EL INDULTADO DE RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta a Rocío Romero: "Dedicarse a los toros siendo mujer supone desmenuzar los estereotipos"

Hay que tener valor para dedicarse a los toros. No ya por el peligro de las reses, sino por la animadversión de la sociedad, por la beligerancia de los animalistas. Hay que tener valor para dedicarse a los toros siendo mujer. Porque hacerlo supone desmenuzar los estereotipos y exponerse a los recelos del hábitat. Hay que tener valor para dedicarse a los toros y anunciarse Romero en los carteles, habiendo agotado el Faraón, Curro, todas las dimensiones del apellido: el triunfo, el fracaso, la espantá y hasta la devoción religiosa.

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Madrid |

Pero ocurre que Rocío Romero, cordobesa, 19 años, novillera de luces homologada en Vistalegre, quiere ser torero. No torera. Torero. Y no porque sea un varón, sino porque ella misma entiende que el concepto y el poder semántico sobrepasan el debate del género. Mujer y torero a la vez, sin necesidad de hacer trampas.

Las hizo en el siglo XIX La Reverte. Que tuvo que anunciarse como hombre, Agustín Rodríguez, para reaccionar a las prohibiciones, aunque la mayor discriminación se produjo con el franquismo. Las mujeres se podían subir al caballo, pero no pisar la arena. Y tenían que prodigarse de luces en Francia o en ultramar, como hicieron Juanita Cruz y Conchita Cintrón.

Pioneras fueron de la tauromaquia femenina. Predispusieron un cambio de ley que resolvió la discriminación en 1974 y que permitió a la torera Ángela un cierto protagonismo entre los depredadores del escalafón, aunque la mayor figura de la historia ha sido Cristina Sánchez.

Tomó la alternativa en Nimes, en 1996. Y su padrino fue Curro Romero.

Y estaba un servidor muy cerca de la ceremonia. Y acertó, un servidor, a escuchar el parlamento del maestro sevillano. "Cristina, el arte del toreo es el arte de acariciar. Y las mujeres acaricias mucho mejor que los hombres".