Los monstruos existen en el cine desde su inicio porque el terror, por lo menos desde el siglo XVII, se ha entendido siempre como un género que sirve para enfrentar al ser humano a sus peores pensamientos, un género que aprueba además nuestra propia curiosidad sobre lo prohibido o lo excesivo de la vida cotidiana.
King Kong, un mostruo que no es tan malo
El gran reto que se plantearon en los primeros años del cine era cómo tratar a esos personajes monstruosos. Un ejemplo de ello es la película King Kong, de 1933. En aquella época el cine ya tenía desde hacía 5-6 años sonido sincronizado, así que se estaban empezando a desarrollar las herramientas expresivas.
Hay una escena, también muy conocida, en la que Ann se encuentra en la cueva de King Kong. Entra King Kong y parece que la música representa el cuerpo pesado del Gorila. King Kong deja a Anna encima de una piedra: la música nos presenta su Leitmotiv que es contrastante (melodioso). Entonces, escuchamos una melodía “serpenteante”, como la serpiente que parece que va a atacar a Ann. Igual que en Tiburón muchos años después el monstruo se nos presenta primero musicalmente. King Kong pelea con la serpiente hasta matarla.
En este caso es un monstruo que no es tan malo porque lejos de hacer daño a la mujer, lo que hace es protegerla. Y esto se refuerza en la siguiente escena, que es cuando el gorila lleva a Ann fuera de la cueva. En la película escuchamos cómo se construyen los dos mundos: el alarido de King Kong con el miedo de Ann (de nuevo violines frente a graves). King Kong se sienta con ella: la música nos muestra cierta ambigüedad que, pronto, se convierte en ¡erótica! Suena el arpa y King Kong comienza a desvestir delicadamente a Ann.
Así, es la música la que nos revela de alguna manera que King Kong no le quiere hacer nada malo, que le está demostrando amor, aunque sea su manera. Con esto, lo que empezamos a ver es la asociación del “malo”, del “antagonista” (que puede adoptar la forma de monstruo o no) con la tesitura grave.
La sonoridad de los buenos vs los malos
En una película un poco posterior, que se llama La diligencia, del año 1939, escuchamos el tema del carruaje contrapuesto al tema de los indios. Se trata de la confrontación de una apacible melodía frente a un tema marcado por la percusión, que remarca el carácter “primitivo” asociado a los indios” y acaba en grave: es la marca de “los malos”.
Estas oposiciones son bastante frecuentes, es una forma de destacar una forma de vida "civilizada" frente a lo desconocido, que siempre da miedo.
Esa asociación musical entre lo desconocido y lo monstruoso está ahí, efectivamente. Y es algo que se sigue representando en películas más recientes. Por ejemplo, en La llegada (Arrival), que es una película de ciencia ficción de hace seis o siete años.
En Titanic el primer momento en que se comienza a romper el barco, asociamos el grave con el sonido del mar. Ese tipo de sonoridad (aunque aquí convertida en profunda, solemne) la escuchamos constantemente en todo el hundimiento.
Asociar los graves con las nuevas tecnologías
En la ciencia ficción, el rol del monstruo lo toman casi siempre los alienígenas o los seres de otros planetas. Y ahí lo que se hace es combinar esta visita a los graves con las nuevas tecnologías.
Un caso clave es la película 'Ultimátum a la Tierra', del año 1951, donde escuchamos la aparición del segundo alienígena con la señal del monstruo asociado al theremín (que en ese momento era un instrumento muy futurista).
Pero hay una excepción importante en la asociación del sonido tecnológico con lo inquietante o peligroso es Godzilla. En esa película el sonido musical se le da al monstruo, mientras que el sonido tecnológico se asocia a los humanos. Tiene que ver con que Gozdilla es una película del año 54, y en esos años posteriores a la II Guerra Mundial era importante reforzar la confianza en la tecnología. La tecnología era lo que venía a liberarnos de los males que acechasen a la Tierra y no lo contrario, como lo que sucede con las bombas atómicas…
En Tiburón se advierte al espectador de lo que va a ocurrir
En la película Tiburón, lo que potencia musicalmente el efecto del monstruo es la reproducción de un cliché sonoro, la tararea, lo que nos permite hacer un ejercicio de “premonición”. Se hace un contraste importante entre la escena idílica (la gente bañándose, disfrutando) y lo que va a suceder.
Esta es una estrategia típica en el cine de terror de los 70, especialmente el que implicaba a niños, al ser los seres más asociados a la inocencia (Poltergeist, La profecía, etc.). De hecho, éste es uno de los gestos sonoros que más a menudo se pasa por alto en la segunda aparición del tiburón en la película.
Antes de que el tiburón ataque a un niño en un estupendo día de playa, escuchamos a otro chico más pequeño que está haciendo un castillo de arena en la orilla mientras cantando 'Do you know the muffin man?', que es una canción infantil que remite a una especie de “hombre del saco”. Parece ser que el “muffin man” fue un asesino en serie del Londres del siglo XVI. El caso es que el niño de la orilla canta esta canción que aún hoy es muy popular en los programas infantiles anglosajones. Y así lo escuchamos en Tiburón, donde el monstruo se ha convertido en ese “muffin man”…
Sin contexto no se entiende; de hecho, en la versión española el niño canta algo así como “El osito golosón, la abejita le picó…” y se pierde la potencia del significado previo que se le da a la escena, donde el espectador sabe mucho más que los personajes y eso es, precisamente, lo terrorífico.
Elementos del terror popular
En fin, John Williams homenajea, así, varios elementos del terror popular. Pero hay una referencia interesante al propio cine clásico. En 'Los pájaros' de Hitchcok se escucha a los niños cantar desde la escuela una canción que es muy repetitiva. De nuevo, tenemos a niños (seres inocentes) y monstruos (los pájaros). Durante 4 minutos escuchamos a los niños cantando mientras los pájaros van poco a poco llegando: es una forma de preparar al espectador para algo que aún no sabemos que va a suceder, pero que intuimos que no será nada bueno.
Ahí la música, la canción, lo que hace es contribuir a construir una situación sobre la que no podemos hacer nada, más que mirar cómo se prepara.
El desempoderamiento del espectador al hacerle partícipe del miedo
Aquí la aparición del monstruo se construye mediante el “desempoderamiento” del espectador. Mientras que en el cine de las primeras décadas del sonido sincronizado, entre los 30 y los 60, normalmente había buenos y malos y el espectador solo estaba “fuera”, en el cine posterior poco a poco se va haciendo partícipe al espectador del miedo que pueden sentir los personajes creando situaciones de estrés.
Ésta es una forma más elegante de preparar emocionalmente para “el susto”, como diríamos coloquialmente –o generar una anticipación, dicho más rigurosamente–, que generar tensión mediante un tenuto o una nota tenida, como en la pesadilla de Nancy es el instituto en 'Pesadilla en Elm Street' (1984):
En definitiva, el rol de la música en el cine no es sólo emocional, sino también moral, pues nos guía a la hora de prejuzgar quién es bueno y quién malo, algo que se matiza y cambia a lo largo de la historia.