La pieza 'Noche en el monte pelado' de Modest Mussorgsky remite a la noche de San Juan, pero se puede relacionar con la fiesta de Halloween porque intenta representar un aquelarre de brujas. Y la bruja es la típica de Haloween. O, si fuésemos románticos, la típica figura de todo, porque como ya comentamos en algún programa anterior, a los románticos les molaba bastante el ocultismo, la muerte, lo sobrenatural…
Y no solo a ellos, porque todos estos temas de lo oscuro lo volvemos a encontrar de nuevo, muchos años después, en el heavy metal. Aunque muchas canciones remiten a la figura mitológica de la bruja, lo cierto es que –lamentablemente– el término de "bruja" se ha utilizado para hablar de mujeres malas, o que usan sus virtudes para engatusar eróticamente, etc.
Lo suelen usar hombres que van o querrían ir de seductores para explicar que se les cae la baba por una mujer de manera inexplicable. Ejemplo de ello es la canción llamada 'Bruja' de Joaquín Sabina o 'Brujería' de Frank Sinatra.
Voces sobrenaturales
Volvamos a nuestros románticos de verdad, al romanticismo y a sus brujas y, en concreto, a aquella del "monte pelado". Se supone que esto del “monte pelado” del título de la pieza se refiere a un monte de la mitología eslava en el que se juntaban las brujas. Es posible que tome la referencia de un monte ucraniano que se llama Lysa Hora, aunque hay más Lysas Horas en el mundo.
El caso es que Mussorgsky escribe esta música en 1867, a sus tiernos 28 años, pero su mentor es un poco cruel con él y le dice que la obra tiene algunos defectos, así que él lo que hace es aparcarla en un cajón. La pieza, por tanto, tuvo éxito una vez que ya él había muerto. Un amigo suyo la retocó orquestalmente y tuvo un éxito mayúsculo.
La pieza comienza, según nos explica el propio Mussorgski, con los “ruidos subterráneos de las voces sobrenaturales”. Escuchamos a los violines dibujando un tema repetitivo, como el ulular del viento y los susurros de las propias brujas. Es como si se abriese la tierra. Aparecen los vientos imitando a pájaros, quizá cuervos. Escuchamos una melodía terrible en los graves: Así comienzan a aparecer los “espíritus de la oscuridad”.
Inspiraciones
Hablamos de "inspiraciones" porque no sabemos si Mussorgski se inspiró para su Monte Pelado en Verdi, que justo había estrenado su ópera Macbeth veinte años antes.
Verdi introduce en Macbeth este coro de brujas que también susurran y aparecen como con si rompiesen algo y con un ritmo machacón, porque el autor quería que sonasen “vulgares, originales y extrañas”. Es, a la vez, una rareza simpática, como juguetona, parecida a la que luego encontraremos en Mussorgski.
En Monte Pelado, se percibe cierto nerviosismo. Se nota porque la sencilla melodía, que ya tiene un toque de danza, se acelera cada vez más y se van colando esas llamadas de las flautas para avisar de que algo va a pasar. ¡Y es que llega Chernabog!
El demonio
Nos acercamos a lo tenebroso… Llega Chernabog, os decía: “Chernabog” significa dios negro, y es el mismo que aparece con alas al comienzo del fragmento dedicado a esta pieza en Fantasía, ése que os comentaba antes.
Igual que pasa en el cristianismo, donde tenemos oposición entre dios y el demonio, Chernabog servía como oposición maligna de Belobog (el "dios blanco" en la cultura eslava) que era un dios bueno.
Chernabog entonces es el que hace el pacto con las brujas, porque la diferencia entre las hechiceras y las brujas es ésa: las dos se supone tenían poderes, pero las brujas tenían un pacto con el diablo y le rendían pleitesía. Presuntamente por eso fueron perseguidas y asesinadas tantas mujeres, algunas de ellas por la Inquisición.
Escuchamos cómo aparece. Suena una fanfarria para mostrar su carácter majestuoso, divino
Eso del diablo no era solo cosa de brujas: por supuesto también entraba dentro del imaginario musical mucho antes. Un ejemplo es la del sueño de Giuseppe Tartini, quien en el año 1713 soñó que se le aparecía el diablo, él le ofreció su violín y el demonio tocó de maravilla. Al despertar, Tartini intentó copiar aquella melodía que había escuchado en sueños en su “Sonata del Diablo”.
Bailes de brujas
Es una danza en torno a Chernaborg, al diablo, que se va acelerando. Imaginemos un baile, en círculo, que se convierte en frenético. Este gesto de acelerar una danza para representar a una bruja lo hace también Mussorgsky en otra de sus obras más reconocidas (de su última etapa): una que se llama Cuadros de una exposición, en la que intenta representar los cuadros de un amigo pintor, Viktor Hartmann. En esa ocasión, se centra en la bruja más importante de la tradición eslava, Baba Yaga.
Pero volvemos al aquelarre: Cuando acaba la celebración de Chernaborg, comienza la misa negra. Lo interesante aquí es que usan algunos clichés de la música eclesiástica para jugar con ello, como una inversión de una misa, que es lo que sería la misa negra. El viento intenta hacer una burla a la solemnidad de la misa, y su melodía es atravesada por otra danza en la cuerda, que es un poco circense.
La orgía final
Todo buen aquelarre necesita su momento de lujuria y desenfreno, eso no puede faltar. Como la cosa va de orgías y bacanales, Mussorgski coge toda la música que ya hemos escuchado antes y la mezcla. Si habéis estado atentos, reconoceréis muchas de las melodías. Por si acaso, Mussorgski hace un recordatorio antes de ponerse a meterlas en una coctelera.
Poco a poco las va “deformando” y mezclando, como os decía: los espíritus, las brujas, la naturaleza, los demonios… todo se une. Al principio elegantemente (es que a ver, pueden ser seres de la noche, pero los preliminares son los preliminares…), luego ya es el despiporre.