Diréis, como decíamos en el colegio, que así no se vale, pero el proceder y el procedimiento se han demostrado un mecanismo evolutivo, adaptativo, darwinista. Resistir es avanzar, podría leerse en su hipotético escudo de armas. Y resistir, resiste, aunque lo haga subordinando la salud de su partido y entregándose al maltrato político del soberanismo.
No parecía imaginable al iniciarse 2018 que Sánchez terminaría en la Moncloa, pero la obstinación del presidente, las carambolas parlamentarias y la evacuación de Rajoy han proporcionado al líder socialista la revancha de todas las revanchas.
Por eso tened en cuenta que si supo adaptarse a la adversidad y a la derrota, más sencillo le resulta adaptarse al poder y a la Moncloa. Un ejercicio de equilibrismo que le obliga a incurrir en sus memorables rectificaciones y modulaciones, pero al que opone el liderazgo de la agenda, de los debates, de las iniciativas políticas. Sánchez marca el paso sin piedad con los daños colaterales.
Y además ha conseguido diluir a Pablo Iglesias y Podemos en la competencia de la izquierda. Ha devuelto al PSOE la autoestima y el poder. Se le amontonan las contraindicaciones y las contrariedades, ninguna tan evidente como el cambio de inercia de Andalucía, como el chantaje del independentismo o como la rebelión interruptus de las baronías, pero Sánchez empezó 2018 desde la marginalidad política y lo finaliza como presidente del Gobierno.