Con Marina Hervás

La música y las drogas: desde Vivaldi a Berlioz

Marina Hervás nos explica la relación de los compositores de música clásica con las drogas volcada en sus obras, desde 'Las Cuatro Estaciones' de Vivaldi hasta el músico francés Berlioz.

ondacero.es

Madrid | 13.03.2023 12:41

Siempre se han relacionado las drogas con artistas de la talla de Bob Marley en estilos musicales como el rock, reggae, la psicodelia, el pop, pero nunca se ha relacionado con la música clásica. Hoy, Marina Hervás hace un recorrido por la relación que han tenido algunos compositores de música académica con los drogas y los efectos que han reflejado e sus obras.

"El Otoño" de las cuatro estaciones de Vivaldi

¡Al vino concretamente! Porque esta pieza pudo estar inspirada en cuatro poemas que parece que escribió el propio Vivaldi. Digo que “pudo” porque no sabemos si los poemas son previos o posteriores a la música, pero en este caso el orden de los factores no altera el producto. A lo que vamos: en el otoño, Vivaldi comienza reflejando cómo las gentes de los pueblos (los villanos, recordad...) celebran la vendimia. ¿Y cómo se celebra? Pues probando el producto, brindando, celebrando.

"Celebra el villano con bailes y cantos

La feliz vendimia y el alegre placer

Y del licor de Baco encendidos tantos,

Acaban con sueño su gozo"

Para este poema construyó Antonio Vivaldi una melodía sencilla que representaba “los bailes los cantos” e intercala los solos de violín que representa la “feliz vendimia y el alegre placer".

Y cuando la gente bebe le da por hacer varias cosas, por ejemplo hay gente a la que le da por mandar mensajes inapropiados a sus exs. Otros --yo les he visto-- que se duermen por las esquinas. Pero como en la época de Vivaldi no había whatsapp, el compositor se decanta por lo segundo. Y así llega a decirnos cómo “del licor de Baco, encendidos tantos” se van a dormir la mona.

La Sinfonía Fantástica de Berlioz, la gran obra de los estupefacientes

El mismo, Héctor Berlioz, músico francés del XIX. Su propuesta en esta Sinfonía fantástica es mostrar “episodios de la vida de un artista” (previsiblemente él). Eso ya venía anunciado y explicado con detalle en el programa de mano que se daba al público en el estreno. En realidad la pieza, al estilo de distintas novelas de la época es una caída a los infiernos. En este caso, marcada por las alucinaciones causadas por el opio. Sabéis que esta droga, hasta los primeros años del siglo XX, fue considerada un poderoso aliado para la experiencia artística y las dolencias sentimentales. Lo explica por ejemplo Thomas de Quincey en sus Confesiones de un comedor de opio.

En la Sinfonía fantástica cada escena tiene como centro a la “amada” (que presumiblemente era Harriet Smithson, una actriz que le dio calabazas a Berlioz). La amada es un personaje que solo aparece musicalmente, en tanto “idea fija” (idée fixe).

El sonido es como un suspiro: es decir, musicalmente Berlioz nos está diciendo que la idea fija no representa a nadie, sino que es más su deseo que algo real. Este tema aparece en los cinco movimientos de la sinfonía. En el primer movimiento se nos muestra el ambiente de la “aflicción del joven músico afectado por la vaguedad de las pasiones” con cambios radicales de ánimo. Durante todos los movimientos se observa un cambio emocional en el autor.

El segundo movimiento arranca con un vals (típico baile aristocrático). Del torbellino de la danza, “en el tumulto de una fiesta”, emerge de nuevo la amada como imagen, que “lo atormenta y arroja su espíritu a la confusión”, de ahí que el vals poco a poco vaya deformando. Esto es como cuando vemos a nuestro crush en una fiesta e intentamos disimular.

El tercer movimiento nos lleva al campo. Y esto no es casualidad, porque el romanticismo se caracteriza por la defensa de lo popular como escondite de lo auténtico, frente al creciente urbanismo: dos pastores (el corno inglés y el oboe) que parece que prometen “calma” y “esperanza”.

Pues ahí está nuestro poeta, tranquilamente en el campo, pero, como diríamos hoy, se empieza a rayar. Que es parte del bajón que provocan las drogas. “Él reflexiona sobre su soledad, y espera que pronto ya no esté solo ¡Pero qué pasaría si ella lo traicionara! Aquí el artista se envenena con Opio tras creer que su amada lo rechaza.

“La dosis del narcótico, aunque es demasiado débil para causar su muerte, lo sumerge en un sueño pesado acompañado de las visiones más extrañas”. En concreto: “Sueña que ha matado a su amada, que está condenado, que es llevado al cadalso y que está presenciando su propia ejecución”. Vamos a escuchar esta condena, el último recuerdo (sus últimas palabras, que van para la amada) y la guillotina cayendo.

¿Qué puede pasar, además de las alucinaciones? Pues que nos ataquen nuestros monstruos y que veamos deformado aquello que nos preocupa. Es lo que sucede al final de la sinfonía: la amada ya no es más que una melodía lejana y deforme.