EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Fin de temporada de Juego de Tronos de don Juan Carlos

Les voy a decir una cosa.

Aunque el final de temporada de Juego de Tronos haya venido a coincidir, esta semana, con el final del trono de don Juan Carlos la diferencia entre la serie de ficción y la serie (o el serial) real es que en este segundo no pasa nada si uno hace spoilers, ¿verdad?

ondacero.es

Madrid | 17.06.2014 20:11

Vamos a ello: en el último episodio, que se emite en dos partes -mañana a las seis de la tarde y el jueves a las diez y media de la mañana- Aegon Targaryen (perdón, don Juan Carlos) entrega el trono de hierro a su único hijo varón, el príncipe mejor formado (“sobradamente preparado”) que conocieron nunca los Siete Reinos. Bueno, reinos aquí sólo tenemos uno porque el tiempo de los reyes en abundancia empezó a acabarse cuando Aragón y Castilla dieron juntas a luz a Carlos I, aquel otro rey que hace cuatrocientos sesenta años también abdicó la corona de España en su hijo Felipe (y hasta aquí llega el parecido con don Juan Carlos porque nadie ve al rey retirándose a orar al monasterio de Yuste).

Antes hubo reyes en Galicia, en Asturias, en León, en Castilla, en Aragón, en Navarra, fue reino Valencia y lo fue Murcia. Lo que habría sufrido un republicano viendo reyes por todas partes -paréntesis: ¿dónde están los republicanos en Juego de Tronos?; lo más parecido a un presidente de república es Mance Ryder y también se hace llamar rey (el rey-más-allá-del-muro), cerrando paréntesis-.

En la primera parte del capítulo fin de temporada, Juan Carlos, de la casa Borbón (el lema de la casa es “me llena de orgullo y gran satisfacción”), firma con mano de rey -con la mano del rey-el documento que establece que su renuncia es aceptada por las Cortes (esta mini-ley de un solo artículo que le ha dado la vida a Cayo Lara). Doscientos caballeros, y cabe esperar que algunas señoras, asistirán en palacio al momento en que, en la práctica, el trono empezará a cambiar de manos. “No lo veas como un sillón”, le tiene dicho el rey a su heredero, “míralo mejor como un potro”.

El trono de hierro está forjado con  espadas que conservan su filo. Quien lo ocupa puede cortarse si no se anda con cuidado. Y de hecho, se dice que Aerys, el último rey Targaryen, se hería tan a menudo que fue apodado el rey costra. No cons-tra qué último consejo transmitirá don Juan Carlos a mi hijo Felipe en la víspera de que éste sea proclamado, pero bien podría ser éste -y es hipótesis, que no spoiler-: “Hazte forjar, Felipe, una espada de acero valyrio porque el winter is coming”, los tiempos siguen siendo duros y permanecen los desafíos en el norte.

Los dragones siguen siendo dragones por más que alguna khalheesi pretenda encadenarlos para que no vuelen. La primera parte del capítulo final termina, mañana, con un rey que deja de reinar abandonando la sala de palacio donde están reunidos los que de verdad mandan. La segunda parte, este jueves, comienza con la entrada de un rey que ya lo es, mando supremo de las fuerzas armadas, a otro palacio. Que no es real ni de Poniente.

Es el palacio del Congreso donde se hacen y deshacen las leyes. El desembarco del rey, aunque llegue en coche, se producirá a las diez y media de la mañana. Con la nueva reina Letizia, de la casa Ortiz, y las dos niñas, una infanta y la otra ya princesa heredera. La familia propia, la madre, Sofía, las tías y una de las dos hermanas: Elena sí, Cristina no. Bien sabe don Felipe (y si no que le pregunte a Tyrion Lannister) que a menudo los mayores quebraderos de cabeza son los que te provoca la familia. Tampoco le pregunte mucho más, que está Tyrion pasando un momento delicado y anda con el gatillo de la ballesta fácil.

Consumada la proclamación y leído el discurso que antes habrá supervisado el gobierno -desvele ya el príncipe, por cierto, si mantendrá la tradición del discurso de Nochebuena porque tiene en vilo a media Invernalia-, procederá el nuevo monarca (y esposa y niñas) a recorrer en vehículo cubierto (paseo del Prado, Alcalá, Gran Vía, plaza de España, plaza de Oriente--) la distancia que separa el Congreso del palacio real.

Se espera que sean varios miles los ciudadanos que contemplen en las calles el paso de los nuevos reyes, y se sabe que serán dos mil personas -muchos serán los llamados y todos los elegidos- quienes tengan oportunidad de saludar personalmente al rey Felipe en su primera recepción como jefe de Estado. Por alguna razón, o sin razón alguna, los responsables de la seguridad, el lord comandante de las capas blancas, han creído oportuno recordar hoy el número exacto de francotiradores que estarán desplegados a lo largo del recorrido. Ciento veinte. Y también que habrá contrafrancotiradore, vigilancia del alcantarillado y perros husmeando papeleras. Es decir, lo que viene siendo un despliegue de seguridad en un acontecimiento

Como saben los seguidores de Juego de tronos, el peligro para la integridad de reyes y príncipes no está, en realidad, en los desfiles, está en las bodas. Las bodas, como las tartas, las carga siempre el enemigo. Hay que cuidarse de las tartas, de las lluvias de Castamere y, en el Nido de Águilas, de acercarse en exceso a la puerta de Luna.

Ojo con las expectativas que cuanto más hinchas el perro más probabilidades tienes de que el producto defraude. Los productores de Juego de tronos prometieron para esta semana el mejor capítulo de la serie, el mejor final de temporada, lo más de lo más, el acabóse.

Hay división de opiniones entre quienes ya lo han visto, pero no parece que éste haya sido el mejor capítulo de la serie ni de lejos. La diferencia entre la serie de ficción y el serial real es que en éste segundo está permitido hacer spoilers. El jueves, tras la recepción a los dos mil, el rey nuevo regresará a su casa. Fin de temporada.

Títulos de crédito y final de temporada. Cómo será la siguiente nadie lo sabe. Imposible spoilear porque los episodios próximos no están escritos. En esta historia no hay libros previos, no hay canción de hielo y fuego en la que basarse.