El Gobierno, tan sensible siempre en asuntos de protocolo, ha activado las bocinas antiaéreas, como si la grosería institucional de los independentistas y aledaños aún fuese motivo de asombro para el respetable. Incluso para la Casa Real. No parece grave de tiritar la actitud de Colau y de Torrent. La entiendo más bien cutre.
Incluso en línea con la coherencia algo bufa de quien no se cansa de fracasar. Sucede con ellos lo que canta el Romance del Conde Arnaldos (un gran poema del siglo XVI), que no dicen su canción sino a quien con ellos va. Otra bobada químicamente pura. Dudo mucho que por dos peones políticos que se niegan a saludar a Felipe VI el congreso de móviles no repita sede en España. Otros motivos más serios habrá si es que se cumple la profecía. Una vez que comprendimos que todo lo de Cataluña no pasaba de teatro de cachiporra, los gestos de Torrent y compañía no son más que restos de la cohetería de la verbena.
Sospecho que hay asuntos más alarmantes para que el Gobierno se pronuncie con su artillería indignada. Por ejemplo, la brecha salarial entre hombres y mujeres, la ausencia de sensibilidad del partido del Gobierno con problemas de primera mano como el estado de desahucio de la investigación científica o el trabajo precario, incluso el desafecto que les dispensan algún que otro millón de pensionistas reunidos en la calle para decirles que No. Que así no. Por el cabreo de este sector social cae antes un congreso o un Gobierno que por un desaire de genuflexión.
En el problema de las pensiones, como en tantos otros, Rajoy y los suyos se están saltando los semáforos. Todo pinta a que sólo con la fuerza de los pensionistas pueden ser expulsados de la competición. Eso sí, por lo del saludo al Rey este Gobierno es capaz de dar la vida. Qué show.