Aquéllas, las cornadas, son más o menos cuarenta y hacen de su cuerpo una representación de Frankenstein. Costurones que le han salvado la vida. Y que le sobrecogen cuando se mira al espejo. Parece Ferrera Blas de Lezo. Y como él, Ferrera también él triunfó en el sitio Cartagena de Indias, aunque la mayor gloria de su carrera se la proporcionó la última feria de San Isidro. En trance, parecía Ferrera. Se nos apareció, más que torear.
Y nos resultó inverosímil que solo unas semanas antes lo hubieran rescatado de un río, medio inconsciente. Y sin más abrigo que sus costurones. De la sima a la cima, Ferreras se ha propuesto rematar la temporada lidiando seis toros en Las Ventas mañana. Que es como subir a seis ochomiles. Y como provocar al destino que este año le ha sido propicio.
22 años de alternativa ha cumplido Ferrera. Y 41 de edad, dejando atrás las prisas que le costaron el apodo de Ferrari. Ahora se ha reposado, se ha serenado. Se arriesga como siempre, pero torea como nunca.