Sucedió aquella sobremesa de la moción de censura. Cuando el presidente de Gobierno entonces se dio a la bebida. Y cuando Soraya SS decidió colocar el bolso en el asiento vacante. Como si se lo estuviera reservando él mismo a ella misma.
Ocupó el lugar de Rajoy con su bolso, en efecto. Y decidió entonces que iba a ser la heredera. Porque era la número dos. Y porque su papel de 007 en el CNI le permitía manejar los dossieres. Quién sabe si alguno de ellos truncaron la candidatura de Feijóo.
Y quién sabe, ay, si ella misma ha puesto el circulación el vídeo contra ella, oiga, para así poder urdir una conspiración ajena. Y atribuírsela a Casado. Prueba inequívoca de que no deber haber otros dossieres contra el cachorro de Aznar.
Soraya ha ganado las primarias por un suspiro. Y quería eludir la segunda vuelta con el argumento precario de la lista más votada, pero sobre todo se expone a un referéndum personal. Casado no va a perder aunque pierda. Y puede ganar. Pero Soraya puede perderlo todo.
Dependerá de los compromisarios. A los que dice tener controlados, quizá subordinando la importancia del voto secreto. Por eso hay nerviosismo e incertidumbre en el cuartel sorayista. Y por la misma razón Sáenz de Santamaría trata de postularse a sí misma como la más audaz expresión del marianismo, quizá olvidándose de que el marianismo se consume con su fundador en un despacho de Santa Pola.