Aquella mañana Rivera reunió a su ejecutiva. Como cada lunes. Objetivo: desmentir que su apuesta por casarse con el PP y mantener el no es no al PSOE tuviera contestación interna. En la nueva política las discrepancias internas se encajan igual de mal que en la política vieja. Los miembros de la Ejecutiva tuvieron que votar el documento con las instrucciones para los pactos. La palabra que más repitió Villegas en su comparecencia de aquel día ante la prensa fue ‘unanimidad’.
Hoy sabemos que la unanimidad era un cuento. Como en el chiste: ‘Aceros de Llodio. Y se hicieron’. La consigna del día era ’haceros unánimes’, y se hicieron. Por eso Arrimadas pudo ayer afearle a Toni Roldán, autor del campanazo que aún le está rebotando en la cabeza a Rivera, que hace veintidós días apoyara la estrategia de la que ahora reniega.
Es un reproche (o un desquite) menor, que invita a preguntarse por qué escuece tanto en los partidos la discrepancia interna y que invita a preguntar a Toni Roldán —él aún no quiere responder— por qué apoyó una hoja de ruta que él mismo dice ahora que combatió sin éxito.
Que Ciudadanos, y Rivera, encara la crisis más seria por la que ha pasado este partido es un hecho. Que el mismo día te dimitan dos miembros de la Ejecutiva, uno de los cuales era portavoz adjunto en el Congreso, y que se identifiquen con él el cabeza de lista europea, Garicano, y el barón naranja en Castilla y León, Igea, no es poca cosa. Ni cabe despacharlo, como intentó ayer Arrimada, como si fuera una anécdota. Y no sólo por el portazo de Roldán. Sobre todo, por las razones que da para censurar la deriva de Rivera. Alega lo peor que se le puede reprochar a un líder político que tiene España, y la defensa de los intereses de España, todo el tiempo por bandera: perjudicar al país con su cordón sanitario a Pedro Sánchez.
Los costes para España. No ya convertir Ciudadanos en la marca B de la derecha. No ya renunciar a romper la división entre azules y rojos. Perjudicar a España. Los socialdemócratas de Ciudadanos han salido del armario más para irse yendo que para dar batalla.
Que en Ciudadanos hay división de opiniones es un hecho. Que la mayoría de los dirigentes están con el no es no a Sánchez también lo es. Y que Ábalos, mozo de espadas de Sánchez, tiene que hacer su trabajo de jefe de Los Persuasores es una evidencia.
La crisis de Ciudadanos no se estaría produciendo si no fuera porque hay un debate de investidura a la vista. Y a día de hoy la situación se resume en estos tres puntos:
1. Sin Iglesias no hay investidura.
2. Sin ministerios no hay Iglesias.
3. Urge plan B porque el morado ha salido más respondón de lo que esperaba su compadre de la Moncloa.
Ésta es la cosa: en vista de que no se rinde Iglesias, a ver si rendimos a Rivera.
Al de Podemos no le van los ultimátums y no parece muy feliz con la marcha de una negociación que, en realidad, no arranca porque la primera condición, que es gobernar en coalición, no cuela. El duo de fans que se buscó ayer para que le hicieran los coros, UGT y Comisiones Obreras, no tienen hoy mucha influencia, según se ve, en la Moncloa.
La pareja sindical, a favor del ministro Pablo Iglesias. Y como Ábalos ve el hombre que Podemos no afloja, pues intenta sacar petróleo de las fugas que se le están produciendo a Rivera. Bien es verdad que pecando por exceso y haciéndose eco de un supuesto clamor que sólo percibe él. Ábalos explicándole a España —y a los votantes de Ciudadanos— qué es lo que el país, Europa y el mundo esperan de Albert Rivera.
Ábalos en la exageración y la fábula. Esto de ‘nadie aplaude, nadie quiere’. Hombre, nadie, nadie… Algún votante habrá que eligiera la papeleta naranja para acabar con Sánchez y dar paso a la alianza Casado-Rivera. Aunque sólo sea porque ése fue el estribillo permanente de la campaña electoral. Dice el ministro: ‘Que Cs sea lo que se esperaba de ellos’. ¿Lo que esperaban, quiénes? A Rivera se le podrá reprochar que su obsesión anti Sánchez le lleva a dejar la llave de la investidura en manos de independentistas y populistas de izquierda. Pero incoherencia con lo que predicó en campaña no. Pactar con el PP y con Vox con tal de cerrar el paso al PSOE fue justo lo que Sánchez le recriminó en la campaña.
Eso, aparte de lo de todos los días: lo embarazoso que resulta escuchar al portavoz oficioso de Sánchez, míster no es no, acusar a los demás de amar el no es no por encima de todas las cosas. Reclamar ahora la abstención de los adversarios, y fingir que se les está ofreciendo un proyecto que puedan asumir, sólo porque el socio previsto no traga.
La crisis de Ciudadanos es un hecho. Pero en nada cambia la otra crisis. La crisis de una investidura que no despega. Sin Ciudadanos, sin el PP y sin Iglesias.