OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Segundo aviso del PNV"

Carlos Alsina habla en su monólogo de Más de uno de las declaraciones del policía que acabó con la vida de los terroristas de Cambrils. Además, reflexiona sobre los Presupuestos Generales del Estado.

Carlos Alsina

Madrid |

Dos minutos de su atención les pido. Dos minutos, luego si quieren me atienden menos. Antes de contarles lo de las vacunas, lo de Canarias, lo de el gobierno peleado consigo mismo, este testimonio que ayer se escuchó en un juicio.

Se juzga a los integrantes del comando que atentó en Barcelona y Cambrils hace tres años. Agosto de 2017. Hace diez días se escuchó el relato de una mujer que sobrevivió al atropello múltiple de la Rambla. Ayer se escuchado la voz de uno de los mossos de esquadra contra los que embistió el coche de los terroristas en Cambrils y que acabó con la vida de cuatro de ellos.

Ahí terminó el intento de estos tres yihadistas –-terroristas-- de cometer en c matanza como la de las Ramblas.

El policía contó ayer que lleva tres años medicado, que ha sufrido episodios de depresión, que aún tiene miedo a ser reconocido por otros yihadistas que pretendan vengar a los muertos y que sufre, sobre todo, por cómo ha afectado lo que sucedió aquella madrugada a su familia.

Hasta aquí la narración en primera persona de un policía que vio venir a por él a tres terroristas.

Y ahora ya, si quieren, me atienden menos porque vamos a la política nuestra de cada día.

Con el segundo aviso. Que llega del norte hasta el palacio de la Moncloa.

Segundo aviso: al PNV le han tocado las narices y quiere que se sepa lo poco que le gusta que se las toquen. Antes de que Iglesias y sus colegas sientan la tentación de ir un poco más abajo y tocarle otras cosas más sensibles.

Primero fue Ortúzar, cuando Iglesias promoción a Otegi como nuevo pope de la izquierda plurinacional y escudero desprendido del gobierno.

Ayer fue Urkullu quien aprovechó la promoción televisiva que hizo Sánchez el domingo del plan gubernativo para vacunar a un tercio del país para soltarle mejerle un rejonazo.

Que si en esto consiste la cogobernanza, viene a decir el lendakari. Sobreactuando en su malestar por el ninguneo presidencial con las vacunas porque el malestar que está queriendo que se note es otro: por el juego de manos que se trae el gobierno con el primer competidor que tiene el PNV en el universo del independentismo vasco, que es partido del que usted me habla, el innombrable para Pedro Sánchez: Bildu. A quién quieres más, presidente, a Urkullu o a Otegi. Porque el menaige a troi, que con Iglesias ya no es trío sino cama redonda, no está en la tradición cristiana de un partido como el de Ortúzar.

A José Luis Ábalos le ha encomendado el presidente que desactive la enmienda a traición que presentó a los Presupuestos el tripartito Podemos-Esquerra-Bildu. Tripartido que Iglesias aspira a convertir en adosado. O sea, está el gobierno, de coalición, en la Moncloa, y luego está esta prolongación de ‘el ala morada de la casa vasca-y-catalana’: el adosado que habitan Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi y que es donde echa sus mejores ratos el vicepresidente morado.

Esta semana le toca al gobierno intentar hacer las paces consigo mismo. Por eso Ábalos avanzó ayer su plan para desmontar la enmienda tripartita: prorrogar el decreto que tiene parados los desahucios por la pandemia hasta diciembre de 2022…

…lo mismo que dice la enmienda, pero sin enmienda, en formato decreto del gobierno. Haya paz, haya paz. A Iglesias no le perdonan los socialistas la puñalada pero no ha llegado el momento, aún, de pasarle al cobro el memorial de agravios. Ahora se trata de desactivar la enmienda sin poner en riesgo el compromiso de Otegi con la democratización del Estado, o sea, sus cinco votos. El pope de la progresía abertzale pregonando lo orgulloso que está de que el gobierno le abra esta oportunidad de democratizarnos a todos y conquistar nuevos derechos para la gente. Viva la gente, la hay donde quiera que vas. Viva la gente, es lo que nos gusta más. Arnaldo disfrutando de su ventana de oportunidad, así la llama el de Bildu, exponente perfecto de que se puede ser a la vez muy rudo y muy cursi.