Se diría incluso que Hollywood, ese templo budista de la moral, está vengando al hijo descarriado. Y se han puesto en cuarentena todas sus conductas con la ley de la justicia preventiva y todas sus películas.
Entiendo que no os hayan convencido las últimas. A mí tampoco, pero de Woody Allen me gustan hasta las películas malas. Me gustan los créditos. Me confortan cuando la música de fondo, pongamos una música contemplativa de jazz, exponen, blanco sobre negro, en letras de tipograía windsor los nombres de Charles H. Joffe, de Stephen Tanenbaum, uniendo una película con la anterior y con la siguiente, en una suerte de itinerario lúcido, sarcástico y pesimista.
No es verdad que Woody Allen repita una y otra vez la misma película. Ocurre que todas emanan de la misma personalidad y del mismo ingenio. Y también de las mismas obsesiones: el sexo, el nihilismo, claro, el humor negro, el sexo, el amor sin correspondencia, el sexo, la hipocondría, el sexo, y el pavor a la muerte. Que tiene, la muerte, verdaderos superpoderes, como ironiza uno de sus alter egos en un pasaje de "Magia a la luz de la luna"..
Pude conocerlo y entrevistarlo a propósito de Vicky Cristina Barcelona. Lo admito. Esta película no me gustó ni a mí, pero la tengo idealizada porque me permitió charlar con Woody Allen. Identificar su mirada de asombro por encima de la montura de las gafas. Reconocer su voz atiplada. Y confirmar la impresión de un personaje entrañable, nervioso, que no parecía exactamente un depredador sexual y que era consciente de que ya no podía aparecer como antigalán de sus películas.
Por eso lleva algunos años reencarnándose en Joaquin Phoenix, o Colin Firth, o Owen Wilson, Josh Brolin. Y resitiéndose a cumplir 80 años, pese a que los ha cumplidpo. Como se resistió a recoger sus cuatro premios Oscar.
¿Sabéis cómo se llama la música que nos acompaña? No habrá nadie como tu.