Pero cambió de actitud el viernes en este mismo programa, cuando lo entrevistaste, Alsina. Y los parabienes se transformaron en hiel, hasta el extremo de terminar declarando este fin de semana que no merecemos un Gobierno que nos mienta con las cifras de muertos.
Ya sabéis a todo lo que recuerda esta expresión, "no nos merecemos un Gobierno que nos mienta", de tal manera que las analogías con entre el 8M y 11M ya no solo las utiliza Zapatero y la prensa que le es más afín. También recurre a ella el PP, incluido Núñez Feijóo, anfitrión de una visita de Casado que parece haber escondido sus diferencias.
Las tiene Feijóo porque nunca ha sido casadista, porque recela de la crispación y porque no le gusta el abismo de VOX, pero se diría que la presencia del líder ha moderado las divergencias, lo cual no quiere decir que el timonel gallego, dicho sin segundas, vaya a aferrarse demasiado a las siglas del PP. La suya es una candidatura personal y hasta personalista que aspira a mayorías de escándalo. Y que no ha podido resistirse al brochazo del lanzamiento de cadáveres.
No parece arriesgado proclamar que Núñez Feijóo va a ganar las elecciones del 12 de julio. Y que va a hacerlo por mayoría absoluta. Queda pendiente saber hasta dónde alcanza la supervictoria. Cuarta consecutiva y resuelta esta vez por la elocuencia y eficacia con que Galicia ha reaccionado a la pandemia. Galicia ya había emprendido la normalidad nueva cuando España se estaba desfasando. Era el banderazo de la campaña electoral. No hay nada más normal que una victoria de Feijóo. Lo nuevo sería que Feijóo decidiera virar las naves hacia Madrid.
Porque más allá de adularlo, es el antagonista perfecto de Sánchez. Ni joven ni mayor. Un conservador muy poco conservador. Urbanita y campestre. E inteligente en la administración de los tiempos y de la paciencia, aunque puede que su mayor obstáculo sea precisamente el aparato del partido. El mejor aliado de Feijóo y su peor enemigo es el PP.