EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: "A Rajoy no le gustan las sorpresas"

Les voy a decir una cosa.

Si de algo puede estar segura Elvira Fernández, esposa de Rajoy, es de que este hombre no le va a organizar nunca una fiesta sorpresa. A Rajoy le invitan al programa aquel que había Isabel Gemio, “Sorpresa, sorpresa”, y se aburre más que Margallo hablando de Ucrania: no conseguiría el presidente encontrarle la gracia a hacer cosas inesperadas ni aunque saliera la fan de Ricky Martin con el perro y la mermelada.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 28.04.2014 20:20

La gran sorpresa, sorpresa la dio Rajoy nada más llegar al gobierno subiendo urbi et orbi los impuestos. Con aquel sofoco debió de quedar colmado su afán por descolocar al prójimo para toda la legislatura. Ahora a lo más que llega su gusto por el despiste es al manejo caprichoso del calendario. Anunció cuando le pareció oportuno que Cañete -aquello era un clamor- sería el candidato a las europeas y ha anunciado, cuando le ha parecido conveniente (en concreto, hoy) que de nueva ministra de Agricultura se queda una señora que responde al nombre de Isabel García Tejerina y que, a los efectos que importan a los demás ministros, no tiene perfil político propio ni supone, por tanto, una amenaza para las aspiraciones de todos ellos.

Al ministerio de Agricultura, ésa es la verdad, no aspiran los políticos con más cartel y mayor ambición. No ha sido este ministerio, salvo excepciones, trampolín para carreras políticas relevantes. Las excepciones, en los últimos cuarenta años, son Abril Martorell, Loyola de Palacio y ahora, Cañete, el político conservador de moda que está repitiendo el camino que hizo, precisamente, la señora De Palacio hace quince años: del ministerio de Agricultura a las elecciones europeas y de ahí a la vicepresidencia de la comisión. Bien es verdad que Loyola ganó aquellas elecciones con casi el cuarenta por ciento de los votos (como recordará Rosa Díez, que era la candidata del PSOE) y que después llegó a sonar como posible candidata popular a lendakari o incluso como sucesora de Aznar, cuaderno azul mediante.

Hoy por hoy, nadie ve a Cañete como sucesor de Rajoy, pero oye, si es tan eficaz, tan preparado y tan divertido como no paran de decir sus compañeros de partido y sus palmeros mediáticos -¡y sabe idiomas!- igual habría que planteárselo. De momento Cañete se lanza de cabeza a la campaña electoral con encuestas que le dan ganador aunque perdiendo escaños y dejando en el ministerio de Agricultura a quien ha sido su número dos, Tejerina, de quien también ha destacado Cañete como mérito incuestionable que ¡también sabe idiomas! Promoción interna en el ministerio, corre el escalafón y la segunda pasa a ser primera.

El único problema para ella, como pasa siempre que nombran a quien ha recomendado el saliente, es esta imagen de delegada de Cañete en Madrid, el ministro que se va pero, a través de ella, se queda. Teledirigiendo, desde Estrasburgo, el negociado. Es una imagen, en todo caso, que dura poco, lo que tarde la nueva en demostrar que no le guarda sumisión a sus mayores. También Susana Díaz fue la recomendada de Griñán -el dedazo la impulsó para arriba- y hoy sólo se acuerda de Griñán la jueza de los EREs. Pareciera que Susana Díaz lleva de presidenta desde antes de que fuera notario Blas Infante.

Perdido el pulso de la corrala con Izquierda Unida, intenta reforzar la presidenta su imagen institucional por encima de siglas y banderas. “Si quisiera adelantar las elecciones”, ha dicho esta mañana en Onda Cero, “he tenido la excusa perfecta” (lo de la corrala), pero...”no estoy pensando en lo que me conviene a mí, sino en lo que conviene a los andaluces”. El recurso clásico de “me sacrifico y hago lo que menos me conviene a mí porque es lo que más conviene a todos”.

