De momento, es un presidiario que ha decidido desquitarse del sistema. Y que se retrata o es retratado en empresas megalómanas. Villarejo que destrona reyes y acaba con gobiernos. Villarejo que tiene todo grabado, hasta las canciones de cuna de su madre.
Villarejo que rima con tipejo. Villarejo que no se refleja en los espejos. Que se desquicia delante delante un crucifijo. De un crucifejo. Y que delante de Évole en cambio parecía un reventa, un crápula castizo, entre Torrente y Juncal. Un diablo de medianoche. Un intoxicador de medias mentiras y de verdades a medias. Un artificiero de bombas retardadas.
Deben satisfacerle las portadas que lo convierten no ya en enemigo del Estado, sino en contrapoder capaz de destruirlo. Villarejo todo lo oía. Y todo lo registraba, como estrategia de extorsión y de suepervivencia. Un virtuoso que opera fuera de contexto. Y que no lo hace con bisturí, sino con navaja de Albacete.
Apareció la grabación de Cifuentes Eroski cuando más daño podían hacer.Y han aparecido las psicofonías de la ministra Delgado porque Villarejo quiere recuperar la libertad chantajeando a la notaria del Estado. Y recrearse en el papel siniestro de policía y delincuente a la vez. Servir al Estado y servirse del Estado. Recrearse en el papel de vampiro.
Y vampiro será Villarejo, pero Villarejo, que rima con pendejo, es también un síntoma de una sociedad corrupta. Villarejo rima con espejo. Y distorsionado o no, el espejo de Villarejo saca a flote las verguenzas de la política, del capital y de la prensa.
Villarejo es un problema, pero desgraciadamente no es el problema.