OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El pueblo británico blinda a su primer ministro y la decisión de salirse de la Unión Europea"

El día en que comienza el reinado de Boris Johnson en el Reino Unido.

Carlos Alsina

Madrid |

Era su primer examen en las urnas y ha arrasado. Victoria inapelable y mucho más amplia de lo que contempló ningún sondeo. No sólo alcanza la mayoría absoluta, es que le sobran cuarenta escaños para tenerla.

El pueblo británico blinda a su primer ministro –-controvertido, polémista, provocador primer ministro que antes fue periodista— y blinda la decisión de salirse de la Unión Europea. Nunca llegó a celebrarse el segundo referéndum del Brexit pero las elecciones de ayer vienen, también, a serlo. La bandera de Boris Johnson es consumemos ya el divorcio y esa bandera le ha merecido el abrumador apoyo de los británicos. No hay, por tanto, marcha atrás. Al revés. Hoy la Unión Europea tiene al otro lado del canal un gobierno más fuerte y más decidido a romper amarras que el anterior. Aunque también con mayor margen –-manos libres—para sacar adelante en el Parlamento las condiciones que, para ese divorcio, pacte el primer ministro con Bruselas.

La histórica victoria del hombre del pelo amarillo supone el hundimiento del Partido Laborista. De su líder (agarrando ya la puerta de salida, Jeremy Corbyn) y de su giro a la izquierda. Lo que va de Blair y Gordon Brown a Corbyn es la diferencia entre gobernar el país o no alcanzar los doscientos diputados de un parlamento de 650.

Y ahora que el Bréxit se abre camino sin reservas, atentos a Escocia y al partido que ha conseguido 55 de los 59 escaños que allí se disputaban. Es independentista, a diferencia de los de aquí siempre ha respetado las reglas, pero va a empezar hoy mismo a reclamar un nuevo referéndum porque los escoceses sí quieren permane-cer en la UE.

Ya saben los gobernantes del resto de Europa lo que hay y pueden empezar a hacer planes para el 2020. El año en que, en teoría, la Unión Europea perderá a uno de sus socios principales y encarará la reconversión de sus sistemas productivos para acelerar en la reducción de emisiones de carbono: la nueva economía, el pacto verde, que presentó la comisión europea esta semana y sobre el que volveremos esta mañana. De la mano de Iberdrola, que hace posible que este programa se emita hoy desde su sede junto al recinto ferial de Ifema, donde concluye este viernes la cumbre de la ONU sobre el clima.

Los programas para paliar el cambio climático serán lo más relevante que van a tener (o tienen ya) los gobernantes de todo el mundo entre manos, pero no parece que estén entre las prioridades de los negociadores que andan regateando el precio de la investidura, en España, de Pedro Sánchez. No consta que el estado del planeta haya merecido ni medio minuto de las varias horas de negociación que ya acumulan el partido de Sánchez y el partido de Oriol Junqueras. Lo de ellos es, como se sabe, ver cómo se le da la vuelta a la historia para convencer a la opinión pública de que aquello que en febrero parecía una provocación inaceptable al gobierno de España –-exigirle una mesa de negociación con relator para abrir camino a la autodeterminación— ahora le parezca perfectamente asumible a ese mismo gobierno, que sigue siendo, en funciones, el de Sánchez.

Ésta es la sucesión de episodios de las últimas horas: Sánchez se come todo lo que dijo sobre Torra y le convoca a un encuentro amigable al que el muñeco acudirá con la ratafía y el presidente, con la vaselina. Sale la portavoz del gobierno catalán y lejos de agradecer que el presidente se abra (a recibir a su jefe) le suelta un bofetón despechado. Y remata la escena Junqueras con su propio apreteu apreteu: hoy dice en La Razón que por supuesto la negociación entre los dos gobiernos consiste en encontrar la manera de que la autodeterminación acaba siendo posible.

