OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Solo falta que el Gobierno se ponga de acuerdo consigo mismo"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre lo que votarán PSOE y Podemos en las conclusiones de la comisión para la reconstrucción social y económica y sobre asuntos judiciales que afectan a políticos.

Carlos Alsina

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Ahora que el gobierno ha alcanzado nuevos acuerdos con el PP y Ciudadanos para afrontar la crisis sanitaria, ya sólo falta que el gobierno sea capaz de ponerse de acuerdo consigo mismo.

El PSOE y Podemos votarán cosas distintas el viernes cuando se presenten las conclusiones a la comisión que ha presidido Patxi López. Les recuerdo: esta comisión que se anunció como de evaluación de la crisis y elaboración de recomendaciones para mejorar el sistema. La primera parte, la evaluación, se ha quedado en mantillas porque ni el PSOE ni Podemos han mostrado mayor interés en hacer una auditoría cierta de todo lo que se hizo, y se dejó de hacer, desde que en diciembre empezó el coronavirus en China. Tampoco sobre qué hay que cambiar, y con qué hay que dotar, al famoso CCAES, el Centro de Alertas del ministerio de Sanidad, para que la próxima vez cumpla mejor su labor de alertar a quienes toman decisiones. Cumpla mejor o simplemente cumpla, porque es un hecho que la estimación del riesgo falló.

Para la segunda parte, lo de hacer recomendaciones, han estado esta semana los grupos parlamentarios negociando qué se pone en el papel para ver quién lo apoya y quién no. Le parecerá a usted raro, pero han tenido que negociar horas y horas el PSOE, el PP y C’s para pactar que se cree un almacén de material de protección sanitario que garantice que hay EPIs para todos o que se cree una reserva de médicos y enfermeros a los que pueda movilizarse en caso de emergencia (algo así como reservistas), para que no se produzca escasez de personal. No parece que ponerse de acuerdo en eso requiera de un esfuerzo sobrehumano, pero las reglas de la política tienen razones que el corazón no entiende.

El PSOE y Podemos –--gobierno de España--- votarán cosas distintas sobre impuestos: los morados cubrirán las apariencias pidiendo el impuesto para los ricos muy ricos (a sabiendas de que su gobierno no lo contempla). Tal como el PSOE votará en contra de la derogación completa de la reforma laboral a pesar de que está en vigor el papel que le firmó Adriana Lastra a su cordial interlocutora de Eh Bildu.

Lo siguiente será ver cómo se paga todo lo que pretenda cambiarse o añadirse al sistema nacional de salud. Y ahí es donde está todo por hacer porque ni hay acuerdo en Europa, aún, para el fondo de recuperación; ni hay borrador de Presupuestos del Estado sobre el que empezar a discutir; ni hay mayoría parlamentaria que hoy garantice que el gobierno (el PSOE con sus recetas, Podemos con las suyas) sacará adelante sus cuentas.

Fue muy bien recibido ayer en la Moncloa este mensaje del amable director general de la OMS, Gebreyesus, sobre Italia y España.

El elogio a cómo se gestionó la epidemia en Italia y España, los dos países europeos que más daños encajaron por el coronavirus y que antes recurrieron al confinamiento de la población para romper las cadenas de contagio. No es la primera vez que Gebreysus felicita a estos dos gobiernos, y a los habitantes de estos dos países, por su comportamiento. Ojo, por su comportamiento una vez que decretaron las medidas más drásticas, no antes. Lo que está haciendo el director de la OMS es poner a España e Italia como prueba de que ‘nunca es tarde’ para asumir la gravedad de una epidemia.

Llegamos a tener casi diez mil contagiados diarios en España. Y llegamos a tener más muertes por habitante que casi todos los demás países europeos. Eso también lo dice la Organización Mundial de la Salud. ‘Nunca es tarde’ para empezar a actuar, aunque siempre es mejor hacerlo pronto.

Los brotes de esta semana suman ciento cincuenta contagiados nuevos y ocho personas fallecidas. Anteayer fueron nueve los muertos. No cabe hablar de cambio de tendencia pero sí de empeoramiento de los números.

Asuntos judiciales que afectan a políticos.

