Procedo al indulto de Juan Carlos Monedero. Y al desconcierto con que se le puede estar malogrando la estrategia de organizar en las calles unas barricadas a la presidenta Ayuso. Él mismo ha incitado la rebelión provisto de pancarta y megafonía, me se escucha, me se escucha, pero no ha debido agradarle la tregua de pantomima a la que han llegado Sánchez y la presidenta de la Comunidad ni la suspensión de la mani de ayer.
Menos mal que el compadre Iglesias ha retomado su indisciplina. Y que ha reanudado su campaña contra Ayuso. No ya una manera intrigante de desafiar a Sánchez, sino de permitir a Monedero llevar hacia adelante el sueño de la lucha de clases, el calentón callejero. En Vallecas. Y si puede, en el puente de los Franceses.
No le gusta a Monedero que se mencione un despliegue de la Policía y del Ejército. En el imaginario de Monedero, la policía son los grises y el ejército son los tanques.
Así es que la mejor manera de recrearse en el sueño húmedo de la revolución bolchevique consiste en posicionar la república contra el antiguo régimen. Y la división norte y sur, como si estuviéramos en la guerra de secesión.
La ventaja con que cuenta la izquierda es que ella misma homologa y legitima cuándo y cómo puede utilizarse la calle. Hay muchas razones para indignarse con Ayuso. Tantas como para indignarse con Sánchez, pero Unidas Podemos y sus marcas locales establecen y deciden la sublevaciones honradas y heroicas.
Se diría que a Monedero le encantaría vivir en una dictadura de verdad. Rectifico, no me duelen prendas. Lo que le gusta a Monedero es fingir que vivimos en una dictadura y que él es héroe libertario.