No sé si usted se lo pregunta: si aún no se han terminado de ensayar las vacunas del coronavirus, si aún no han sido aprobadas, cómo es posible que ya sepamos cuándo nos la estaremos poniendo.
En realidad, no se sabe. Las compañías farmacéuticas están firmando sus contratos con los gobiernos y dan pronósticos, calendarios aproximados. Y los gobiernos, que andan ansiosos de buenas noticias que poder contar a la población convierten los cálculos en hechos y detallan sus planes para la vacunación masiva. Nada gusta más a un gobernante que soltar un dato. Y ayer Sánchez soltó uno.
En esto no habrá autonomía para los gobiernos regionales. La estrategia de vacunación es única. Trece mil puntos, ni uno más ni uno menos. El plan lo aprueba mañana el Consejo de Ministros pero quiso adelantarlo ayer el presidente del gobierno. Que recuperó su homilía dominical para insuflarnos confianza y explicarnos cómo vivir las navidades de este año.
Las navidades las van a pasar en un campamento de Canarias miles de personas procedentes de países de África que ya han sido rescatadas por Salvamento Marítimo o que lo serán en las próximas semanas. El gobierno de España copia al griego y aplica en Gran Canaria el modelo Lesbos. A donde llegan los inmigrantes, ahí se quedan. En campamentos mastodónticos disuasorios. Nada de seguir viaje a la Península. En Canarias, a esperar a ser repatriados.
Repatriación, control de fronteras y devoluciones en caliente. La política migratoria de Sánchez es la política migratoria de Rajoy. Dónde quedó el Aquarius y la acogida que se les dispensó a aquellos: las administraciones peleándose por aparecer en la foto humanitaria. Ahora el mensaje es éste: Canarias como final del viaje. Y punto de partida del viaje de regreso.
De traslados a la Península, por tanto, nada. Lo pida el presidente canario, que es del PSOE, o lo pida Podemos, que es el gobierno. El viernes informó el ministro de Inclusión Escrivá del plan para incluir en los campamentos hasta a siete mil personas.
Y al día siguiente ya estaba aclarando el ministro Ábalos que no se trata de tener a siete mil personas eternizándose en los campamentos, sino de resolver cuanto antes su devolución a los países de los que salieron.
Y que nadie acuse al gobierno de estar de brazos cruzados porque, como dijo ayer el presidente, sólo hay que ver los telediarios para comprobar que no paran.
No claro, cómo va a ser casualidad. Son ministros viajando a los países de donde salen las pateras, y viajando a nuestro país –--que es Canarias--- al cabo de una semana de crisis en la que el gobierno central no aparecía por ningún lado.
Cuando al presidente le resulta cómoda una pregunta, habla y habla y habla. Dice una cosa, la reitera, la subraya, la enfatiza. Cuando la pregunta no le interesa, entonces la despacha deprisa y a otra cosa.
Ayer se le preguntó a Sánchez qué reproche le merece que Bildu siga organizando homenajes a los terroristas de ETA que van cumpliendo su pena. Su respuesta duró tres segundos.
Durísimo el presidente. 'Fatal' fue el término demoledor que escogió. Y añadió que no lo comparte. Sólo faltaba, presidente, ya imaginamos que no comparte que se jalee a los asesinos múltiples. Tuvo la ocasión de extenderse en una reflexión sobre la moral, la reparación y la justicia (tan frecuentes en su discurso cuando se ocupa de la memoria y de la historia) pero la dejó pasar, cabe pensar que por conveniencia. Porque también se le preguntó expresamente en qué ha cambiado Bildu para que hace menos de un año él proclamara que era inaceptable pactar nada con ellos y ahora deje hacer a su vicepresidente para que cierra con Otegi un acuerdo. Se le preguntó pero no respondió. Salvo que se considere respuesta no mencionar a Bildu por su nombre.
Sigue pendiente, en fin, la explicación del presidente sobre el bloque de legislatura. Y sobre el entusiasmo con que sus subalternos, Ábalos y Lastra, acogieron el anuncio de Iglesias (el triunfo de la democracia y toda aquella quincalla argumental). Como queda pendiente una explicación sobre cuándo el vicepresidente del gobierno de coalición expresa la posición del gobierno y cuándo no. Si aboga, por ejemplo, por la autodeterminación del Sáhara Occidental, ¿es gobierno? Si se mofa de Ciudadanos como posible apoyo a los Presupuestos, ¿es gobierno? Si predica la incompatibilidad de la izquierda con el partido naranja, ¿es gobierno? Si azuza a sus peones contra la ministra de Defensa, ¿es gobierno? Ya quedó claro ayer que a Sánchez no se le escuchará, por ahora, un reproche público al compadre morado.
Crisis de gobierno y tal. Si el presidente dice a finales de noviembre que todos los ministros cuentan con su empatía, conociendo los antecedentes de Sánchez es probable que a la vuelta de dos meses la mitad del gabinete haya sido defenestrada.