Francisco Serrano, de lo que pudo haber sido a lo que ha acabado siendo. El juez que saltó a la fama hace diez años por cambiar el régimen de visitas de un padre para que pudiera sacar al niño de paje de una cofradía en Semana Santa. Primero se hizo famoso, después lo suspendieron de funciones, más tarde se hizo de Vox (2014, cuando Abascal era una anécdota) y en 2018 lo presentaron de candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía. La campanada de Vox en aquellas elecciones autonómicas fue el principio de su auge como partido con cientos de miles de votos en toda España.

La estrella del juez Serrano fue fulgurante y fue breve, porque dos meses después ya lo estaba escondiendo su partido. Ahora ha llegado el descabello. De inquisidor de comportamientos ajenos a denunciado por la fiscalía. Se le acusa de haber cobrado, con un socio, una subvención del gobierno para montar una fábrica de pellets que nunca llegó a existir. Él alega que fue el socio quien tomó la decisiones y que a él aquello sólo le costó dinero. Pero... hay una querella en firme y en el partido le han señalado la puerta. Oficialmente, se da de baja. Y se queda, de momento, con el escaño.

El famoso juez Serrano se ha convertido para Vox en ‘esa persona de la que usted me habla’.

Más asuntos judiciales.

La colección de casos Villarejo. Espionaje industrial, policía patriótica, injurias al director del CNI, negocios varios. Viene una temporada de juicios apasionante.

Y lo de Dina, claro. La peripecia de la tarjeta de memoria y la concertación de estrategias, presunta, entre un fiscal y la abogada de Podemos (a la que, a su vez, acusó de su defenestración otro abogado de Podemos, Calvente, al que echaron cuando investigada irregularidades internas alegando que había acosado a esta otra abogada). En Podemos todo es un culebrón.

Echenique, el portavoz tuitero, hace como su jefe Iglesias, o sea, no responde. Hablar, habla. Pero responder, no responde. Ayer, en rueda de prensa.

Que sobre asuntos sub júdice no se pronuncia, dice. Esto sí que es nuevo. Lleva toda la vida pronunciándose sobre asuntos sub júdice. Bien es verdad que cuando salpican a sus adversarios políticos, cuando es a los propios pone por delante la reserva.

Pues tiene razón Echenique. Es interesante saber qué hizo el director operativo de la policía con el pen drive. Una pregunta para la que pide respuesta el portavoz parlamentario de Iglesias porque él no puede darla. Lo que ocurre es que hay otras preguntas a las que sí puede responder él, que son precisamente las que ayer se le hicieron. Qué hizo el comisario Pino con el pendrive no puede saberlo Iglesias. Pero qué hizo Iglesias no con el pendrive, sino con la tarjeta original sí que puede contarlo porque si alguien lo sabe es él. Qué hizo con la tarjeta, si intentó deteriorarla, si fue él quien la inutilizó. Si sabiendo que procedía de un robo advirtió de ello a Antonio Asensio. Si sabiendo que la tarjeta era de Dina hay alguna razón para que no se la entregara de inmediato a su dueña. En fin, todas las preguntas que hemos repasado aquí cada mañana y que Echenique no tiene que esperar a que ningún medio se lo cuente: sólo tiene que preguntarle a su jefe, a ver si hay suerte.

Que Villarejo traficaba con información confidencial no está en discusión. Hay causas judiciales para aburrir que giran todas en torno a eso. Que el material que publicó Ok Diario pudo proceder de la copia que tenía Villarejo o de la que éste entregó a alguien más tampoco se discute: como poder, pudo ser. Lo que el juez García Castellón no ve fundado es atribuir a Villarejo el robo del teléfono de Dina, porque entre el robo, 1 de noviembre de 2015, y la publicación en Ok Diario pasan más de seis meses. Por eso lo que falta por aclarar es quién roba el móvil y qué peripecia sufre la tarjeta de memoria desde ese momento hasta que Dina Bousselham la recibe, a finales de 2016 o comienzos de 2017. Perdón, hasta que presuntamente la recibe, porque ella sostuvo que estaba ilegible y que, por tanto, nunca pudo confirmar que fuera la suya. Su jefe Iglesias le dio una tarjeta de memoria, pero como no funcionaba podía ser la que le había entregado a él Antonio Asensio o podía ser cualquier otra.

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