Tanto aspira la dictadura saudí a normalizarse que ha organizado la semana de la moda. No pueden exponerse imágenes en la radio, pero sí podemos describir algunos modelos de burka que pueden crear tendencia.
-El burka ignífugo para salir indemne de un atentado.
-El burka globo para aterrizar con él.
-El burka impermeable para bañarse en la playa sin riesgo a terminar hundido. O hundida, pues las restricciones de ropa y de libertades conciernen a las mujeres.
¿Y los hombres qué?, os preguntaréis.
No hemos tenido acceso a los detalles de la temporada primavera-verano, pero tiene pinta de hacer furor un cinturón de explosivos que resulta indetectable en los aeropuertos.
O un turbante en el que puede esconderse gas sarín.
O un Corán en cuya cavidad puede esconderse una petaca de wishky.
O una túnica reversible: blanca por fuera y negra por dentro, o sea, con la bandera de Daesh, de forma que el este versátil hábito permite improvisar el escenario de una decapitación, si se pusiera a tiro o a golpe de hacha un transeúnte occidental.
La semana de la moda de Arabia Saudí es una iniciativa emocionante. Una pasarela a la edad media. Porque las mujeres aquí se lapidan y a los homosexuales aquí se los ejecutan y a los ladrones se les cortan las manos, de forma que se esperan con enorme expectación un casco antipiedras, una línea de ropa para mancos y una línea de disolventes para deshacerse asépticamente de los sodomitas.
Esta es la estirpe con la que hacemos negocios. Y me parece muy bien, pero luego no vayamos a lamentarnos del terrorismo yihadista, pues es Arabia Saudí el país que más ha contribuido a fomentarlo.