Hay pocos dirigentes políticos hoy en España -quizá ninguno- que le saquen más partido que Susana Díaz a las frases prefabricadas y manidas. Sigue en gracia la lideresa andaluza, en gracia mediática. Cosecha más eco y más aplauso -transversal que se diría ahora- que ningún otro cargo público. No adelanta las elecciones porque no le conviene a Andalucía, aunque da a entender que sí le conviene a ella, es decir, que si hoy abriera las urnas podría desembarazarse de esta pareja pelma en que se ha convertido Izquierda Unida. Es interesante la razón que viene dando para explicar esto del interés general, veamos: “Si hubiera elecciones en Andalucía interrumpiríamos la recuperación económica”. Interesante porque revela dos cosas: la primera, que Rajoy y ella comparten discurso, el presidente del gobierno también dice que si el PSOE gana las elecciones europeas, vaya, la recuperación económica peligra (sí que es endeble entonces, sí, y voluble, qué poquita cosa); y la segunda, que ella, a diferencia de todos los demás dirigentes socialistas, afirma la existencia de la recuperación. Mientras Rubalcaba y Valenciano predican que esto ni es recuperación ni es nada, Susana Díaz percibe la recuperación y se sacrifica (no convocando elecciones) para que siga adelante.

Si los nuevos casos de corrupción de los que se viene hablando le incomodan tanto no es porque sea parte afectada -de nuevo el discurso repetido: implacable contra la corrupción, que pague el que haya metido la mano- sino porque esas noticias pueden abortar la recuperación económica, ya es mala suerte, oiga. La recuperación existe -en esto coincide Díaz con Rajoy-. Para el presidente, el razonamiento está claro (interesadamente claro): se han aplicado las políticas de austeridad que hacían falta y ahora se empiezan a ver los efectos.

En el caso de la presidenta, el razonamiento no es tan fácil: cómo explicar que estamos dejando atrás lo peor cuando las políticas que se han aplicado en Europa y en España son justo aquellas que, según su partido y según ella, hacían imposible esa remontada y condenaban a los españoles, a los europeos, a una recesión interminable. ¿Solución? Atribuir la recuperación en Andalucía a las políticas de la Junta -no a las impuestas por Madrid, que sirvieron en su momento de coartada como Bruselas le sirvió a Rajoy- sino a las propias. Para empezar, lo que Díaz llama colaboración de la iniciativa privada con la Junta de Andalucía, que traducido significa el capote que le han echado los bancos. Caixabank, Santander, BBVA.

Botín y Francisco González alternándose para fotografiarse con la presidenta, y ella con ellos. Lo que el gobierno andaluz presenta como un compromiso de los grandes bancos con esta tierra, lo que publicita como “dinero para las pymes que va a dar el Santander o el BBVA” es, naturalmente (son bancos) dinero en préstamo. Créditos de los que el gobierno autonómico subraya siempre la cuantía (quinientos millones de euros) obviando otros datos relevantes en cualquier préstamo: tipo de interés que te cobra el banco y plazo de amortización del principal más los intereses. La banca financia a la Junta -o la “rescata” en ausencia de mercados en los que poder financiarse- y la Junta, al recibir el dinero, asume más deuda. No hay en este momento otro dirigente político en España que rentabilice mejor una foto con un banquero.

La presidenta del gobierno que tanto indignó a los banqueros (o eso dijeron) porque les iba a expropiar los pisos vacíos presenta como un éxito que esos mismos bancos ahora le fíen. “El paro va a empezar a bajar a buen ritmo en Andalucía”, sostiene la presidenta. ¿Gracias a qué sector económico, tachán tachán? Gracias a la revitalización, dice, de un sector que afortunadamente remonta: empieza por “c” y termina por “construcción”. Susana se encomienda al ladrillo. Ni “nuevo modelo productivo”, ni “I+D”, ni la California de Europa. El ladrillo. La añoranza a aquellos tiempos de grúas, hormigoneras, dinero barato y exuberancia financiera. No convoca elecciones pero ya anticipa su lema: “Con burbuja vivíamos mejor”.