También tiene la posibilidad de convertirse en ciudadano común, incluso en adulto. Y no me refiero a dejar el fútbol, sino de afrontar el proceso judicial que se le avecina. Y que le constriñe a declarar el 31 de julio.
Hay que recordarle que se arriesga a cinco años de cárcel. Y tranquilizarle con la presunción de inocencia, pero desengañarlo de la presunción de inmunidad, de impunidad y hasta se persecución.
Porque no se le persigue a Cristiano Ronaldo. Lo hará la Hacienda pública en plena campaña de declaraciones, pero no puede Cris encubrirse en el victimismo ni en sus pataletas infantiles. Como no puede convertir en un gesto de buena voluntad, así ayer se dijo, liquidar sus obligaciones tributarias.
Se le atribuye un fraude fiscal de 14 millones de euros. Y me parecen insólitos los ejercicios de solidaridad de sus partidarios. Como si no fueran ellos las víctimas del eventual atraco. O como si estuvieran dispuestos a organizarle una colecta.
No se explica Cris su situación, como no se la explicaba Messi. Ya conocemos sus argumentos de florero. No sabían lo que firmaban. Ni conocían los detalles de la trama. Hasta sus equipos, Real Madrid y Barcelona, el señorío y el valors, los protegen en las teorías de la conspiración judicial.
Y no le basta a Cris la solidaridad del Madrid. Se siente maltratado porque confunde sus méritos deportivos con sus deméritos fiscales, como si pretendiera esconderse detrás de los balones de oro y las champions. Y exagerar la ingratitud de España al privilegio que ha supuesto tenerlo entre nosotros, enseñádonos el mapa de sus abdominales.
Discrepo de quienes atribuyen a los mitos de la sociedad una responsabilidad ética, moral o pedagógica. A mi Cris ni me gusta como jugador ni me gusta como evasor, pero ya es hora de que se haga mayor de edad.