Monólogo de Alsina: "Sentar al Torra defenestrado en esa mesa de negociación que ha montado el PSOE con ERC es un disparate"
Ya estamos en el segundo mes del año, que es corto y se pasa enseguida, ya verán.
Madrid |
El fin de semana ha sido tranquilo para el gobierno de España, y eso ya es noticia. El ministro Ábalos no ha ido a recoger a nadie en Barajas y el departamento de generar confusión de la Moncloa se ha abstenido de darle vueltas a la noria de la mesa de negociación ésa que tiene anunciada con el gobierno autonómico de Cataluña. La mesa coja, porque se va a sentar Sánchez a negociar nada menos que la solución a la crisis perpetua que el independentismo ha querido declarar en Cataluña con un gobierno que se da por muerto él mismo.
La legislatura no da más de sí y el matrimonio de Puigdemont y Junqueras ha saltado por los aires. A ver, tampoco fue nunca un matrimonio por amor: siempre fue de conveniencia. De conveniencia para transformar la Generalitat de Ca-taluña en una máquina de arremeter contra el resto de las instituciones del Estado, lo mismo el gobierno central que el Tribunal Constitucional, que el Supremo, que el Congreso, que la Junta Electoral, que todo aquel que no trague con la autodeterminación y el referéndum.
Todo esto ya lo sabíamos. Lo novedoso de esta semana es que la hoja de ruta que tenía en la cabeza Pedro Sánchez el surfista, siempre cabalgando la ola, entra en cuarentena. Como los españoles de Wuhan. Les recuerdo lo que pasó la semana pasada: Junqueras le dio puerta al muñeco Torra negándose a secundar la maniobra para mantenerle como diputado. Eso no es una fisura del bloque independentista, es la falla de San Andrés en versión plaza de Sant Jaume. Los Aragonés, los Torrent, los Rufián, se ponen muy gallos predicando el lo volveremos a hacer y ni un paso atrás, pero a la hora de la verdad han ido acatando con naturalidad las decisiones judiciales y utilizando los cauces legales para recurrirlas. Sólo eso. Al de Waterloo le resulta muy cómodo ordenar a los suyos que vayan todos de cabeza al matadero precisamente porque él está en Waterloo, pero como loco del todo no está (aunque se esfuerce en parecerlo) anda ahora decidiendo a quien preserva para poder sentarlo en el sillón que dejará vacante Torra, desahuciado ya a todos los efectos. Hoy veremos a Rufián haciendo pandilla con la señora Borrás, la CUP, Bildu y el Bloque Galego, y haciéndose los rebeldes contra el jefe del Estado: no estarán en el Congreso cuando llegue el Rey a la ceremonia de apertura de la Legislatura. Antes han convocado a la prensa para leer un papelito que han preparado porque corrían el riesgo de que nadie reparara en su ausencia si antes no la aireaban con caras de acelga.
De manera que el presidente Sánchez se hará un Pedralbes el jueves en Barcelona, en el Palacio de Gobierno que habita el difunto Torra, sabiendo que nada de lo que pueda acordar con este ciudadano tiene valor alguno. Bien es verdad que no acude el presidente con idea de acordar nada. Él va a pagar el precio que le puso Junqueras (uno de los precios): aguantar un rato a Torra y su ratafía para poder fingir que la mesa de negociación que ha montado el PSOE con Esquerra es de gobierno a gobierno, como si a Puigdemont alguien fuera a consultarle algo. Pasar un rato con un difunto político es lo que toda la vida se llamó acudir a su velatorio. Y esto es lo que el presidente mutante hará, por tanto: velar a Torra en el Palau y encajar con indiferencia sus últimos espasmos.
Lo interesante vendrá luego. Cuando, cubierto el trámite de visitar al muñeco, se le pregunte al gobierno cuándo debuta, entonces, la famosa mesa. La llave prodigiosa que ha de abrir camino al final de la arremetida independentista, y usted que lo vea. Porque sentar al Torra defenestrado en esa mesa es un disparate, y porque la famosa mesa siempre estuvo pensada para que quien se siente sea Junqueras. En carne mortal o por persona interpuesta. Anoche se echaba una flor a sí mismo el recluso en conversación distendida con Jordi Évole: sostiene que él jugó bien sus cartas y que por eso sigue en la primera línea, no como los que ejercieron la represión, dice, que ya se han ido todos a su casa porque las urnas les echaron.
Anótese que para Junqueras el PSOE que apoyó el 155 y que hasta hace cuatro días era carcelero, secuestrador y represor ya ha dejado de serlo. A Sánchez le han concedido una tregua: no olvidan que hizo causa común con Rajoy para pa-rar la rebelión (que es lo que era para Just Peter) pero no se lo van a recordar mientras les resulte útil tenerlo esperanzado.
Para sentarse hay que esperar ahora a que haya un nuevo parlamento catalán y un nuevo gobierno. Que con demasiada premura algunos en Ferraz dan por hecho que será tripartito: Esquerra en cabeza y de vicepresidente, Iceta. Ya sabemos lo arriesgados que son los cuentos de la lechera. Si el voto independentista supera el 50% en las próximas autonómicas, ya veremos si se reedita, o no, la pareja indepe que ha desgobernado Cataluña los cinco últimos años. Ocho, si empezamos a contar desde la diada de 2012.
En el otro lado del tablero, Ciudadanos y el Partido Popular buscando la manera de darle la vuelta a las encuestas y no ponérselo tan fácil al bulldozer independentista. Con el debate abierto en el partido naranja sobre si de verdad les suma lo de Cataluña Suma, la alianza electoral con Pablo Casado. Repetir el hito de 2017, cuando Arrimadas ganó las autonómicas, no se contempla ya ni en los mejores sueños. Hoy se trata de sobrevivir al bajón, y a la desorientación, que produjo el resultado de noviembre. Lo que no le salió a Pedro Sánchez, crecer a costa de Ciudadanos, es el plan que ahora tiene Iceta. Atrarse votos por descarte. A las nueve estará aquí Ines Arrimadas.