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Rubén Amón indulta a los animales: "La fauna de la primera hora reemplaza a los humanos"

No sé si habéis estado en Jaipur, la enigmática capital del Rajastán indio, como bien sabe Félix José Casillas. No sé si habéis estado en Jaipur o si, mejor todavía, habéis madrugado al visitarla. Me refiero cuando apenas ha amanecido. Y cuando no se reconoce actividad humana alguna.

Rubén Amón

Madrid |

En ese caso habréis comprobado la comunidad de animales que la ocupan y la frecuentan. Monos por un lado. Elefantes por otro. Vacas sagradas y menos sagradas. Una cobra que ha escapado del cesto. Unos burros. Un camello. Y bastantes ratas, quizá demasiadas.

Parece Rajastán una ciudad de cuento. Por la arquitectura a la que da fama el palacio de los vientos. Y porque la fauna de la primera hora reemplaza a los humanos, hasta el extremo de sospechar que estás visitando el reino de los animales en su acepción menos literaria y más literal.

No dura demasiado tiempo el sortilegio. Despiertan los humanos y se esconden los animales. El caos y el jaleo prorrumpen con estruendo. Pero es agradable el aroma del mercado de las especias. Y más agradable aún sentirte rodeado de congéneres.

Viene a cuento este bonito relato oriental porque el confinamiento del coronavirus nos ha hecho perder el ritmo de la ciudad. Y se lo ha dado a los animales. No ya los más comunes de nuestro hábitat urbanita. Los perros que sacan de paseo a los amos. O los estorninos, sino muchos otros animales exóticos que aprovechan la ausencia del homo sapiens para disfrutar de un reino alternativo.

Me refiero a los jabalíes que frecuentan los municipios catalanes. A los pavos reales que se han escapado del Retiro. A las aves rapaces que se posan en los rascacielos. A una foca que se ha bañado en la playa de San Sebastián. A las cabras montesas que deambulan por la localidad albaceteña de Chinchilla, aunque mi favorito es el cocodrilo que al parecer nada por las aguas de Venecia igual que pasean los reptiles por las calles de Jaipur.