Rubén Amón indulta a Miquel Iceta: "No, no le detengáis ahora, que ha empezado el baile"
Miquel Iceta debe a Freddy Mercury no sólo un altar entre los vinilos de su discoteca doméstica, sino el trampolín que le convirtió en una figura inequívoca de la política nacional.
Sucedió en la clausura de las últimas elecciones catalanas -septiembre de 2015-, precisamente cuando la euforia del mitin, el fervor de su gente y la cercanía de Pedro Sánchez en el escenario precipitaron que el líder del PSC desatara las caderas con la música de "Don`t stop me now".
Iceta traspasaba el umbral del hábitat catalán y adquiría la reputación de político extravagante. Corría el riesgo Iceta de "degenerar" en su propia caricatura bailona, pero le han prevenido el oficio y la intuición del político currante que ya había recorrido el escalafón de abajo a arriba.
El sobrecargo del avión, disciplinado en la abnegación de un trabajo constante y discreto, se ha transformado en el comandante de la nave. Y no parece dispuesto ahora a despojarse de los galones, entre otras razones porque su principal cualidad profesional - se la reconocen hasta los mayores adversarios- ha consistido en el arte de la negociación y en la flexibilidad característica de un político "florentino" e íntegro.
No hay manera de relacionar a Iceta con la corrupción ni de reconocerle ambiciones estrafalarias. Viene de buena familia. Se dedica a la política por vocación. Trabaja mucho y madruga poco. Y es homosexual.
Mencionarlo debería revestir el mismo interés que su equipo de fútbol o que su colonia favorita, pero la omertà y la hipocresía de la sociedad española convirtieron en un acontecimiento que el actual líder del PSC confiara su condición sexual en un mitin celebrado hace 17 años en Barcelona.
Gay, bajito y gordito. Así se definía Iceta hace unos días, remarcando una suerte de carisma al revés, una réplica catalana de François Hollande, paradigma del hombre cualquiera. Y si Hollande fue presidente de Francia, ¿por qué Iceta no va a serlo de Cataluña? No, no le detengáis ahora, que ha empezado el baile.