La despoblación en España es una cuestión crucial. A pesar de que esta situación lleva años situada en el foco mediático -sobre todo a raíz del ensayo 'La España vacía' de Sergio del Molino-, miles municipios a lo largo de todo el territorio español siguen sufriendo el ninguneo de la clase política, incapaz de implementar medidas que frenen el abandono de las zonas rurales.
Según datos del último Informe Anual del Banco de España, existen 3.403 municipios en riesgo de despoblación en España, que representan el 42% del total. En Europa, tan sólo Finlandia, Estonia y Letonia tienen una proporción mayor de pueblos en riesgo de despoblación. Así, el Instituto Nacional de Estadística calcula que en España hay 1.379 pueblos con menos de 100 habitantes, la mayoría situados en las provincias de Guadalajara, Burgos y Soria.
España tiene también un porcentaje anormalmente elevado de territorio deshabitado. Únicamente el 12,7% de la superficie está poblada, frente al 67,8% de Francia y 59,9% de Alemania. Estas cifras sólo es comparable con la de territorios inhóspitos de los países escandinavos en el norte de Europa, como la zona de Laponia.
El complejo fenómeno de la despoblación
Luis Antonio Sáez, profesor titular de la Universidad de Zaragoza y director del Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales, explica el fenómeno de la despoblación.
Para hablar de un municipio "despoblado" cabe tener en cuenta el contexto geográfico en el que se encuentra -en zonas aisladas o bien comunicadas-, pero también depende de la dinámica interna del pueblo. "Hay pueblos con menos de cien habitantes que son muy vivos, y organizan muchas cosas, y otros que son más grandes pero que, sin embargo, parece que languidecen", añade Luis Antonio.
Desajuste entre la administración y la realidad del mundo rural
Administrativamente se establece los cien habitantes para que haya un concejo abierto, lo cual a menudo es positivo para animar a la participación. En ocasiones, la propia legislación con su lentitud o desproporción, pone trabas a quienes quieren empadronarse en los municipios despoblados.
"Cuando hablas con la gente del mundo rural, muchas veces más que el dinero o los presupuestos, te hablan del desajuste entre cómo se planean las cosas y su cotidianidad, sus retos reales", sostiene Luis Antonio.
La única vecina del pueblo durante el invierno
En un pueblo de la Sierra de Segura, en Jaén, Beatriz Piqueras pasa sola los inviernos. Pero no es así durante todo el año. A partir de primavera, cuenta Beatriz, es cuando empiezan a ir el resto de vecinos para cuidar de sus huertos. Entonces, la población de Moralejos asciende a unos cinco habitantes.
En enero del 2020 Beatriz compró una casa en esta aldea con la idea de jubilarse allí y, con la pandemia, se fue para pasar el Covid y los meses de confinamiento. A raíz de eso, eligió cambiar de vida y su trabajo como comercial: "decidí cambiar los tacones y el traje de chaqueta por las botas y las mallas. Y aquí me encuentro".
Decidí cambiar los tacones y el traje de chaqueta por las botas y las mallas
Con el tiempo, Beatriz fue siendo consciente de que ese tipo de vida también le gustaba. "No es una decisión que tomas de un día para otro, pero aprendes cosas muy nuevas", asegura Beatriz contenta con su decisión, pues es "una opción de vida mucho mejor de lo que me esperaba" y que asegura que ha pasado de ser "urbanita total" a ser "rural total".
"Cuando compré la casa no sabía que me iba a quedar sola en invierno", dice Beatriz, quien insiste en que, lejos de lo que se puede pensar, no siente miedo ni sensación de inseguridad.
Ahora vive de lo que gana tras rehabilitar la casa como alojamiento rural y hospeda a gente que le gusta ese tipo de tranquilidad en aldeas donde no hay bares, tiendas ni servicios. Después de la pandemia, mucha gente prefiere este concepto de vacaciones, personas que valoran como opción "traerte y prepararte tu propio bocata, coger una mochila y andar por el monte", dice Beatriz.
El caso de Beatriz refleja perfectamente que para muchas personas vivir en un pueblo no es una situación crítica, sino una forma de valorar la soledad, la autenticidad y el contacto directo con lo rural.
Illán de Vacas, el pueblo con menos habitantes de España
Según el censo del INE, el pueblo con menor número de habitantes de España es Illán de Vacas, en Toledo, donde sólo viven entre tres y cinco vecinos. Su alcalde, Javier Bollaín, nació, estudió y trabajó en Madrid. Con el tiempo escogió irse a vivir a Illán, donde, asegura, la vida es más activa y divertida.
Para él, que ha vivido y trabajado en el centro de Madrid, ahora se ha convertido "en una ciudad bastante odiosa" por la cantidad de gente y coches que lo hacen muy incómodo.
Lo de la España vacía lo promueven los políticos
El hecho de ser el pueblo más pequeño de España implica también una desprotección brutal frente a la administración. "El nivel de papeleo que a mí me piden es igual que al del Ayuntamiento de Madrid, y no tenemos medios", sostiene Javier, pues a falta de un secretario, tiene grandes dificultades para dar de alta a la gente en el censo o permitir la compra de terrenos.
En definitiva, se queja de la falta de facilidades que hay para quienes viven los pueblos: "lo de la España vacía lo promueven los políticos".
Edrada, un pueblo detenido en el tiempo
Edrada es una aldea perteneciente al municipio de Villarino de Conso, en Orense, Galicia. Marina Porto, ganadera, vive en la aldea junto a su marido, Jesús, y el primo de su marido, Luis.
En total, tienen 42 vacas y durante el invierno, mantienen a algunas debajo de su vivienda, "como antaño", dice Marina sobre una de las características de ese pueblo, "que se mantiene anclado en el tiempo".
Ahora en su casa únicamente tienen a las vacas que tienen terneros y les dan de comer tres veces al día. El resto, las que pasaron todo el verano en la sierra, las tienen en un pueblo a 9 kilómetros, donde nieva más que en Villarino de Conso.