Pedro Sánchez, nuestro Sánchez, ha estado conversando seriamente del asunto con el presidente Macron, conversación de la que ha salido (hasta ahora) una foto estupenda. Otra cumbre más reúne en Bruselas a los que somos Europa para tratar un asunto que nadie parece querer tratar del todo. Incluso muy pocos asumen que no saben cómo se puede empezar a recobrar el camino perdido. Cuatro países (República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia) se escaquearon del encuentro informal de ayer.
La xenofobia nunca nos defrauda. Dos de sus voceros mayores, Trump (ya sabes) y Salvini (ministro de Interior italiano), son la encarnación de esa parte del mundo que avergüenza al otro medio. No sólo urge encontrar un punto de arranque armonizado y común en Europa sobre política migratoria, sino que desde hace muchos años es una obligación moral.
El paso adelante de Pedro Sánchez con el 'Aquarius' tiene más allá de su estrategia de Gobierno, la verdad de un intento de hacer las cosas de otro modo. No se trata de salvar extranjeros, sino de evitar que oleadas de inmigrantes no tengan más horizonte que el hambre o morir.
Sólo plantearse algo así con cierta vocación de llegar hasta el final ya es hacer política. No sé cuántas cumbres urgentísimas sobre inmigración ha montado la UE en los últimos cinco años. Todas tan caras como inútiles. Cuando no se sabe qué hacer sale más barato pagar a un 'lavandero' siniestro como Erdogan para que Turquía haga de concertina, de cortafuegos, de última maldición a las puertas de Europa.
El poeta turco Nazim Hikmet escribió poemas fabulosos como el que trae estos versos: "Viajé por mar hacia la muerte con un joven camarada, y con el corazón cascado esperé el fin detrás de cada ola, como impone al invisible toda huida". Pues eso.