltarlos". Tranquil, Mauri, tranquil, que la prisión preventiva en delitos graves puede extenderse dos años sin incumplir norma alguna. Y antes de que se cumplan dos años, tendremos sentencia. En caso de condena, seguirán presos no preventivos sino cumpliendo pena.

Es verdad: los encapuchados tiravallas no representan a los cientos de miles de manifestantes que ordenadamente participaron en la manifestación de la Diada. La marcha discurrió, como es tradición, en ambiente sosegado (más rutinario que festivo este año) y con asistencia multitudinaria.

600.000 asistentes son muchísimos asistentes. Para lo que ha sido el procés, quiero decir. Siete años avanzando hacia ninguna parte, con los líderes de la cosa predicando ahora que todo era simbólico, sin trascendencia, una cosa política, señoría, no vaya a pensar que íbamos en serio, para lo que ha sido el procés que siga habiendo 600.000 personas maravilladas con este festival de luz y de color es reseñable.

Lo más revelador de la Diada fue la entrevista que le hizo Basté a Joaquim Torra. Pregunta: usted dice que se hará efectiva la República. ¿Cómo? Proclamando la independencia, organizando otro referéndum, ¿cómo?

No se atreve a nada nunca Torra. ¿Nos mintieron? Ay, no me pida que diga eso.

¿Descarta proclamar la independencia cuando salga la sentencia? Uy, bla bla bla, bla bla bla, que si la unidad y no sé qué. ¿Y por qué no libera a los presos abriendo las cárceles?

Es que los funcionarios no van a hacer lo que yo les diga. Y así todo.

Seiscientas mil personas son muchas personas. Ahora, si ésta es la respuesta tsunami que Torra y sus palmeros anunciaban a la sentencia del Supremo, poca respuesta es.

El tsunami de la señorita Pepis, visto lo visto. Por cierto, a Laura Borrás, delegada de Puigdemont en las Cortes y persona muy leída, alguien debería recordarle que un tsunami, por definición, es una cosa destructiva que arrasa todo lo que encuentra y causa enorme daño.

El Rey ha llamado hoy a Zarzuela a la presidenta del Congreso, Meritxel Batet, se entiende que para preguntarle qué sabe ella de la no investidura. Pasito a pasito hacia las cuartas elecciones generales en tres años.

Como el artículo 99 de la Constitución sigue vigente, y como a Sánchez ya se le pasó la pamema aquella de reformarlo para que el candidato sea investido como sea, le corresponde al Rey, a través de la presidenta del Congreso, proponer un aspirante a la cámara. O sea, que es cosa de dos. O de tres, porque el candidato tiene que aceptar ser propuesto. Así que don Felipe cita a Batet para que ella le cuente lo que hay, montar la ronda de consultas y cumplir con la liturgia antes de ir a elecciones de nuevo.

Seguramente el Rey tiene la misma impresión que la mayoría del país: que habrá elecciones porque Sánchez ha concluido que le conviene que las haya y porque Iglesias dejó pasar el tren de la vicepresidencia social para Irene Montero. Aquel fue el único momento en que la investidura tuvo visos de ir a ser cierta: Sánchez desdiciéndose a sí mismo, resignándose a ofrecerle al compadre Iglesias cuatro ministerios, Podemos poniéndose estupendo porque el PSOE iba tragando con las exigencias y Esquerra ofreciéndose de costalero para engrasar el pacto de gobierno.

Luego ya sabe usted lo que pasó. Se les rompió el amor de tanto usarlo y llegó el desamor, el desquite y los reproches mutuos.

Lo de ayer, en el Congreso, fue tocar fondo. La disputa de pareja con público presente. Pedro y Pablo, Pablo y Pedro. Después de la fase psicoanalítica que inauguró hace una semana el doctor Ábalos (sus reflexiones sobre la humillación de Pablo y su orgullo herido), ayer la cosa entró en la fase bochorno, vergüenza ajena. Que no me llamas. No quedas conmigo. No me tomas en serio, cari.

Quedó claro el desengaño de Pablo porque Pedro no le llama. Y quedó claro que él tampoco ha llamado a Pedro porque dice que quien ha de llamar es el otro. Al reproche-gimoteo del líder morado respondió el aludido con el mayor de los desdenes.

Que no le llama, vamos. He aquí las dos personas sobre las que iba a haber descansado la gobernación de España. (Perdón, la gobernanza). Que no me llamas. Que no te llamo. Oigan, búsquense un mediador conyugal, un psicólogo; búsquense un mediador internacional, una casa en Oslo, un relator, un cura rojo, pero resuelvan ustedes en privado sus despechos y evítennos este trago.

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