Os aclaro en primer lugar, que las CUP aglutinan los votantes de mayor renta per capita de Cataluña. Una paradoja “gauche caviar” que discrimina la forma de vivir y de la forma de votar, aunque es verdad que la formación estalinista-revolucionaria de Anna Gabriel corre el riesgo de degradarse al prosaismo de una moda pasajera.
Para impedirlo o más bien para garantizarlo, las CUP han escogido un candidato desconocido fuera de Cataluña, ya os decía, y casi desconocido en la propia Cataluña. Carles Riera es un señor mayorzón (57 años) en un partido hormonal y adolescente. Lleva pendiente en la oreja, pero su piterpanismo no alcanza a ponerse camisetas reivindicativas.
No le falta trabajo ni como psicoterapeuta ni como sociólogo, pues el procés se ha convertido en un gran psicodrama que la CUP ha inducido.Y parece incluso Carles Riera una figura de museo, un anacronismo alcanforado, no tanto por su apariencia de cantautor trasnochado -barba sesentayochista, jersey de cuello alto, puño arriba- como por el radio de acción de sus fobias: antimitilitarista, antinuclear, antiespañol, antieuropeísta y hasta antipacifista.
Debe resultarle frustrante disputarle la última plaza a García Albiol, exponerse a la pugna degradante del farolillo. Y tendrá la tentación de pintarlo de rosa, no el farolillo, sino al propio Albiol como hizo con una fragata de la VI flota estadounidense en gesto de rebelión al imperio.
No se ha recuperado desde entonces América, ya lo habéis visto.