De ellos se va a hablar poco. Menos, desde luego, de lo que se habló de ellas. Y no porque sean chicos. Se va a hablar menos porque la historia ya no es nueva.
La primera vez, aunque fuera con retraso, la noticia tuvo un gran impacto. Mundial. Hubo hasta una campaña en las redes sociales con famosos que se hacían selfies agarrados a un papel con un mensaje: 'Devolvednos a nuestras niñas', año 2014, seguramente usted se acuerda. Tardó en enterarse el mundo de que en el norte de Nigeria un grupo yihadista, Boko Haram, había asaltado un internado y se había llevado a la fuerza a doscientas setenta y cinco adolescentes. Cuando se enteró, el mundo quiso creer que inundar el twitter de selfies conmovería a los secuestradores hasta el punto de devolver a las chicas a sus hogares. Nunca pasó.
El viernes pasado, en el estado de Katsina, norte de Nigeria, el internado de una escuela de secundaria fue asaltado de noche por hombres armados con fusiles automáticos. Dispararon contra los vigilantes y allanaron el edificio. Había casi seiscientos estudiantes dentro. Adolescentes. No se sabe qué ha sido de la mitad de ellos. Este fin de semana las familias, con patrullas del ejército, se han internado en el bosque confiados en que los chicos hubieran podido huir, cuando empezó el asalto, y estuvieran escondidos.
Los han buscado pero no han sido encontrados. Ahora la sospecha es que los trescientos hayan sido secuestrados por una banda que no es Boko Haram pero actúa igual que Boko Haram. Oficialmente, están desaparecidos.
Qué tal, cómo están, bienvenidos a una nueva mañana de radio. Ya estamos en el 14 de diciembre de 2020.
Encarando la última quincena de este año tan raro y tan desgraciado en tantas cosas. El año del coronavirus, y de las setenta mil vidas que se llevó sólo en España, y que va a terminar con la reconfortante cabalgata de los camiones que trasladan las vacunas hasta los centros de salud para ser dispensadas.
Ésta es la imagen que ayer abrió los informativos en las televisiones de Estados Unidos: los camiones de FedEx saliendo de la fábrica de la Pzifer cargados con miles de dosis para inmunizar a los primeros ciudadanos. Si en el Reino Unido vimos a Maggie y a William Shakespeare recibiendo el pinchazo protector, en los Estados Unidos (donde fue bendecida ayer la vacuna por la Agencia del Medicamento) son los camiones los que representan la distribución del remedio por toda la geografía de una nación inmensa. Y donde hoy, por cierto, será por fin proclamado Joe Biden como presidente electo.
En España, la vacuna se espera para Reyes. Como en el resto de la Unión Europea, donde aún no hay autorización de la Agencia oficial para empezar a suministrarla.
Las fiestas de navidad se acercan, el gobierno (o los gobiernos) confían en que las reuniones familiares se ajusten a las recomendaciones y se van levantando las restricciones al comercio y la hostelería en casi todo el país. A esto se referían muchas familias, de propietarios de pequeños negocios, cuando pedían salvar la Navidad. Esa expresión que tanto molesta, al parecer, a algunos profetas.
Paradójicamente, este año tan amargo y en el que tantas vidas se llevó un virus nuevo va a terminar en el Congreso con un paso decisivo en una larga batalla legislativa: la despenalización (o la legalización) de la eutanasia y de la asistencia al suicidio. El jueves está previsto que el pleno de la Cámara apruebe el proyecto de ley que la semana pasada recibió el visto bueno de la comisión de Justicia y al que sólo le faltará, después de esto, la bendición del Senado. Todos los intentos anteriores o bien naufragaron o bien se quedaron a medias, por las legislaturas cortas que hemos ido encadenando. Esta vez, salvo sorpresa, va a ser la definitiva. La ley regula las condiciones que deben darse para que una persona solicite ayuda médica para poner fin a su vida: se llama suicidio asistido si el paciente puede ingerir por sí mismo la sustancia que le produce la muerte y eutanasia si hay que administrársela. En ambos casos el enfermo, afectado por una enfermedad incurable, ha de manifestar reiteradamente su deseo de dejar de vivir. Una comisión evaluadora, en cada comunidad autónoma, se encargará de examinar la solicitud y darle respuesta en el plazo más breve posible.
Éste va a ser uno de los asuntos más relevantes de la semana que comienza.
Llegando al final del año, y a las navidades, hay otra cabalgata (de camiones) que está presente ya en los telediarios. Ésta es una cabalgata atascada, de camiones que hacen cola para cruzar el canal de La Mancha cargados con productos de la Unión Europea para los consumidores británicos.
Importadores del Reino Unido hacen acopio de bienes (en gran medida, alimentos) en previsión de que el primero de enero salten por los aires las reglas comerciales y los países de la Unión Europea pasen a ser, para el Reino Unido, tan lejanos como Vietnam o Indonesia. Si el gobierno de Boris Johnson no cambia de planes, el 31 de diciembre termina el plazo para pactar la nueva relación comercial consecuencia del Bréxit.
El Reino Unido ya salió de la Unión pero se dio un año (nos dimos un año) para establecer las nuevas normas de convivencia: qué pasa con las importaciones, qué pasa con la pesca, qué pasa con la competencia. El primer ministro británico traduce todas estas cuestiones como una nueva batalla por la soberanía en las decisiones, aquel tomar el control que agitó como propagandista a favor del Brexit cuando el referéndum. Desde Europa se intenta resituar el asunto en lo que es: una negociación comercial, con la sospecha de que Johnson haya elegido ya romper del todo e ir a un Bréxit, o Re-Bréxit, sin acuerdo.
La señora Von der Layen y el señor Johnson coincidieron ayer en anunciar (y es lo único en lo que coincidieron) esto de la milla extra, el esfuerzo adicional que harán hoy para no tirar aún la toalla.
Francia, el país de la Unión con más actividad de sus barcos pesqueros en aguas británicas, se tienta la ropa y avisa de las contrapartidas negativas que para los británicos tendría una ruptura total con el continente. Entretanto, camiones cargados de productos hacen cola en el Canal de La Mancha ---el atasco--- y en los puertos británicos se extiende el fantasma del colapso si el primero de enero hay que aplicar control aduanero a todo lo que llegue del continente.
A las nueve hablamos de esto, y del Sáhara Occidental, con la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya.