El monólogo de Alsina

El monólogo de Alsina: Y de pronto, la ausencia

Les voy a decir una cosa.
Y de pronto, la ausencia. De pronto, la certeza de que no habrá más. No habrá más bromas compartidas, más confidencias, no habrá más conversaciones, más contacto, más noches, más mañanas, no volverá a entrar una llamada, un mensaje, un guasap.

ondacero.es

Madrid | 24.03.2015 20:33

De pronto, hacerse a la idea -como si uno pudiera hacerse a esa idea- de que esa persona no volverá, no habrá viaje de vuelta, ni anecdotario que compartir, ni fotos que mostrar ni abrazos que dar y recibir. De pronto, una vida cortada y tu mundo, boca abajo. La muerte inesperada y, para siempre ya, la ausencia.

Poco antes del mediodía se supo del accidente. El avión comercial estrellado en algún lugar de los Alpes. ¿La compañía? La alemana Germanwings, propiedad de Lufthansa. ¿Destino? Dusseldorf. Aeropuerto de partida: uno de los nuestros, El Prat, en Barcelona. A eso de las nueve habían empezado a embarcar los 140 pasajeros. Uno a uno les fueron saludando, cordialmente como siempre, los tripulantes de cabina. Desconocidos los unos para los otros pero habiendo hecho un montón de cosas iguales en los minutos previos. Madrugar, para estar a tiempo en El Prat, despedirse de familiares o amigos que los habían acompañado hasta allí, pasar el control de seguridad, aguardar a que se abriera el embarque. Compartieron espacio, compartieron despegue, compartieron vuelo —desconocidos los unos para los otros— y comparten ahora crónicas en los medios informativos. Es de todos ellos de quienes estamos hablando desde que antes del mediodía se conoció que se había perdido la señal, cincuenta minutos después de despegar, aún quedaba una hora y media de vuelo. El controlador aéreo emitió un aviso de emergencia cuando el aparato estaba a unos dos mil metros de altura en una zona montañosa que tiene cimas de hasta tres mil. Y es por ellos por quienes lloran hoy  aquellos que les conocen, que les quieren y que se resisten —incapaces— a hablar de ellos en pasado. Para el resto del mundo, para nosotros, el accidente de hoy es una noticia, desgraciada, amarga. Una terrible noticia. Para ellos es un giro brutal e inesperado que esta mañana ha dado su vida. Se les ha venido el mundo encima.

Ésta es la historia del vuelo 9425 de la Germanwings, un Airbus 320 con seis tripulantes y 144 pasajeros, cuarenta y cinco de ellos con apellido español, según el manifiesto de vuelo. El avión que se estrelló sin que sepamos aún qué fue lo que falló, o qué diablos pasó a bordo, pero sabiendo que segó de golpe, al reventarse contra el macizo montañoso, la vida de todas estas personas. Los medios le estamos dando vueltas a las preguntas habituales, si hay precedentes de accidentes parecidos, si está confirmado que perdió altura aceleradamente, y el porqué, que tipo de fallo técnico explica un descenso como ése, si el aparato había pasado sus revisiones, si era nuevo o era viejo, si pudieron bloquearse congeladas las sondas del ángulo de ataque entrando en pérdida, si cabe pensar —-línea roja—- en otras hipótesis diferentes a la del accidente. Nos hacemos las preguntas aun sabiendo que nadie tiene, hoy, las respuestas. Hay expertos, claro, que conocen los aviones, que han investigado decenas de accidentes aéreos, y son ellos los que más empeño ponen en recordarnos que la averiguación requiere de información precisa y de tiempo para analizarla. Son ellos los primeros en saber que el día que esas respuestas se alcancen, a los medios nos interesarán ya menos que las hipótesis —sólo hay hipótesis— entre las que hoy nos movemos.

Las familias de las 150 personas desaparecidas lo único que se están preguntando es si de verdad no hay esperanza de que los suyos hayan sobrevivido. La autoridad, el gobierno francés, ha descartado que nadie haya podido salvar la vida. Pero cómo no va a permitirse uno el derecho a dudar. ¿Acaso han llegado los equipos de rescate al lugar del impacto?, se repiten las familias. ¿Acaso no ha habido historias extraordinarias de supervivencia en otros accidentes aéreos? Si aún no han encontrado los cadáveres  por qué afirmar que todos han muerto. El clavo ardiendo. De las familias. Atrapadas en la asfixiante espera. Cómo lidiar con la espera de noticias, de certificaciones, de pruebas. Sin nada que poder hacer uno mismo cuando el cuerpo lo que te pide es moverte e ir a buscar por ti mismo.

Los gobiernos de España, Francia y Alemania han organizado grupos de altos cargos que se ocupen de gestionar la información y la atención a todas estas familias –lo llaman gabinete de crisis-. A Francia le corresponde dirigir la recuperación de los cadáveres (si ello fuera posible) y la investigación que conduzca a esclarecer lo ocurrido. Una primera caja ha sido recuperada esta tarde. De Alemania y de España son la mayoría de los viajeros fallecidos. 67 alemanes. 45 españoles. Han empezado a conocerse esta tarde datos personales de algunos de ellos. De los dieciséis adolescentes alemanes (cuarto de la ESO) y dos profesores habían estado esta última semana en Llinars del Vallés, Barcelona, en un intercambio. Hoy regresaban a casa y a punto estuvieron de perder el avión porque uno de los chavales se había dejado el pasaporte. De los cuatro trabajadores de Nutrisport, una empresa de Argentona. Dos empleados de Delphi, otros dos de la Fira de Barcelona. La compañía aérea, con la relación de pasajeros en la mano, ha estado tratando de localizar hoy a las familias de todos ellos para informarles de lo sucedido y de la ayuda que se pone a su disposición. Es potestad de las familias autorizar, o no, que las identidades de los fallecidos se difundan. También los gobiernos de España y de Alemania han encomendado a sus cónsules en Dusseldorf y Barcelona la atención directa a los familiares.

En Seyne les Alpes, la localidad más próxima a donde se ha estrellado el avión, ha quedado habilitada la base de operaciones de los gendarmes y bomberos que están participando en la inspección y recuperación de los restos mortales y los restos del aparato. Mañana estarán allí el presidente Hollande y los jefes de gobierno de Alemania y España. Harán acto de presencia en el lugar que, para estas más de cien familias, significa, ya para siempre, la ausencia.