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Rubén Amón indulta a las cajeras de supermercados: "Su resignación y paciencia exigen una sonrisa, unos buenos días y un agradecimiento"

Voy a indultar a las cajeras de los supermercados. Y a los cajeros, pues también hay varones en la recta final de estos negocios saturados de clientes, tensiones y escenas de histerismo.

ondacero.es

Madrid |

Hemos convertido a las cajeras en empleadas invisibles de nuestra vida cotidiana, pero la condescendencia y la invisibilidad han mutado ahora en actitudes impertinentes.

Les reprochamos que no haya papel higiénico ni arroz. Y hasta las responsabilizamos de no poder traernos la compra a casa, a la hora que queremos y con el peso que encargamos.

Ignoramos su desgaste y su ensimismamiento en un trabajo mecánico. Parecen las operarias de Tiempos modernos de Charlot, haciendo deslizar sobre la cinta automática nuestros yogures y nuestros preservativos.

La novedad es que se han convertido ellas ahora en personal de riesgo. Algunas se protegen con guantes y mascarilla, pero todas se hallan sobreexpuestas al tráfico de personas, más todavía cuando los supermercados son la excepción comercial al estado de alarma y cuando alojan las escenas de nervios y de amontonamiento.

No saldríamos de esta crisis sin los médicos y los enfermeros, pero tampoco lo haríamos sin la mediación de las cajeras, cuya resignación, paciencia y peligros no solo exigen un tratamiento educado y sensible, sino además una sonrisa, unos buenos días y un agradecimiento.

Así es que buenos días y gracias, cajeras y cajeros.