No está claro tampoco si es independentista o si no lo es, de tal forma que la ambigüedad es la mejor definición de su indefinición. No en el plano teórico -marxista heterodoxo- como en la versatilidad de la bisagra. Tiene la llave de la gobernabilidad, el fiel de la balanza Y aspira a utilizarla... para sí mismo, un president efímero, un papa más breve que Juan Pablo I cuya misión única consistiría en convocar elecciones otra vez para despojar Cataluña de la maldición del 155.
Es muy poco verosímil que Domènech acceda al trono de la Generalitat. Y es más probable que termine ungiendo al campeón de Esquerra. Podrán decorar la añagaza apelando a la agenda social, a la ideología, al republicanismo, aunque el verdadero punto de encuentro es el derecho a decidir y el derecho de autodeterminación.
Domènech es el clásico candidato que le gusta a todo el mundo y al que nadie vota, más todavía en estos tiempos de polarización y de ardores militares. Y Domenech es un sentimental. Besó los labios de Iglesias emulando el cuadro iconoclasta de Breznev y Honecker. Y lloró como un extra de 'Titanic' cuando fueron conducidos los Jordis a la cárcel, aunque el aspecto más inquietante de su trayectoria consiste en su "relación" fetichista con Margaret Thatcher.
Cada uno tiene sus misterios subconscientes y sus traumas infantiles. No voy a mencionar el tuyo con Torrebruno, aunque lo estoy mencionando. Y sí voy a decir que Domènech es, como todos los candidatos, es el reflejo de sus votantes. Por eso aspira a conseguir el voto de... los indecisos.