opinión

Monólogo de Alsina: "Atribuir unanimidad al criterio de los expertos es un error"

En Italia ya ha llegado el día. Hoy ya pueden salir los italianos a la calle, a la hora que quieran y para hacer lo que quieran. Sin agente de policía que les pueda preguntar a dónde van o cuántos años tienen.

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Carlos Alsina

Madrid |

Ir a donde uno quiera, a un negocio, a la montaña, al mar, reanudando la vida social y reencontrándonos con los amigos. El primer ministro de Italia, Conte, levanta la restricción de movimientos en todas las regiones. Hoy pueden desplazarse ya los italianos dentro de su propia región; el lunes que viene podrán hacerlo por todo el país y al extranjero. Como podrán entrar a Italia los europeos sin exigencia de cuarentena.

El país de la Unión Europea que antes se vio sacudido por la explosión de la epidemia –-la señal de alarma que los demás gobiernos tardaron en entender— registró ayer el menor número de nuevos contagiados desde el 4 de marzo. Son menos que todas estas semanas atrás, pero siguen siendo casi setecientos infectados y 145 fallecidos. La epidemia no ha terminado, sus consecuencias en el ámbito sanitario tampoco. Pero el gobierno admite que el país no se puede permitir seguir esperando. El riesgo está calculado y hay que asumirlo.

En Italia todas las regiones van a la par en esto que llaman la desescalada. Esa circunstancia, y el anuncio de que no habrá cuarentena para los turistas del resto de Europa, son las dos diferencias más marcadas entre el plan Conte y el plan Sánchez. Ambos gobiernos utilizan los mismos argumentos tanto para las restricciones como para el levantamiento de las restricciones. Y ambos gobiernos han llegado, casi tres meses después de que empezara la epidemia, a la llamativa conclusión de que llevar mascarilla puesta en todas partes es una buena idea. La masquerina que se dice en italiano...

...la mascarilla que dice el ministro Illa...

...o la mascarete que dice Joaquim Torra.

Porque en esto, oiga, a Torra lo que es de Torra. El uso obligatorio de mascarilla en los espacios públicos lo venía reclamando él desde hace semanas. El lunes pasado se sumó a la idea la señora Díaz Ayuso, para recintos cerrados, y el alcalde de Madrid, para todos los espacios públicos.

Como es costumbre en los anuncios del gobierno de España, el ministro adelanta que la mascarilla será obligatoria (no sólo en el transporte público) pero aún no concreta en qué otras actividades u otros sitios. Para eso, y como siempre, habrá que esperar a leer el BOE.

A estas alturas, no hace falta recordar que quien más reacio ha sido siempre al uso de la mascarilla es el ministerio de Sanidad. Y el ministro bis, que es el director del Centro de Alertas Sanitarias Fernando Simón. La semana pasada aún insistía el doctor en que la mejor medida que se puede tomar es mantenerse a dos metros de distancia del resto de la gente. Lo de la mascarilla obligatoria, como que no.

Decir que no se va a pronunciar es la manera de decir que él no obligaría a llevar mascarilla. De hecho, siempre fue ésa su postura. Desaconsejar la mascarilla para quien no sea ni médico ni enfermo.

¿Ha cambiado de criterio el jefe de expertos del ministerio? La respuesta es no.

Son los presidentes autonómicos los que han dicho, todos a una, que la mascarilla hay que hacerla obligatoria y el gobierno lo ha concedido. Lo que prueba que la famosa palabra de los expertos que se invocaba como si fuera palabra de dios va dejando de serlo. Quizá porque ya ha entendido todo el mundo que atribuir unanimidad a los expertos es un error. Con los epidemiólogos pasa como con los economistas: no todos piensan lo mismo y no todos recomiendan las mismas cosas. Ahí tiene usted al virólogo del Véneto, Crisanti, que lleva semanas mostrando su perplejidad porque no se usen mascarillas en España o ahí tiene a los médicos chinos que llegaron a Lombardía en abril y que se escandalizaron de ver al personal con la boca al aire.

Hoy se estrenan en fase 1 casi todas las grandes ciudades que aún estaban en fase cero. Promocionan Málaga, Granada, Valencia, Alicante, Toledo, Ciudad Real o Ponferrada. No lo hace Barcelona, no lo hacen las capitales de provincia de Castilla y León y no lo hace Madrid, la región con el gobierno autonómico más enfrentado al gobierno central y más disconforme con todo lo que hace.

Es el único gobierno regional que le reclamó ayer a Sánchez que publicara todos los informes de evaluación de las regiones y las fases y que informara del nombre de los evaluadores. También es el único gobierno regional al que se ve disfrutar con las caceroladas y las concentraciones de vecinos contra el gobierno.

Caceroladas que van en aumento en otras calles de Madrid (no es sólo Núñez de Balboa) y otros municipios madrileños. Ese mensaje de 'Sánchez castiga a Madrid por ser de derechas' lo airea la presidenta autonómica y lo hacen suyo, con fervor, los de las cacerolas.

Algunos, por cierto, se pasearon haciendo ruido, este fin de semana, por delante de la casa de los Iglesias Montero en Galapagar. Una especie de escrache desmadejado y paseante. El derecho a protestar es compatible con el derecho a dejar en paz a todo el mundo en su casa. Por muy vicepreisdente o muy ministra que sea. Dejar en paz a los padres y dejar en paz a los críos, que viven dentro.

Al vicepresidente Iglesias lo entrevistó Matías Prats en Antena3 y se esforzó en parecer humilde al admitir que no todo lo ha hecho bien. Quizá lo más llamativo de su parrafada fue que utilice la expresión 'hacer política' como algo negativo.

Que un político profesional diga que no hay que 'hacer política' en el sentido en que Iglesias lo dice es revelador. Revela que 'hacer política' para él es la gresca política. Por eso cree que ahora no toca. Aunque a renglón seguido le pregunte Matías por las residencias de mayores y atribuya el desastre a la empresa privada y al PP.

Hay más de cinco mil residencias de mayores en España. Ni en todas ha habido dejadez, ni en todas ha habido muertes, ni todas son privadas, ni todas son propiedad de fondos de inversión. Ni está demostrado que la causa de los fallecimientos sea quién es el dueño. Pero una vez lanzada la proclama, un minuto después exactamente de cargar contra el PP, vuelve el vicepresidente a reclamar que no se haga política sobre lo que ha pasado.

Cómo predicar lo contrario de lo que uno acaba de hacer. No es el único dirigente político que lo hace, por supuesto que no (quién no lo hace en realidad), pero en el vicepresidente segundo es especialidad de la casa.

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