Los himnos de Córdoba y Moratalaz preceden al combate que se disputa en Madrid y en el que está en juego el título de campeona de pesos pesados del progresismo. Las dos púgiles han entrenado duramente en el patio de sus respectivos ministerios y llegan a la pelea en perfecto estado de forma, gran expectación en el Palacio de los Deportes madrileño. La vicepresidenta exhibe un movimiento de piernas prodigioso que obliga a la ministra de Igualdad a no parar quieta un momento. Tras un primer asalto en el que se dedica a observar a su contraria, en el segundo ataca en firme provocando el entusiasmo de la ejecutiva socialista.
Encaja la aspirante el primer derechazo y salta por los aires un capítulo entero de la ley que preparaba. Se recupera la ministra, brinca sobre la lona y devuelve el golpe desde arriba. Se tambalea ahora la vicepresidenta y ruge el público morado. Peligra el título de la actual campeona, imbatible hasta la fecha en los combates feministas. La pelea es memorable. La rival no es en absoluto una inexperta. La madrileña tiene una zurda muy peligrosa y es singularmente temible en las contras. El protector dental que llevan ambas deportistas no impide que intercambien parrafadas inmensas: en la nueva España del Progreso, la exigencia física va de la mano del debate de las ideas.
Cambian ahora las tornas y la vicepresidenta encadena tres derechazos contundentes que sorprenden a la ministra. Termina el asalto. La multitud que asiste al acontecimiento deportivo con banderolas, bufandas, toallitas para limpiarse las manos y mascarillas rosas y moradas con los logotipos de los dos partidos. Pide permiso para subir al ring el ministro de Consumo, que recuerda a los presentes la prohibición de hacer apuestas fuera del horario de madrugada.
Reciben las púgiles asistencia de sus equipos, cada una en su esquina del cuadrilátero. A la ministra la atienden sus secretarias de Estado, provistas de agua y una toalla limpia. Aparece ahora Ione Bellara con una tarta de cumpleados y exaspera, con su gesto cariñoso, a la combatiente. ‘No es momento para dulces’, exclama, mientras ajusta el palo de selfie con el que está grabando ella misma todo el combate. Interviene ahora el vicepresidente segundo, que aconseja a su boxeadora que desestabilice a la adversaria llamándola todo el tiempo machista. Se reanuda el combate. Encaja la vicepresidenta un nuevo izquierdazo y se duele de ser llamada machista. Pero se rehace y coloca un gancho decisivo a la ministra. Para el combate el presidente del gobierno y declara tablas.
El público da por ganadora a la vigente campeona de los pesos pesados. Pero la agrupacion nacional de periodistas tolerados por el gobierno proclama a la ministra nueva campeona de los pesos mosca.
