OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Si Puigdemont y su mascota Comín quieren estar en Estrasburgo pueden, pero como turistas"

Un saludo a los setecientos cincuenta diputados europeos que no se llaman ni Puigdemont niJunqueras niComín y que ya estarán resignados a que nadie se fije en nada de lo que hagan.

Carlos Alsina

Madrid | (Publicado 02.07.2019 07:42 )

Los eurodiputados de verdad asisten hoy a la primera sesión del nuevo Parlamento Europeo, éste que algunos temieron que tuviera dentro un caballo de Troya tan enorme que acabara derrumbando Estrasburgo pero que ha salido de las elecciones de mayo más sólido, y más parecido a los de antes, de lo que profetizaron los nostradamus. Hay un grupo muy numeroso de eurófobos, populistas, extremistas de todo signo, deseosos de revertir el proceso de integración europea, pero hay más de los otros, eurodiputados que están por seguir adelante y que componen los grupos mayoritarios.

De ninguno de ellos hablaremos hoy tanto los medios —admitámoslo— como de dos que no son eurodiputados aunque se presentaran en una lista: Puigdemonty su mini yo, Comín. Compañeros de fatigas —bueno, fatigas pocas— y residentes en la mansión de Waterloo. Los dos salieron por piernas de España en 2017 para evitar que la fiscalía los interrogara. Los dos tienen un juicio pendiente en el Supremo. Los dos se presentaron a las elecciones europeas no porque tengan una vocación irresistible por la vida parlamentaria sino para hacerle la puñeta al Estado español. Las europeas eran la vía para meter la cabeza en el Parlamento Europeo, reclamarse inmunes y subirse al púlpito a predicar lo opresor, represor, inquisidor, franquista, fascista (y no sé cuántas cosas más) que es el reino de España. Legal fue su candidatura, aunque políticamente fuera un fraude porque no perseguía representar a la sociedad española en Estrasburgo. Perseguía torear a la justicia española.

La astuta maniobra diseñada por el profeta y su cohorte de penalistas, de momento les ha salido rana. Para poder sentarse en el cómodo sillón del pleno del Parlamento han de cumplir con la legislación española, es decir, pasar por Madrid a recoger los papeles. Ninguno de los dos recogió nada —porque siguen teniendo pendiente el juicio— y no aparecen, por tanto, en la lista oficial de eurodiputados españoles. La figura de eurodiputado por Waterloo no existe. Y el plan de personarse hoy en el pleno para lucir palmito se les ha venido abajo porque el Tribunal General de la UE les ha dicho que ajo y agua. Por lo menos, hoy. No acepta las medidas cautelares y deja el fondo del asunto para más adelante.

Si Puigdemont y su mascota quieren estar en Estrasburgo hoy naturalmente que pueden, pero en la puerta del Parlamento como turistas. Haciendo fotos del edificio, desde fueran, y disfrutando de la hospitalidad francesa. Es decir, como van a hacer varios cientos de fans de Puigdemont a los que les ponen autocar para acudir a hacer ruido. La excursión puigdemónica de cada mes, que viene a ser como los viajes del Imserso pero sin bailes de salón: vámonos que nos vamos para Estrasburgo. Oye, si Puigdemont y Comín se animan a acompañarles, Francia los espera. Y si entretanto se reactiva la euroorden, pues qué le vamos a hacer. Es el riesgo de abandonar tu zona de confort.

Hoy empieza el nuevo Parlamento europeo y mañana hay que elegir presidente. Por eso a los gobernantes europeos no les queda otra que poner hoy el huevo que ayer no pusieron. Hay cuatro sillones a repartir y no encuentran la manera. Sólo falta que se propongan repartírselos: dos años tú, tres años yo, como Ciudadanos y el PSOE en Castilla La Mancha.

A estos jefes de Estado y de gobierno las horas les cunden más bien poco. Echaron casi quince horas seguidas entre el domingo y el lunes y se fueron a dormir hechos polvo y sin un solo fruto que ofrecer a los periodistas, tan hechos polvo como ellos.

Aquí estáPedro En Funciones Sánchez, en modo lento, utilizando ya palabros de esos que se indigestan.

Potencial riesgo de crisis inter institucional. Que significa que si estos señores que gobiernan no pactan un reparto, el Parlamento, que es quien tiene que bendecirlo, se bloquea. E insiste Sánchez en que ya había un acuerdo previo entre los dos bloques políticos mayoritarios y sus candidatos a ocupar sillones.

Los spitzenkandidet (o kandidaten) son los candidatos de los partidos a la presidencia de la comisión: el alemán y el holandés. Hay que disculpar a Sánchez que utilice jerga que en España casi nadie entiende por dos razones: una, que está el hombre agotado de tanto negociar sin éxito; dos, que igual lo que busca es precisamente que se entienda poco una negociación como ésta: jefes de gobierno cambiando cromos para que el Parlamento les haga luego los coros.

No se le están dando bien a Sánchez esta vez las negociaciones. En Bruselas, al menos, parece que se lo está currando. En España, sigue sin mover un dedo.

Aquí son sus ministros los que predican los esfuerzos extrarordinarios que están haciendo para intentar que el jefe sea investido cuanto antes. Les ofrezco esta declaración, desfondada, de la portavoz Isabel Celaá.

Profundísimo trabajo que nadie sabe en qué consiste. No hay una sola negociación abierta para la investidura que merezca tal nombre. Bien lo sabe Pablo Iglesias, que nos previno a todos de que iba a haber una negociación larguísima y dificilísima y está el hombre mano sobre mano porque no tiene con quién regatear sus ministerios. Bueno, mano sobre mano en Galapagar tampoco es mal plan para un mes veraniego.

Así las cosas, el gran misterio que será resuelto en las próximas horas, España en vilo, es qué fecha ha escogido Sánchez para su no investidura. Gran expectación en el foro, no se habla de otra cosa, señora. Hoy Pedro En Funciones no sólo levantará el teléfono para comunicarle a Batet qué semana le viene mejor perder dos votaciones sino que escribirá después una carta de su puño y letra para que conste en el registro de la Cámara. Más no se le puede pedir a un aspirante que sólo ha conseguido amarrar, en los meses que han pasado desde las urnas, el voto favorable de un diputado: el del Partido Regionalista de Cantabria, más conocido como lo de Revilla.