Por si el horizonte del próximo año no era bastante incierto, han llegado el polaco y el húngaro y han regado de suspense el manguerazo europeo. O dicho en términos de alta política europea, que éramos pocos y parió la abuela.
Las abuelas son dos, en este caso. Las dos de derechas. El jefe del gobierno húngaro, Orbán, y su espejo polaco, Morawiecki. A los dos les gustan tanto los tres poderes del Estado, el ejecutivo, el legislativo el judicial, que si por ellos fuera serían los tres el mismo. Y lo tendrían todo ellos. Eso, al menos, percibe la comisión europea, que los tiene a los dos bajo sospecha por debilitar la independencia del poder judicial y la libertad de prensa (dos fenónemos que preocupan en Bruselas, como bien sabemos en España donde hace tres semanas estábamos preguntándonos si no le acabarían encontrando a Sánchez un cierto aroma polaco).
¿Qué ha pasado ayer, y por qué hoy tenemos aún menos certezas sobre nuestro futuro que ayer?
Pues ha pasado que Polonia y Hungría han hecho lo que el resto de los gobiernos confiaban en que no hicieran: amagar con bloquear el fondo de recuperación europeo si se condicionan las ayudas al examen de calidad democrática. O traducido: que si la Comisión Europea mantiene su plan de supeditar la recepción de los fondos a haber aprobado el examen de independencia judicial (el que suspenda el examen se queda sin dinero) ellos dos vetan los Presupuestos de la Unión y nos quedamos todos sin manguera. Para aprobar los Presupuestos europeos con el manguerazo de dinero incluido se requiere de unanimidad. Orbán y Morawiecki amagan con retrasarlo todo hasta sabe dios cuándo si nos les garantizan que esto de la calidad democrática va a ser más paripé que exigencia cierta. La recuperación económica de España está confiada a recibir el próximo año esta inyección de miles de millones de euros. Todo lo que sea ver tambalearse la manguera es una pésima noticia para nosotros.
De la epidemia lo mejor que se puede contar hoy, además de que Moderna también ha obtenido buenos resultados preliminares de su vacuna, es que en España la incidencia acumulada sigue yendo a menos. Cumplimos cinco días por debajo de los quinientos casos por cien mil y ese es el fruto más palpable que están dando las limitaciones a la movilidad. Sigue habiendo lugares donde los números siguen subiendo, por ejemplo, Asturias, donde el gobierno autonómico pidió hace dos semanas poder confinar del todo.
Sergio Vallés, director de atención sanitaria del Principado. Instando de nuevo a que la gente se quede en casa. Sigue la situación complicada en Burgos, con 1.800 casos por cien mil en la capital y cuyo alcalde nos decía el viernes que se van quedando sin opciones y que por eso habría que habilitar la opción del confinamiento total (nos dijo el alcalde que el ministerio no se había cerrado a esa posibilidad, pero prefería esperar a ver la evolución de estos días).
El portavoz del gobierno, Fernando Simón, subrayó ayer (e hizo bien) que la incidencia media del país, aun yendo a la baja, sigue en niveles de alto riesgo. 470 casos por cien mil y muy lejos de los sesenta casos que se fijan como de riesgo bajo.
No lo llamen victoria, llámenlo haber frenado la velocidad de la expansión del virus. De hecho, hay un indicador que aún no baja: el de camas de UCI ocupadas, que roza el 33 %. En lo que hace a los fallecimientos, y con la revisión de datos, hoy sabemos que el peor día de esta segunda ola fue el seis de noviembre. Ese día fallecieron 271 personas.
El PSOE recalcula lo de Bildu. Afina el argumentario, José Luis, que este que estábamos usando chirría.
Afina que ni a los nuestros convence eso de que abrazar a Bildu es la exaltación del triunfo de la democracia. Esto que ayer dijo Ábalos es exacto: 'normalizar' no significa 'convertir en relevante a'. Bildu está normalizado como coalición con presencia en el Parlamento desde las elecciones de 2011. Que esté en el Parlamento no obliga a ningún gobierno a hacer depender de ellos la aprobación de ningún proyecto. Por tanto, y está bien que Ábalos lo admita, si un gobierno escoge a Bildu como socio de legislatura está haciendo una elección. Y es la elección la que tiene que explicar. No vaya a ser verdad esto que ayer decía Alfonso Guerra, veterano pero no ciego.
Con Bildu no era lo que decía, en efecto, hasta hace seis meses el presidente del gobierno. El de ahora, Pedro Sánchez. Varias veces repitió ayer el número tres del PSOE, ajustando el argumentario, que ellos no han pactado nada con Bildu.
Ocurre que quien puso el foco, con entusiasmo, sobre Bildu porque, en efecto, está satisfecho de tener como colega a Otegi fue el vicepresidente del gobierno al que pertenece Ábalos. Recordemos, una vez más: quien celebró la semana pasada el apoyo de Bildu a los Presupuestos e interpretó que se daba un paso sólido hacia el bloque de la legislatura fue el vicepresidente segundo, no el PP, ni los medios de comunicación, ni Inés Arrimadas. Ni Page ni Vara ni Guerra. Fue el gobierno. Un bloque de legislatura con Bildu dentro y con Ciudadanos fuera. Ciudadanos no vale como socio porque es de derechas y acepta los votos de Vox para gobernar en Madrid, en Andalucía y en Murcia, cuántas veces no lo habrá explicado el vicepresidente del gobierno. Bildu sí, Ciudadanos no. Y ayer sale Ábalos y dice que ellos siguen queriendo que Ciudadanos esté en el grupo que apruebe los Presupuestos.
El PSOE echándole agua a la declaración de Iglesias, consciente de que se le ha declarado un incendio, pequeñito si usted quiere, pero incendio. A la portavoz del gobierno Montero habrá que preguntarle hoy, por tanto, cuál es el plan del gobierno para el bloque de la legislatura. Para ser un gobierno que anda siempre predicando el desbloqueo, mira que le gusta hablar de bloques.
Cuentan las crónicas que el líder supremo Sánchez afeó ayer a los barones críticos la deslealtad con que se han conducido. La lealtad entendida como correa de transmisión de lo que el líder en cada momento decida: no te pido opinión sobre qué negociar y con quién pero sí te exijo que aplaudas cuando te comunique lo que he hecho. Antes que la lealtad al jefe, habrá de entenderlo el secretario general, está la lealtad a uno mismo. Y a los principios. El que aún los tenga.