Monólogo de Alsina: "Rivera se ha ganado una moción de censura a sí mismo y abre su mano al PSOE"
Después de Antonio Costa, el hombre más feliz por la victoria de Antonio Costa seguro que es Pedro Sánchez.
Madrid |
Si usted no sabe quién es Antonio Costa es que no ha seguido la política portuguesa de los últimos diez años (no se apure, en España casi ninguno la seguimos). Si usted no sabe quién es Pedro Sánchez, entonces ya es que no ha seguido un solo medio de comunicación español en los últimos cinco años, porque otra cosa no, pero de Sánchez, para ensalzarlo, enterrarlo, resucitarlo, denigrarlo y volverlo a ensalzar, se ha hablado más que de cualquier otra persona. Quitando a la Pantoja, que juega en una liga diferente.
Antonio Costa es el presidente del gobierno de Portugal. Socialista. Todo indica que lo va a seguir siendo porque, ahora sí, ha ganado las elecciones generales.
Hay que decir ‘ahora sí’ porque en 2015 no las ganó él, sino el Rajoy que había entonces en Portugal, un señor llamado Passos Cohelo. El Partido Socialista las perdió pero fraguó una alianza parlamentaria con los Podemos portugueses y el Partido Comunista (que allí son cosas distintas) y se hizo con el gobierno. Sólo por eso, gobernar sin haber ganado en la urnas, se convirtió en un faro para la izquierda española. Por eso y porque, a diferencia de Tsipras y Syriza en Grecia, este Costa portugúes era (y es) una izquierda de la de toda la vida, europeísta, moderada, social-democráta.
Costa ha sido el mejor amigo de Sánchez en la política europea. Y una especie de gurú en el que el líder socialista de aquí se ha ido fijando. A falta de líderes socialistas españoles que le convenzan (ni Felipe, ni Zapatero, ni Rubalcaba han sido muy queridos por Sánchez) el referente ha sido el portugúes.
Ahora ya nadie se acuerda, pero cuando Sánchez se presentó en un acto político en 2015 (mira que le gustan los actos) con una bandera de España tamaño sideral, el último colega al que le había preguntado antes de hacerlo fue Antonio Costa. Y cuando en enero de 2016 estaba en duda que Rajoy pudiera ser investido, Sánchez se fue a Portugal a ver a Costa y se volvió predicando las bondades de un gobierno progresista, es decir, de quien no había ganado las elecciones. El modelo que ha estado buscando Sánchez para gobernar aquí es el modelo Costa: un gabinete sólo socialista pero apoyado en el Parlamento por los otros partidos de izquierda. Así salió adelante la moción de censura y así ha intentado ser investido ahora el presidente en funciones. Sólo que en Portugal la izquierda suma mayoría absoluta y no forma parte de la izquierda un partido independentista que busca debilitar al Estado para imponer la autodeterminación. En España hay una izquierda que hace falta para que salgan las sumas de la izquierda y que se llama Esquerra Republicana de Cataluña.
Éste es Antonio Costa, primer ministro portugués que ha ganado sus elecciones, pasa de 86 escaños a … (100-112) y se asegura continuar en el cargo. Y éste es el líder de la derecha portuguesa asumiendo que han perdido.
En España, a un mes de las elecciones generales, las encuestas están diciendo que es la derecha tradicional, el PP, el único partido que mejorará claramente su cosecha. No tanto como para ganar en las urnas, pero sí para meter distancia a Ciudadanos y Vox y afianzar a Casado como alternativa al Sánchez de las mil caras. Hoy los sondeos sostienen que el PP rozaría el 20 % del voto y el PSOE el 28 %. Los dos partidos tradicionales obtendrían el apoyo de la mitad del electorado. El mayor tortazo se lo llevaría Ciudadanos, que perdería uno de cada tres votos de abril.
Ahora habrá que esperar a ver si cambian en algo las encuestas una vez que Rivera ha vuelto a cambiar de estrategia. Del compromiso aquel, irreunciable, para evacuar a Sánchez de la Moncloa negándose a negociar con él un pacto de investidura o de legislatura, del no es no al plan Sánchez, a la banda de Sánchez, todo aquello, a esto del sábado. La campaña de puertas abiertas.
Rivera se ha ganado una moción de censura a sí mismo y abre su mano (y su corazón) al Partido Socialista por si pudieran, alguna vez, llegar a ponerse de acuerdo. Hace un mes le preguntamos a Rivera en este programa si la forma más eficaz de impedir un plan Sánchez con la extrema izquierda y los independentistas no era ofrecerse como posible aliado pactando unas condiciones. Lo que entonces era inasumible porque con Sánchez no se podía ir ni a la vuelta de la esquina, ahora es una solución de Estado. Urgida por unas encuestas que tienen a Ciudadanos de los nervios. Y no es la primera vez. En la campaña de abril los sondeos que asustaron a Rivera decían que se le estaba yendo el voto a Vox. Y él salió con el veto a Sánchez. Ahora los sondeos le dicen que se le está yendo el voto al PP y al PSOE. Y él sale con la oferta de pactos.
A la espera de que el Supremo ponga de nuevo Cataluña en las primeras páginas de la campaña, la competición entre los partidos discurre por ver quién es más garantía de que no volverá a producirse un bloqueo.
Ahí está Casado, postulándose como constructor de pactos contra el bloqueo. Prepara, por cierto, el líder del PP el relevo de Adolfo Suárez como número dos de su lista madrileña. En la que va a aterrizar Ana Pastor, que la semana pasada nos dijo aquí que iba a presentarse de nuevo por Pontevedra (aún no debía de saber que el líder tenía para ella otros planes, la última superviviente del marianismo en el Congreso).
El único líder que no se ofrece a desbloquear nada es Santiago Abascal, aclamado ayer en el mítin en Vistalegre que hizo Vox a modo de remake: la misma película de hace un año, pero sin el efecto novedad que tuvo aquel estreno.
Abascal se presenta a sí mismo como defensor de la reconciliación nacional. Él no quiere que toquen los restos de Franco porque se ha dado cuenta de que es una operación para sabotear la reconciliación de los españoles. Porque él es muy de concililiar y volver a conciliar, es decir, reconciliar. Esto que viene ahora es su mayor prueba.
El pasado criminal del PSOE como argumento para no pactar nunca con él. En fin, tampoco parece que el PSOE vaya a buscar nunca un pacto con estos de Vox. Abascal puede dormir tranquilo.