Ya va llegando octubre y ya van llegando los líderes del movimiento nacional independentista catalán a donde querían llegar: la bronca. Las protestas callejeras. La agitación. El ruido. El follón que les permita camuflar su histórico fracaso.
Tampoco hay que darle muchas vueltas: si la policía judicial no hubiera detenido el lunes a estos siete ángeles custuodios de los CDR, se habrían buscado Torra y compañía cualquier otra coartada para echarle carbón a la caldera. Torra, Torrent, la CUP, Ada Colau, todos estos mandelas de la vida que llevan semanas incitando al personal a salir a la calle a pegar voces. Es una broma de mal gusto que salga ayer la diputada de la CUP a acusar al Estado español de estar preparando el terreno a la sentencia del Supremo cuando ellos llevan semanas llamando a la movilización contra una sentencia que aún no existe.
Los siete enanitos de Sabadell le importan, en realidad, un pito a la hada de Blancanieves. Y a Torra, ni te cuento. Y a Puigdemont, ni te lo menciono. Aquí lo único que importa a la corte celestial del movimiento indepe es tener una coartada para liarla parda. En el Parlamento autonómico, por ejemplo. Representación de la sociedad catalana. El bochorno de ver al rodillo que controla esa cámara aprobando ayer, como si fueran las tablas de la ley, resoluciones que son un puro disparate. Usar la institución para proclamar que la Guardia Civil se dedica a intimidar a los ciudadanos (acuérdese de lo de Torra, ayer: estamos hartos de que entren en nuestras casas de madrugada, ¿pero usted de qué habla, charlatán?).
Proclamar que hay que echar a la Guardia Civil de Cataluña; que la autodeterminación es un derecho porque le sale al rodillo independentista de los bemoles (por usar una expresión muy del filósofo Rufián); que hay que poner a las instituciones catalanas a desobedecer al Tribunal Supremo; que ya se encargarán ellos de amnistiar a los condenados y no sé cuántas bravatas más. Bravatas que en la barra del bar ya serían un insulto a la inteligencia, y los derechos, del resto de los ciudadanos pero que votadas y proclamadas en un Hemiciclo son algo más. Son un abuso de poder. Son una perversión de la institución parlamentaria.
Ya van llegando los autores intelectuales de la bronca a donde venían avisando. Porque llega octubre. El mes en el que va a suceder todo.
El gobierno central estudia la impugnación de esas resoluciones.Frente jurídico: siempre el primer escenario del choque, el más suave. Se remite el asunto al Constitucional y que éste proceda. A declarar nulo todo lo que haga ese Parlamento sin competencias para hacerlo. Frente jurídico.
Ahora queda por ver qué más va a ir pasando. El jefe de la agitación, el muñeco Torra, estirará el chicle de las siete detenciones hasta que llegue la sentencia del Supremo sobre Junqueras (que está en prisión preventiva a diferencia de Puigde-mont, que estará ahora mismo tumbado en su cama de Waterloo). Estirar lo de Sabadell –la bronca por lo de Sabadell— hasta que empiece la bronca siguiente. La suprema.
Con los muchachos de los explosivos ya se ve lo que están haciendo los estrategas indepes. Modelo Alsasua. Convertir a presuntos delincuentes investigados por terrorismo en almas cándidas secuestradas por el Estado español para satanizar el movimiento al que pertenecen. Modelo Alsasua: las familias recibiendo el aliento de colectivos ciudadanos, los partidos independentistas llamando compañeros a los presuntos incendiarios, las vigilias, el duelo y… el grito de guerra contra la Guardia Civil: fuera de esta tierra que es nuestra. El Ospa Eguna de la izquierda aberztale en versión independentismo catalán.
No es sólo, como dijo ayer el diputado de Ciudadanos Gragera que para Torra no pueda existir un independentista aficionado a fabricar explosivos.
No es sólo eso. Es que haga lo que haga un independentista, por el hecho de serlo merece la impunidad. Eso es, al final, lo que están diciendo Torra, Rufián, la CUP, los CDR y Ada Colau. Si es de los nuestros, barra libre para que haga lo que quiera.
Se le ha debido de olvidar ya a Torra que en julio fueron sus mossos de esquadra quienes detuvieron a integrantes de los CDR por desórdenes públicos. O que en diciembre le organizaron tal sucesión de sabotajes que el gobierno central le remitió una carta (una no, tres) recordándole que mantener el orden público es obligación suya. Y añadiendo –-no olvide esto Torra y tengámoslo, por lo que pueda venir, presente—añadiendo que en caso de que el gobierno catalán no cumpla el gobierno central puede asumir el control de la policía autonómica. No es un 155 pero se queda en puertas.
Este Torra que se declara sujeto a los deberes que le ponga el Parlament ya tiene deberes: le han dicho que ejerza la desobediencia y eche a la guardia civil. Se espera con interés ver cómo Torra, el aguerrido Torra, se pone hoy mismo a la tarea. Siempre puede proclamar él también la independencia de la nueva república catalana y fugarse a Waterloo a disfrutar con su amigo del chalet.
Ya va llegando octubre. El mes en el que todo va a suceder.
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