El PSOE es el que va cediendo. Junqueras y Puigdemont son los que van ganando metros.

En la Moncloa nadie se molesta en desmentirlo. Sánchez le ha levantado el castigo a Torra sin que Torra haya hecho nada porque así se lo exigió Esquerra Republicana para seguir negociando. Forma parte del precio no que el presidente pagará por su investidura, sino que está pagando ya. Esquerra exigió la rehabilitación de Torra no porque se haya vuelto fan de la criatura puidemónica, sino porque Torra, por más que les disguste, es el presidente de la Generalitat de Cataluña. O en el universo paralelo del independentismo, el presidente de esa nación sometida que se llama Cataluña. ¿Y por qué necesita Esquerra que Sánchez rehabilite a Torra? Pues para poder pasar a la siguiente exigencia: la mesa. Con dos partes que negocian. A un lado, Sánchez. El gobierno de España. Al otro lado, Torra con Aragonés, el gobierno heredero del que promovió la sedición.

Sentar a Sánchez y Torra en la mesa de negociación. De igual a igual. Para consumar la distorsión suprema: el conflicto que, según el independentismo, enfrenta a Cataluña con el Estado español por culpa del Estado español.

No hay más conflicto que el que ha querido introducir el independentismo al no lograr que el resto de los ciudadanos, catalanes no independentistas incluidos, tragaran con su empeño en privar a los demás de su derecho a decidir. El conflicto lo crean quienes no aceptan que carecen del derecho a imponer a los demás su punto de vista. Y lo aceleran cuando arremeten contra los demás –--eso es el Estado--- para intentar salirse con la suya. Ése, y no otro, es el famoso conflicto. Dos millones de ciudadanos que se arrogan el derecho a que cuarenta millones se callen mientras ellos deciden dónde empieza y dónde termina España.

Sánchez ya ha empezado a tragar. Se empieza aceptando que hay un conflicto de Cataluña con el Estado, se sigue aceptando copresidir una mesa de negociación con Joaquim Torra y se remata pidiendo perdón por no haberle puesto la alfombra roja a los promotores de una sedición. El PSOE proclama que nada de eso pasará, pero el primer sapo ya lo digirió con complacencia: el conflicto por aquí, el conflicto por allá. El mantra monclovita de estas navidades es ‘naturalmente que hay un conflicto, ¿o es que no ven que llevamos años con este tema?’ Bueno, también llevan millones de españoles años y años reclamando que se despenalice la eutanasia, por ejemplo, y aún no lo han conseguido porque no ha habido mayoría que avale la reforma legal necesaria. Y no por ello han decidido despenalizarla por su cuenta o exigir al Estado que se siente a negociar. La negociación de las reformas de las normas se hace en el Parlamento. Y si no tienes mayoría para salirte con la tuya, te pones a trabajar para conseguirla.

El miércoles, en la Moncloa, compareció el candidato que el rey acababa de proponer a la investidura. Que es el presidente en funciones que desde las elecciones de hace un mes no ha dado una sola entrevista. Que lleva negociando desde hace un mes con la falsa bandera de la transparencia y cuya posición de ahora es la contra-ria a la que mantuvo durante la campaña.

Y siendo todo eso así, el equipo del presidente impuso a los periodistas la obligación de ponerse de acuerdo entre ellos porque sólo dos podrían hablar y sólo para hacer una pregunta cada uno. Ya escuchamos ayer el prémbulo que hizo a la pri-mera pregunta el periodista Daniel Basteiro.

A Sánchez se le escucha confirmar que está al tanto de la limitación, no dice nada al respecto, responde a las dos preguntas y se marcha para casa. Las asociaciones de periodistas de España que agrupa la FAPE han emitido un comunicado en el que recriminan al presidente que sólo deje que se le pregunten dos cosas. Es un desprecio, dice, a los periodistas y a los ciudadanos.

Los periodistas que cubren la información de Presidencia han perdido la paciencia con el equipo del presidente

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