Se diría que es un perfil contraindicado en Francia y hasta en España porque los toreros representan una estirpe maldita, clandestina, pero la circunscripción de Nimes, sureste francés, en la frontera de La Camarga, ha convertido su anfiteatro romano en el argumento absoluto de la idiosincrasia taurómaca.
Fue aquí donde la propia rejoneadora tomó la alternativa en 1991. Y es desde aquí donde va a saltar a la Asamblea Nacional, pues todos los sondeos la colocan por delante de Gilbert Collard, un adversario duro, por su dialéctica beligerante y porque es un tertuliano duro, correoso, en el prime time de la política francesa.
No va a resultarle nada sencillo sobreponerse al perfil modélico de la insólita aspirante. La mitad de las listas del partido de Macron se forman con personas de la sociedad civil, responden al criterio de la paridad de género y han de carecer de antecedentes penales.
Emerge así el retrato robot de la ex rejoneadora francesa. Carece María Sara de experiencia política, es mujer y nunca ha tenido problemas con la justicia, pero además representa una personalidad muy conocida y reputada en la circunscripción donde compite. Que no es donde nació -lo hizo en los aledaños de París en 1964-, pero sí donde creció y donde se hizo torera a caballo.
Hija del actor Antoine Bourseiller, ex mujer del tenista Henri Leconte y madre de un novillero en ciernes. Que parece el chaval nacido en Estocolmo. Igual que Marie Sara, Maria Sara en los carteles, rubia, guapa, e inverosímilmente joven a los 54 años, parece una cantante de Abba.
Eso el ganador se lo lleva todo, the winner takes it all, el perdedor se queda pequeño, cerca de la derrota, ese es si destino. En fin, ha prometido Maria Sara defender los intereses de sus votantes, pero también luchar por la defensa de la tauromaquia. Y hacerlo en París. Que fue el lugar donde empezó a a arraigarse la tauromaquia misma. ¿Sabéis por qué? Porque los impuso la mujer de Napoleón III.